Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos
10 O viedo | T eatro C ampoamor | 8 de noviembre de 1996 Pero no todo se pierde y se olvida. Los grandes hombres, como nos muestra este mismo poeta, permanecen siempre en el recuerdo. Y Valentín Fuster, sin duda, dejará una huella imborrable en el elenco de los insignes investigadores de la ciencia española que encabezan Ramón y Cajal y Se- vero Ochoa, verdaderos hitos de la cultura humana y estímulo permanente para nuestra juventud. El progreso del hombre es inseparable de su lucha por superarse a sí mismo y el deporte es una manifestación específica de esa aspiración. Este sentido tiene la concesión del Premio Príncipe de Asturias de los Deportes al atleta norteamericano Carl Lewis. En él, ese empeño por superarse y por superar a los demás en noble lid tiene relieves excep- cionales. Sus victorias, acreditadas por nueve medallas de oro en cuatro juegos olímpicos y casi otras tantas en campeonatos del mundo, le hacen un deportista que difícilmente será olvidado por las generaciones futuras, a las que también deja el ejemplo de su combate contra la droga, que tantas vidas empobrece y degrada, sobre todo en los jóvenes, y contra la que es preciso luchar sin descanso. La poderosa carrera de Carl Lewis es fruto de sus facultades personales, pero también es el resultado de un esfuerzo tenaz de preparación y de una ejemplar y admirable disciplina, virtudes todas que, como en la Grecia clásica, salen triunfantes al final de cada una de sus competiciones. El esfuerzo, los merecidos triunfos y las medallas logradas por Carl Lewis no deben ocultarnos lo que de verdad importa, lo que resplandece detrás de cada carrera vertiginosa, de cada salto inverosímil, de cada brillante demostración de dominio corporal: la lección del sacrificio, del afán de perfec- ción física y moral que debe constituir el fundamento y el ejemplo perdurable de todo deportista. Los españoles vivimos a mediados de los años setenta un delicado y fundamental proceso de transición política que llevaba consigo una profunda transformación social. Era preciso conjugar armónicamente, sin tensiones ni violencias, dos tiempos diversos para asegurar así la convivencia en paz en el camino hacia la democracia. Era preciso superar las diferencias del pasado y neutrali- zar viejos recelos para abrirse a un futuro de ilusiones compartidas. Una tarea de esta índole exigía un esfuerzo de concertación a la que contribuyó decisivamente una persona dotada de flexibilidad, afán de diálogo y de entendimiento, amor a la libertad, respeto a las ideas ajenas, mucho coraje y no poca capacidad de persuasión. Hacía falta alguien que, ade- más de reunir estas infrecuentes virtudes, pusiera la vida en el empeño. Esta fue la obra de Adolfo Suárez, que hoy ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Encauzando los anhelos de libertad del pueblo español, con la generosa y entusiasta colaboración de otras personas y grupos políticos y con el decidido aliento de la Corona, Adolfo Suárez hizo posible lo que muchos tratadistas políticos, basán- dose en su conocimiento de España y en la experiencia de otros pueblos, habían considerado imposible. Logró aunar volunta- des que parecían contrapuestas, dirigió sin violencia las ener- gías latentes de una sociedad hacia la tolerancia y el diálogo y cerró distancias y cicatrices y, en fin, realizó desde su Gobierno la gran misión de devolver España a los españoles mediante el establecimiento de la democracia, la forma de gobierno que Goethe consideraba la mejor, «aquella que nos enseña a gobernarnos a nosotros mismos». Quienes protagonizaron la transición, y muy en particular Adolfo Suárez, vivieron la expe- riencia irrepetible de reescribir su propia historia, liberándola de viejos fantasmas y abriendo un horizonte de esperanza. Los españoles que vivimos la libertad recobrada podemos decir de aquella generación que gracias a su ayer existe para nosotros un presente en paz y también un mañana pleno de esperanza. Pocas personalidades políticas de nuestros días se hallan más estrechamente unidas al nuevo concepto de Europa que la del canciller alemán, Helmut Kohl, Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. Su labor incansable en favor de la Unión Europea, su profundo interés «Quienes protagonizaron la transición, y muy en particular Adolfo Suárez, vivieron la experiencia irrepetible de reescribir su propia historia, liberándola de viejos fantasmas y abriendo un horizonte de esperanza.»
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