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Comarca de Los Oscos (2016)
La comarca de Los Oscos está formada por los concejos occidentales de San Martín de Oscos, Santa Eulalia de Oscos y Villanueva de Oscos. Enclavada en un paraje de media montaña, la comarca guarda vestigios de haber sido ocupada desde antiguo –numerosos túmulos que dieron paso a la cultura castreña– y tiene una personalidad histórica propia acreditada desde la Edad Media, donde ya figura su división administrativa reflejada en tres parroquias: Sanmartín, Santalla y Santa Eufemia. Esta última, donada por Alfonso VII al monasterio de Santa María, fundado en el siglo XII, fue el germen del coto de Villanueva, antecedente del actual municipio. En la actualidad, Los Oscos cuenta con unos 1.370 vecinos repartidos entre los tres concejos, que forman parte de la Reserva de la Biosfera Oscos-Eo y Tierras de Burón, declarada por la UNESCO en 2007.
Con un origen eminentemente agrario, el territorio de Los Oscos se vio beneficiado por la oferta de carbón vegetal, la fuerza hidráulica y los yacimientos de hierro para experimentar un auge industrial, sobre todo del laboreo del hierro, al inicio de la Edad Moderna, con el monasterio de Vilanova como gran impulsor al instalar una fundición que surtiera las fraguas y forjas de los concejos vecinos. El desarrollo económico propició trasformaciones sustanciales, como ampliación de casas y nuevas construcciones, reedificación de los templos y el blasonado de muchas casas, así como la instauración de escuelas en Samartín y Santalla. A mediados del siglo XIX, la industria del hierro empezó a acusar el agotamiento de los bosques y el traslado tecnológico al carbón de piedra, lo que supuso un ocaso económico que favoreció que la comarca se sumara a la corriente migratoria regional hacia América. A comienzos del siglo XX, las forjas solo funcionaban para el consumo local y la economía era básicamente agropecuaria, lo que contribuyó a acentuar el flujo migratorio, además de la carencia de carreteras, líneas de transporte regular o saneamiento. No fue hasta los años 80, cuando Los Oscos contaron con planes específicos de desarrollo, que comenzaron con la mejora de carreteras e, incluso, con la construcción de una que comunicara Samartín y Santalla, capitales unidas hasta entonces por un camino de herradura. La inversión en infraestructuras y la dotación de servicios permitieron fijar población y los fondos europeos y las directivas comunitarias en materia agraria impulsaron la modernización de las explotaciones ganaderas de la comarca. El turismo también empezó a formar parte del despegue económico de la zona, impulsando la recuperación de abundante patrimonio etnográfico y cultural, la dotación de museos y la rehabilitación respetuosa de casas para su uso como alojamientos rurales.
La cultura tradicional arraigada en valores como la colaboración y ayuda mutua –en forma de sextaferias, camíos, mallegas, esfollos, matanza, rapa das bestias, etc.– ha favorecido el asociacionismo en la comarca. Ejemplo de ellos son la asociación de empresarios turísticos que agrupa a los establecimientos de los tres concejos, tres asociaciones de mayores que colaboran entre sí, cinco asociaciones culturales, dos de mujeres, tres juveniles y tres de caza.
Reunido en Oviedo el Jurado del Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias 2016, integrado por Jesús Arango Fernández, Fernando Beltrán Fernández, Fernando Delgado Álvarez, Luis Felipe Fernández García, Manuel García Linares, Adolfo García Martínez, Andrés Giraldo Álvarez, Alberto González Menéndez, Jaime Izquierdo Vallina, Cristina Jerez Prado, Juaco López Álvarez, José Luis Pérez de Castro, Marta Pérez Pérez, Ignacio Quintana Pedrós, Rosa Roces García, Ramón Rodríguez Álvarez, Trinidad Rodríguez Díez, Carmen Ruiz-Tilve Arias, Víctor Manuel Vázquez Fernández, Manuel Villa-Cellino Torre, Antonio Virgili Rodríguez, presidido por Francisco Rodríguez García y actuando de secretario Adolfo Barthe Aza, acuerda conceder el Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias 2016 a la comarca de Los Oscos, cuyos vecinos han sido capaces, en las tres últimas décadas, de articular un plan colectivo que combina equilibradamente tradición y modernidad, aunando la conservación de la naturaleza y el patrimonio cultural con el desarrollo económico basado en la ganadería y el turismo rural. El jurado considera a la comarca de Los Oscos un ejemplo a destacar, especialmente en este tiempo de crisis del medio rural en Asturias.
Oviedo, 7 de septiembre de 2016
Regresar a Asturias y venir hoy a esta pacífica e ilusionada comarca para celebrar un acto tan hermoso y entrañable como este, nos reconforta y nos reafirma –como anoche en el Campoamor de Oviedo− en la esperanza de que un mundo mejor es posible.
Al mismo tiempo, visitar esta histórica comarca para haceros entrega del premio que habéis ganado tan merecidamente y unirnos a vuestra alegría, nos ofrece a la Reina y a mí unas horas inolvidables y no pocas sugerencias para la reflexión. Estamos aquí y sentimos con vosotros la grandeza de este día, de vuestro día.
Bajo el nombre de Asturias es verdad que se encuentran paisajes diversos, testimonio de variadas formas de vida y cultura que fueron, al cabo de los siglos, forjando personalidades bien definidas. Todas son valiosas y con mérito. Pues hoy tenemos la satisfacción de saludar y conocer una de las más singulares: los Oscos, vuestra tierra.
En este extremo occidental de Asturias donde ya asoma la noble tierra gallega, hace ya más de mil años que resuena en viejos pergaminos el Territorio Oscos.
Vivís, como dicen las viejas crónicas, en una tierra dura y que cuesta mucho sudor aprovechar; pero, en un empeño heredado de vuestros mayores, la mantenéis con firmeza como un lugar con futuro, rebelándoos contra el aislamiento.
En esta comarca hermosa que habéis sabido proteger y conservar, comprobamos otra vez que el esfuerzo y el sacrificio siempre dan los frutos más valiosos.
Se aprecia así en los bosques frondosos, insondables…, que velan entre la niebla una tierra delicada; en las casas antiguas en las que late aún el esfuerzo de vuestros antepasados, a menudo conservando su nombre, y el respeto irrenunciable a su herencia, a un legado de generaciones que perseveráis en transmitir. Esa forma de vida no hubiera sido posible sin un sentido arraigado de la solidaridad vecinal de la que hoy nuevamente dais testimonio. Todo eso es un ejemplo que hoy saludamos y premiamos.
Se reconoce también vuestra larga historia, de gente fuerte y acogedora que ha sabido hacer de estas montañas puertas más que fronteras, para que unan y no separen, por donde salir a buscar el pan cuando era escaso, y por donde llevar el vino o el hierro cuando abundaban.
Siempre tierra de acogida. A labrar ese pan, llegaron los monjes del Císter, y a su sombra se cultivó todo con cuidado conmovedor. A la búsqueda del hierro, para mejor trabajarlo, vinieron hace siglos los ferrones de Vizcaya, de los que hoy muchos lleváis su apellido, para poner en marcha los mazos que marcaron el compás de una nueva comunidad en la que se fundían todos los pueblos desde Euskadi hasta Galicia.
En los mejores momentos de esa historia esta tierra alumbró la más destacada Ilustración −de la que también guardáis memoria llena de orgullo−, en vanguardia de la industria, del comercio o del arte o en la cima de la administración al servicio de España. De ese tiempo conserváis, lo hemos visto, un patrimonio de gran valor que os animamos a mantener como el mejor activo.
Décadas después, con la nueva industria, el tiempo empezó a correr más rápido en otras partes, y llegó la prueba más difícil, una injusta marginalidad de muchos años que se hizo costumbre. Vuestro carácter pacífico y noble la soportó con resignación; y cuando no pudo más, la emigración fue el recurso muchas veces doloroso, del que toda familia guarda memoria.
Ya en democracia, cuando la economía volvió la mirada al campo, los que se quedaron apostaron con ilusión por nuevas formas de permanecer, al tiempo que el turismo rural fue haciendo de este escenario tan bello un lugar de referencia. Así también fueron llegando, un poco de todos lados y de los países más diversos, nuevos pobladores que otra vez habéis sabido acoger con afecto y hoy se cuentan como buenos vecinos, activos y que renuevan y enriquecen vuestra comunidad.
Sabemos de vuestra perseverancia en un tiempo difícil para todos, que lo ha sido aún más para el medio rural. Hace falta coraje para resistir el atractivo urbano y permanecer, y vosotros habéis elegido seguir construyendo el futuro sin abandonar el pasado. Ese es el valor ejemplar que también reconocemos hoy. Los mayores, conocedores de tiempos duros, podéis hoy contemplar orgullosos que vuestro esfuerzo −lleno de sacrificios− ha merecido la pena. Vuestra tierra se ha conservado fiel a sí misma, con una dignidad renovada que se transmite a unas nuevas generaciones que ya no se sienten al margen y afrontan el futuro con más optimismo. En las escuelas −el mañana de cualquier pueblo−, los niños aprenden que el mundo es una oportunidad y que ésta también pasa por aquí.
Este premio pretende hacer un poco de justicia a todos vuestros esfuerzos. Unos esfuerzos que afrontáis con un mensaje de unión que siempre aporta otra importante lección: tres municipios que forman una comunidad y que caminan juntos con la solidaridad y el entendimiento como norma.
La Reina y yo hacemos entrega de este Premio al Pueblo Ejemplar en nombre de nuestra hija Leonor, Princesa de Asturias. También en su nombre agradecemos al jurado su difícil responsabilidad, otro año más llevada a cabo con tino y con criterio, aun eligiendo entre muchas candidaturas y todas de mérito. Es justo que hoy también reconozcamos el esfuerzo de esos pueblos y colectivos que presentan sus candidaturas y les damos todo nuestro ánimo para que continúen con esperanza e ilusión su magnífica labor, que antes o después verán recompensada.
Y a vosotros, samartiegos, vilanoveses y santalleses, la Reina y yo os agradecemos vuestra cálida acogida y os felicitamos de todo corazón por este merecido premio.
Muchas gracias y enhorabuena de corazón.
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