Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos
9 P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos prolongan la tradición del genio musical español, sino que son el resultado de una fresca e intensa originalidad. Consagrado por el inmortal Concierto de Aranjuez, en cada una de sus obras expresa el maestro Rodrigo la hondura del ser español con un lirismo inconfundible. Él es el embajador de la música española traducida a la guitarra, instrumento especialmente nuestro, que ha sabido dotar de una fisonomía nueva dirigida a las salas de conciertos. Hacia él miran los guitarristas con veneración, ya que de su mano han logrado la gloria y el aplauso de todos los públicos. A su ejemplo atienden también los jóvenes compositores, porque Joaquín Rodrigo ha ganado fama sin dejar de ser jamás riguroso y honrado, dos principios que conforman la autoridad de los grandes creadores. Se ha otorgado este año el Premio de Ciencias Sociales al historiador británico Sir John Elliott. Pocos estudiosos han sabido aproximarse, como este insigne maestro, a nuestro pasado, y en es- pecial a la España de los siglos xvi y xvii . Nos ha contado que, siendo casi un adolescente, la contemplación de algunas escenas de los cuadros del Museo del Prado ya le hizo entrever algo de lo que Unamuno llamó la intrahistoria de nuestro país. Desde entonces, sus investigaciones, prolongadas en su cátedra de la Universidad de Oxford, no han hecho sino tratar de explicar la historia de España, sus problemas cruciales, que requerían nuevas luces e interpretaciones rigurosas. Porque existen pocas tareas tan delicadas como la del historiador, que debe mantener con denuedo una ideal objetividad y no dejarse llevar por sus opi- niones o creencias personales al analizar los hechos pretéritos. Esta es la grandeza de esta ciencia y de ahí que sea tan impor- tante para los pueblos cultivarla, transmitirla de generación en generación como lo más valioso de su patrimonio y enseñarla desde la verdad. Una de las principales aportaciones de John Elliott es la de haber contribuido con sus profundos análisis a deshacer visio- nes estereotipadas o tópicas de nuestra historia. Elliott pertene- ce a esa brillante pléyade de hispanistas que estudian a España porque la aman y que han comprobado por sí mismos cómo el amor crece con el conocimiento del objeto amado. Valentín Fuster, Premio Príncipe de Asturias de Investiga- ción Científica y Técnica, es ejemplo admirable de una vida entregada de lleno a ayudar al ser humano en sus intentos por superar los límites que le marca la naturaleza. Su obra no solo es una muestra de su valor personal sino que también encarna el valor de la ciencia cuando se dirige a mejorar la existencia del hombre. Empeñado desde hace muchos años en la lucha tenaz contra las enfermedades coronarias, este médico catalán ha estudiado, sin conceder un momento al desánimo o a la fatiga, una de las dolencias más terribles que afligen al hombre contemporáneo. Desde la convicción de que los esfuerzos clínicos son insuficientes para avanzar con rigor si no van acompañados por la investigación básica, Valentín Fuster ha sabido atender estos dos frentes y armonizar sus resultados, al tiempo que ha dado muestras de su extraordinaria formación científi- ca y de su singular capacidad de organización, llevando adelante el trabajo de equipos numerosos altamente especializados. En él vemos representados a otros científicos españoles, obligados a emigrar en busca de me- jores medios para desarrollar su tarea, y deseosos, en muchos casos, de regresar e integrarse en nuestra comunidad investigadora. Un gran poeta de su Cataluña natal, Salvador Espríu, cantó la melancolía del ser humano y su vivir con estos versos: No quedan surcos en el agua, ninguna señal de la barca, del hombre, de su paso. «El sentimiento europeísta de los pueblos de España, que se ha ido forjando a través de los tiempos, y en el que Asturias tuvo su propio papel, tiene continuidad en nuestros mejores intelectuales de este siglo.»
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