Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos
8 O viedo | T eatro C ampoamor | 8 de noviembre de 1996 dos hombres que han vivido en carne propia la idea de que, con dolorosa frecuencia, el destino de los seres innovadores e insobornables es la soledad. Indro Montanelli es una figura clave del periodismo europeo de nuestro siglo, tanto en sus fun- ciones de colaborador o corresponsal, como ejerciendo las más altas responsabilidades al frente de empresas de comunicación. Con pasión, inteligencia y grandes dosis de entereza y valor, Montane- lli ha representado durante casi medio siglo la voz independiente y enfrentada a dejarse arrastrar por corrientes o modas efímeras, a veces incluso en situaciones muy difíciles para su país. En momentos de confusión y desconcierto, muchos europeos se han sentido orientados por la postura de Montanelli, por sus agudos análisis de la realidad y sus perspicaces advertencias para precaverse contra engaños interesados y errores. Acaso la hondura de sus convicciones, así como el ardor con el que siempre las ha defendido, provengan de su profundo amor a la historia, que, como decía Cicerón, es «testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, heraldo de la antigüedad». Por eso puede Montanelli hablarnos a todos de cuáles fueron las causas últimas de lo que hicimos y qué es lo que nunca debemos repetir. A Julián Marías, el premio le compensa solo mínimamente sus incontables méritos. Discípulo de Ortega y Gasset, a quien ha dedicado muchas páginas esclarecedoras, ha desarrollado siempre su pensamiento dentro de una limpia trayectoria intelectual. Sus obras, nacidas de una inagotable curiosidad, han abarcado aspectos diferentes de la activi- dad humana, desde la antropología a la historia, desde el ensayo literario hasta los densos caminos de la metafísica. En todos los casos, Julián Marías ha proporcionado perspectivas renovadoras acerca del hombre y de su lugar en la sociedad, siempre convencido de que la filosofía, que ha de estar al servicio de la vida, es la disciplina que sitúa al ser humano en la cima de la creación. Marías ha hecho inteligible la grandiosa singularidad de la historia de España, recinto entra- ñable e inseparable de convivencia, al mismo tiempo que reclama la imprescindible necesidad de conservar y reforzar nuestros vínculos con América. Son frecuentes también sus reflexiones sobre el proceso de unión europea, sobre sus luces y sus sombras. Buena parte de su pensamiento ha vis- to la luz en forma de artículos de prensa, de tal suerte que, para la mayoría de sus lectores, las ideas siempre claras, siempre expuestas de manera noble y sencilla, han constituido una ayuda constante y un impagable ejemplo intelectual y ético. El Premio Príncipe de Asturias de las Letras ya está en manos de Francisco Umbral. Pocos ca- sos habrá como él de escritor puro, en quien vida y creación literaria se confunden. Nos muestra, con la deslumbrante claridad de los grandes creadores, la importancia que la literatura tiene para modelar nuestra visión del mundo y del hombre y para colaborar decisivamente en la educación de la sensibilidad humana, una de las claves del auténtico progreso. Umbral es un artista de la palabra, que se asoma día tras día a las páginas del periódico para ofrecernos su punto de vista sobre la actualidad, arropado por una portentosa inventiva verbal. De escritura acerada y tierna a la vez, puede acariciar con su palabra nuestras conciencias y puede fustigarlas como un látigo; puede, y sabe, elevarse a la cima del sentimiento poético o pene- trar con paso desgarrado por los más recónditos arrabales del vocabulario. La labor periodística de Francisco Umbral es solo una parte de su caudalosa obra, que nos ofrece novelas de desolada y lírica intensidad, ásperos retratos del inframundo madrileño o unos nuevos episodios nacionales que, sin dejar de ser ficción autónoma, iluminan con relampagueantes intuiciones la reciente historia de España. El Premio Príncipe de Asturias de las Artes reconoce este año en el valenciano Joaquín Rodrigo una obra que es paradigma de lo artístico. Este grandioso compositor, cuya figura honra a nuestra patria y que se encuentra representado en este acto por su hija debido a su delicado estado de sa- lud, funde con originalidad y elegancia lo popular y lo culto, lo tradicional y lo nuevo. Pronunciar su nombre es invocar la música en estado puro. Millones de personas en todo el mundo han sentido estremecimiento al dejarse mecer por los acordes de la música de Joaquín Rodrigo, que llega a grados de excelsa perfección y despierta en nosotros melodías que no solo
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