Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos
4 O viedo | T eatro C ampoamor | 27 de noviembre de 1993 La institución de los premios Príncipe de Asturias ha sido una muestra de sensibilidad histórica. Han contribuido y contribuyen poderosamente a fomentar lo que más falta nos hace: la conciencia de nuestra identidad y la confianza en nosotros mismos. Son un signo de reunión, una llamada que nos reconcilia con nuestro pasado y una invitación a ser lo que somos. Sin embargo, es imposible encerrarlos en las fronteras de la comunidad hispánica, pues las obras y las actividades premiadas son universales y transcienden las fronteras nacionales y los límites de las culturas. Las ciencias no tienen patria o, más exactamente, su patria es el entendimiento humano, que está en todas partes y no pertenece a ningún lugar: brota ahí donde sopla el espíritu. Las leyes científicas carecen de color local y las ecuaciones no tienen papeles de identidad. Se me dirá que las obras literarias están hechas de palabras; cada pueblo y cada cultura posee un lenguaje que es distinto al de los otros pueblos y culturas. Es cierto. Pero cada lenguaje es una visión del mundo y cada una de esas visiones es una ventana abierta a los otros lenguajes. Dicen que el alma eslava es misteriosa e incluso impenetrable; no obstante, gracias a Dostoyevski y a Tolstoi, puedo conversar silenciosamente con Iván Karamazov o llorar y reír con Ana Karenina. La poesía, se dice, es intraducible. No estoy muy seguro; en cambio, sí lo estoy de que la historia de la poesía en todas las lenguas, y particularmente, en la época moderna, es la historia de muchas traducciones: Darío es impensable sin Verlaine, Eliot sin Laforgue, y así sucesivamente. ¿Y la artes visuales y la música? Cada una de esas obras, si en verdad es obra, es un universo cerrado que de pronto se abre, no como una frontera sino como un fruto o un astro. Para penetrar en sus cámaras secretas no necesitamos un visado: basta con amarlas y contemplarlas. Lo mismo puede decirse de las otras actividades que premia la Fundación Príncipe de Asturias, trátese de la comunicación, de la solidaridad social o del deporte. Los premios, sin dejar de ser un reconocimiento a las obras de la comunidad hispánica, van más allá de esa comunidad: reconocen la universalidad del ingenio humano y de la virtud, que es de todos los hombres. En esta hora sombría de regreso de los nacionalismos, los premios de la Fundación Príncipe de Asturias nos recuerdan que cada obra está hecha por un hombre o por un grupo de hombres, pero que su destinatario es plural: los hombres. Octavio Paz, en representación de la revista Vuelta — Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 1993 El escritor mexicano Octavio Paz (1914-1998) fue el fundador de la revista Vuelta . _ Fragmento del discurso ofrecido con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades el 27/11/1993.
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