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Discurso de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias durante la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias 2012
La Princesa y Yo nos sentimos honrados y dichosos, pues regresamos a nuestra querida Asturias, a esta cita anual de los premios en Oviedo, para celebrar el triunfo de la inteligencia, para reconocer el trabajo bien hecho, para ensalzar la generosidad y el altruismo, para proclamar que nuestros galardonados son un ejemplo para todos.
Porque creemos que quienes dedican su trabajo y su tiempo a la búsqueda de la verdad y de la belleza nos ayudan a encontrar caminos para avanzar hacia el futuro; porque sabemos que la obra de quienes anteponen la ética y el compromiso a cualquier deseo banal y el bienestar común al propio nos impulsa hacia esa vida más completa, más digna y mejor que anhelamos para todos. Nuestros premiados nos ayudan a mantener viva la esperanza; y en esta tarde de otoño -que es también una tarde de luz- refuerzan, una vez más, nuestra confianza en los nobles valores del espíritu humano.
Nuestra Fundación no es ajena a los desafíos y dificultades actuales. Ni puede ni quiere serlo. Por ello esta ceremonia tiene un significado tan especial. Porque, aunque sea por unas horas, tenemos con nosotros a quienes encarnan todo aquello que admiramos; y podemos expresarles cómo su ejemplo nos ayuda, nos alienta y nos reconforta.
En el año en el que España celebra el bicentenario de la Constitución de Cádiz, el primer texto constitucional con el que se inicia el tránsito a la modernidad en nuestro país, la lección de patriotismo de sus artífices, españoles -cómo se ha dicho- de ambos hemisferios, y el ejemplo de superación del pueblo español en aquel trance histórico son, asimismo, una gratificante fuente de inspiración para todos. Además nos llena de orgullo saber que aquel texto supuso una gran aportación al constitucionalismo y a la libertad sobre todo en América y en Europa.
Esta es una jornada para la gratitud. Gratitud hacia nuestros galardonados, por todo lo que representan de excelso. Y gratitud hacia quienes con su generosidad nos permiten seguir llevando a cabo nuestra tarea con la ilusión intacta: nuestros patronos y protectores, los jurados, los medios de comunicación y tantas personas que comparten con nosotros su entusiasmo, su admiración y el respeto por la obra de los premiados, protagonistas de esta ceremonia. Saludamos, además y muy especialmente, a los cientos de voluntarios de Cruz Roja y de los Bancos de Alimentos que nos acompañan hoy en Oviedo.
A cada uno de los galardonados, quiero darles mi enhorabuena más sincera y dedicarles ahora mis palabras.
El arquitecto español Rafael Moneo ha recibido el Premio de las Artes. Su nombre se une así al de otros insignes compañeros suyos de profesión premiados en ediciones anteriores, entre los que se encuentra quien fuera uno de sus maestros, Francisco Javier Sáenz de Oiza, navarro como el, al que estamos seguros que hoy recordará Moneo con especial emoción, como también hacemos nosotros.
Rafael Moneo trabaja con la lucidez e inteligencia de quien es plenamente consciente de que su labor puede y debe mejorar la vida de sus semejantes. No es ajena a esta actitud su vocación académica, su convicción de que la práctica de la arquitectura tiene que dialogar con la enseñanza y la reflexión intelectual. Todo ello se traduce en su destacada labor de magisterio, sobre todo en España y en Estados Unidos en cuya Universidad de Harvard fue decano del Departamento de Arquitectura.
El Museo Romano de Mérida, el Kursaal de San Sebastián, la ampliación del Museo del Prado, así como otros destacados proyectos internacionales, son ejemplos sublimes de su extraordinario talento. Son obras que ha sabido integrar magistralmente en la evolución histórica de la ciudad y en el paisaje urbano.
Afirma Rafael Moneo que esto es lo máximo a lo que puede aspirar una obra de arquitectura. Y algo que, enunciado así, parece fácil y simple, sin embargo, es una de las características más relevantes y difíciles de encontrar en los grandes proyectos arquitectónicos.
La filósofa estadounidense Martha Nussbaum ha sido galardonada con el Premio de Ciencias Sociales por su contribución a las humanidades, a la filosofía del derecho y a la ciencia política. Sus reflexiones abarcan multitud de temas tan diversos como las cuestiones de género, religión, desarrollo internacional, educación o teoría de la justicia social; todas con su conocido "enfoque de las capacidades".
El hilo conductor de su pensamiento es la vulnerabilidad humana: Por ello, Nussbaum, estudia cómo potenciar sentimientos y emociones positivas como la amistad y el amor e intentar acabar para siempre con otras negativas como la violencia, pues se muestra convencida de que es posible que los seres humanos nos pongamos de acuerdo sobre un conjunto de principios éticos universales pese a nuestras diferentes maneras de entender qué es el bien.
Martha Nussbaum, brillante helenista, admiradora y estudiosa de la filosofía socrática y aristotélica, ha reflexionado también sobre el proceso de degeneración de la educación, sobre ese "encogimiento del alma", como con sugerente expresión lo calificó Rabindranath Tagore. Nos advierte constantemente de la pobreza intelectual y ética que el abandono del estudio de las humanidades acarrea y nos exhorta a seguir trabajando para evitar los males inherentes a él.
En este mismo foro hemos escuchado a nuestros galardonados llamar la atención muchas veces sobre esta cuestión, sobre la urgencia de velar por la protección y el desarrollo de los estudios humanísticos como el mejor camino para alejar de nosotros la ignorancia, el desprecio y el olvido de nuestro pasado. Sin embargo, seguimos sintiendo cómo perdemos, apenas sin darnos cuenta, el inmenso caudal de sabiduría que contienen dichos estudios, y cómo, por desgracia, se difuminan los contornos de la auténtica formación de los seres humanos. Recordemos, no sin cierto estremecimiento, aquella pregunta que se hacía Thomas Eliot:
"¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en la información?"
Hoy reconocemos la grandeza y solidez del pensamiento y de la obra de Martha Nussbaum y le agradecemos su tenaz defensa de aquello que nos hace, en definitiva, más libres.
Shigeru Miyamoto, que ha recibido el Premio de Comunicación y Humanidades, es uno de los más distinguidos representantes de ese arte gráfico japonés que en las últimas décadas ha conquistado el mundo a través de los dibujos animados, el cómic -los famosos manga- y los videojuegos. Este último es el campo de Miyamoto, autor, entre otras, de dos series de videojuegos -La leyenda de Zelda y Super Mario- con los que han jugado y juegan millones de niños, adolescentes y también adultos en todo el planeta. Él ha declarado al conocer la noticia de su galardón que su sueño es seguir ofreciendo con su trabajo diversión y alegría a personas de todas las generaciones en todo el mundo.
Pero, ¿cuál es el secreto de este éxito verdaderamente mundial? Se diría que el talento de Miyamoto consiste en fundir elementos occidentales y orientales en sus videojuegos en una síntesis que resulta atractiva para jóvenes de todas las culturas. También recoge en su obra la tradición literaria japonesa de la figura del niño-héroe, como Link, el protagonista de La leyenda de Zelda, con quien pueden identificarse todos los niños del mundo.
Digna de elogio es asimismo la capacidad de los videojuegos de Miyamoto para provocar emociones y sentimientos positivos en los jugadores y también el aspecto educativo de sus creaciones, que huyen siempre de la violencia, pues con ellas se aprende a cumplir las reglas del juego, a alcanzar objetivos, a respetar al rival y se desarrolla la creatividad, la iniciativa y la inteligencia. Deseamos que siga creando con el mismo entusiasmo, aportando ese carácter vital y lleno de energía con el que consigue acercarnos a todos, como es su propósito, en la diversión y en la alegría.
El biólogo británico Sir Gregory Winter y el patólogo estadounidense Richard Alan Lerner han obtenido el Premio de Investigación Científica y Técnica por sus contribuciones decisivas en el campo de la Inmunología, que han hecho posible la obtención de anticuerpos de gran valor terapéutico. Sus trabajos ilustran las posibilidades inmensas de la Biotecnología actual para intervenir en células y materiales biológicos, modificando sus capacidades y encauzando su actividad hacia aplicaciones de gran utilidad.
Sir Gregory Winter ha descubierto que es posible obtener anticuerpos en células de animales modificadas, de manera que se comporten como anticuerpos capaces de funcionar, sin rechazo, en el organismo humano. El Dr. Richard Lerner, fascinado también por la inmensa variedad de los anticuerpos que nuestro organismo puede producir, ha concebido y diseñado nuevas posibilidades para manejarla, e incluso, para ampliarla en el tubo de ensayo. El procedimiento que ha desarrollado permite aumentar el repertorio de anticuerpos naturales, creando lo que se llama "bibliotecas combinatorias de anticuerpos".
Nosotros somos testigos a diario de las extraordinarias consecuencias prácticas del trabajo de los doctores Winter y Lerner: un mejor diagnóstico y un tratamiento más eficaz de las muchas enfermedades que todavía aquejan a la humanidad. Gracias a la inteligencia, la vocación y el compromiso de quienes, como ellos, dedican su vida al avance del conocimiento, mejoramos la calidad de nuestra vida.
Del mismo modo, agradecemos al escritor estadounidense Philip Roth, que ha recibido el Premio de las Letras, la experiencia única e irrepetible que nos proporciona la lectura de sus novelas, el cúmulo incesante de sensaciones y de ideas con las que construye sus historias, el penetrante análisis que hace de la realidad y el viaje en el tiempo en el que nos embarcamos con sus obras hacia tantos sueños cumplidos y tantas utopías fracasadas con los que está construida la historia de su país y de su ciudad natal, Newark.
Utilizando en muchas ocasiones la ironía, Philip Roth interpreta y desmenuza con sorprendente capacidad y con gran valentía los usos y costumbres sociales y la manera de relacionarse y de actuar de los seres humanos, en particular, de los judíos americanos. Reflexiona, también de forma inteligente y lúcida, sobre la muerte, el desastre, el sexo, el caos, con una prosa sugerente, de gran perfección lingüística y efectividad emocional. Novelas como El lamento de Portnoy, Pastoral americana o Némesis, por citar solo algunas, son obras maestras por las que Philip Roth será siempre reconocido como uno de los más grandes escritores norteamericanos, un maestro admirado en todo el mundo.
El Premio de Cooperación Internacional ha sido otorgado al Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. De inmediato pensamos en los millones de voluntarios que colaboran con él y que, como hacen a diario, también esta tarde sentirán el orgullo de pertenecer a una de las redes humanitarias más prestigiosas del mundo.
Es una labor gigantesca la que la Cruz Roja y la Media Luna Roja llevan a cabo: prevenir y aliviar el sufrimiento humano, proteger la vida y la salud y hacer respetar la dignidad de las personas, especialmente en tiempos de conflicto armado y en situaciones de crisis y de necesidad en cualquier lugar del planeta. Hermosos son, además, los principios por los que se rige el Movimiento: humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, voluntariado, unidad y universalidad. Desde hace casi 150 años, la Cruz Roja y la Media Luna Roja trabajan para que brille la solidaridad en el mundo, con vocación de servicio público, de una forma desinteresada y profundamente generosa.
La tarea de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja se apoya sobre la entrega altruista de tantas personas que ayudan y asisten a los más desfavorecidos, a los más necesitados, a los más vulnerables. En España, donde más de 200 mil voluntarios mantienen viva la labor de esta organización, podemos sentirnos especialmente orgullosos de ayudar a mantener los niveles de eficacia y de entrega de la Cruz Roja internacional, aportando el espíritu solidario que caracteriza a nuestra sociedad y que hoy nos gustaría destacar de manera especial.
La ejemplaridad brilla asimismo en nuestros galardonados con el Premio de los Deportes, los futbolistas Iker Casillas y Xavi Hernández. Ambos simbolizan, en palabras del jurado, "los valores de la amistad y el compañerismo más allá de la máxima rivalidad de sus respectivos equipos". Son un modelo para los jóvenes por su deportividad y buen juego, sin duda; pero también por su actitud conciliadora y por esa amistad de años que ha sido destacada con motivo de la concesión de este premio como un valor añadido fundamental a sus importantes éxitos deportivos. En definitiva, premiamos en Iker y Xavi la grandeza de espíritu, la excelencia personal, además de la profesional.
Todos estos valores redundan en beneficio del deporte. Sabemos que son inherentes a las competiciones deportivas la rivalidad, la ambición, la competitividad, los deseos de ganar al contrincante, de conseguir más medallas, más trofeos, más triunfos que los demás. Pero, precisamente por ello, es tan destacable comprobar cómo toda esa rivalidad y lucha deportiva se puede dar compartiendo una profunda amistad. Porque la amistad es afecto, sinceridad, comprensión, ayuda y colaboración. Ahí radica la grandeza del ejemplo de Iker y de Xavi, de Xavi y de Iker; en su elevado nivel de humanidad, en la altura de sus sentimientos, que hoy reconocemos.
Ellos, de alguna forma, también representan hoy aquí a todos los que en el mundo del deporte cultivan estos valores humanos, fomentan la convivencia y la solidaridad y administran con prudencia el éxito y la fama.
Escribió el poeta alemán Goethe: "La civilización es un permanente ejercicio en el respeto. El respeto a lo divino, a la Tierra, al prójimo y, por ende, a nuestra propia dignidad". Así, con un enorme respeto por los seres humanos y por su dignidad, trabaja la Federación Española de Bancos de Alimentos, que ha recibido el Premio de la Concordia: ofreciéndonos un extraordinario ejemplo de qué es civilización, un permanente ejemplo de justicia.
Hemos destacado ya, al hablar del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja el espíritu solidario que caracteriza a la sociedad española y cómo, en momentos de especial dificultad, se hace más valioso y más necesario que nunca. Lo mismo sucede con los Bancos de Alimentos. Su labor, tenaz y respetuosa con la necesidad de tantas personas, debe ser para todos un motivo de orgullo pero también una ocasión única para la reflexión sobre las carencias y dificultades enormes de tantos españoles.
Todos ellos saben que siempre pueden contar con los voluntarios de los bancos de alimentos que son además, en una gran mayoría, personas ya jubiladas; personas que entregan su tiempo y su esfuerzo para aliviar la necesidad ajena, para proporcionar consuelo a los que están sufriendo de manera especialmente dura la crisis económica. Lo hacen además velando porque se cumplan escrupulosamente las bases de gratuidad, justicia en la distribución, transparencia y promoción de la solidaridad y de la cohesión social, sobre las que se cimenta su actividad.
El sueño de sus responsables es que los bancos de alimentos dejen algún día de ser una necesidad social. Y al repetirlo aquí nos gustaría que la grandeza de ese sueño y la lección de su obra sean asumidas por todos.
Señoras y señores:
Llega a su fin esta ceremonia de homenaje a la ejemplaridad a la que nuestros premiados han dedicado sus vidas. La Fundación, desde 1981, pretende -como hoy- que las obras que más enaltecen a los seres humanos y sus sentimientos más nobles se ofrezcan desde Asturias a toda España; y que la voz de nuestros premiados suene con fuerza en este Teatro para que sean referencia y guía, especialmente en los tiempos que vivimos.
Son tiempos extraordinariamente complejos y difíciles, sin duda. Pero no quisiera clausurar este acto sin afirmar también que son tiempos de mirar hacia el futuro con esperanza y con responsabilidad, tiempos para la convivencia.
Y en ellos, nuestros representantes políticos tienen legítimamente la gran tarea de encauzar y dar respuesta a los graves problemas que vivimos, especialmente a los derivados de la crisis económica. No cabe mayor exigencia de compromiso y responsabilidad de los poderes públicos ante los ciudadanos. Los sacrificios que están haciendo tantos españoles, la grave preocupación e incertidumbre de otros muchos por su futuro, acentúan aún más ese deber de todas las instituciones del Estado de servir a los ciudadanos, de animar su vitalidad y confianza, atendiendo en todo momento a los intereses generales y teniendo como norte su bienestar.
Afrontar las adversidades requiere también un compromiso de todos; un espíritu de colaboración compartido. Sabemos que el pesimismo, la resignación o el desaliento no nos acercan a la solución; y sé que no es nada fácil para muchos ciudadanos mantener alto el ánimo. Pero aún así necesitamos promover y alentar una conciencia social que valore lo mucho que tenemos de positivo, que reconozca nuestras capacidades y fortalezas, potencie nuestra autoestima, y nos ayude a proyectar una buena imagen de nuestro país; que alimente, en definitiva, la esperanza del conjunto de los ciudadanos.
La crisis económica actual, nos obliga, además, a una reflexión rigurosa orientada a que ese espíritu colectivo recupere, también, valores extraviados en los últimos tiempos, aunque nunca definitivamente perdidos. Hoy, aquí mismo, nos hemos acercado a los ejemplos de generosidad, integridad, esfuerzo y excelencia que representan nuestros premiados. Son valores que dignifican a las personas y a sus obras. Son valores permanentes para nuestra sociedad, pues como afirma nuestro Premio Príncipe de Asturias Tzvetan Todorov (2008) "La ética es la mejor herramienta para proteger la riqueza de las naciones, su creatividad, sus peculiaridades y su capital social".
Señoras y señores,
Aún cuando nuestra preocupación prioritaria sea la crisis económica y cómo salir de ella, no debemos dejar de pensar también en la España que queremos en este siglo XXI.
Estamos viviendo, desde hace años, cambios muy profundos que afectan a nuestro modelo de vida, a nuestra economía; incluso a la propia evolución política de Europa. Vivimos en una sociedad que acelera el tiempo y acorta las distancias; que hace de la transformación y el cambio la norma, la regla general; y que está dando lugar a un nuevo escenario de mayor complejidad para todos. Y debemos asumir que todo ello exige nuevas mentalidades y nuevas actitudes, nuevos comportamientos individuales y colectivos; exige elevar la mirada y ampliar nuestro horizonte hacia el futuro, con una mente abierta, con valentía y con ambición de avanzar y de estar en vanguardia; cultivando siempre, como dice nuestra premiada Martha Nussbaum, la capacidad de reflexión y el pensamiento crítico.
Los españoles tenemos ante nosotros, en estos momentos, nuevos objetivos comunes en los que trabajar unidos, concentrando toda nuestra energía para llevar a España por el camino del S.XXI: que será, más que nunca, el siglo del conocimiento, la ciencia, y las nuevas tecnologías; de la innovación, la comunicación y la creatividad; también el siglo de un humanismo renovado.
Esos objetivos implican grandes retos en un contexto internacional en el cual tenemos que ser conscientes de que, como respuesta a la imparable interdependencia, el mundo avanzará cada vez más hacia una mayor integración política y económica. Necesitaremos más respuestas globales a los problemas que ya hace tiempo lo son. Esto supone afrontar enormes desafíos que solo podremos superar e influir en ellos a nuestro favor, si todos los españoles colaboramos y caminamos en la misma dirección.
En ese camino también todos conocemos muy bien el valor de la convivencia. Desde el año 1978 millones de españoles hemos sido educados en libertad y democracia; hemos aprendido a expresar nuestras opiniones y a escuchar y valorar ideas distintas a las nuestras; también a resolver nuestras diferencias respetando las leyes en el marco de nuestro Estado de Derecho, que tantos sacrificios nos ha costado alcanzar.
Y a lo largo de estos años de democracia, todos juntos, hemos acumulado un patrimonio extraordinario de libertad, de respeto y de civismo, como nunca antes en nuestra Historia, que debemos cuidar, proteger y -como toda obra humana- acrecentar y perfeccionar.
De esa manera, hemos de seguir construyendo nuestro futuro paso a paso; con un pie firme en el presente y con una decidida voluntad de superar los desencuentros; preservando los afectos y manteniendo vivas las emociones y los sentimientos que compartimos, forjados a través de nuestra larga historia común. Un futuro basado en el respeto y la confianza mutua entre todos los españoles y en el que podamos trabajar cada uno con su propia personalidad y con espíritu constructivo en una empresa común, en un mismo proyecto de convivencia.
Señoras y Señores,
Los españoles vivimos momentos decisivos de nuestra historia. Estamos obligados a dar, cada uno, lo mejor de nosotros mismos. Como Heredero de la Corona desempeño mis responsabilidades con ilusión, orgullo y plena confianza en nuestro futuro; y procuro, -he procurado desde siempre-, servir a los intereses generales de España con vocación y espíritu integrador. Es, sin duda, mi obligación, es mi deber; pero es también mi convicción. Es lo que pienso, lo que siento y en lo que creo.
Muchas gracias
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