Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos 7 Discurso XX Con honda y contenida emoción, regreso ilusionado a Asturias para presidir esta solemne cere- monia en el año en que celebramos la vigésima edición de nuestros premios. El reencuentro anual con las gentes, los valles y los bosques —ahora iluminados por el otoño— de esta querida tierra, es siempre para mí un motivo de intensa alegría, que se acrecienta con la circunstancia feliz de esta conmemoración. En primer lugar, quiero felicitar con todo mi afecto a los premiados, cuya obra abnegada nos conforta y cuyo ejemplo es guía y estímulo para que todas nuestras horas sean, como las suyas, sacrificadas y verdaderas. Son ellos, junto a los que les han precedido, los que nos hacen crecer. Su contribución nos refuerza en la ilusión y esperanza que tenemos depositadas en esta Fundación. Agradezco vivamente la compañía con que nos honran hoy las personalidades y altas represen- taciones de España y de otros países. Una gratitud que extiendo con especial cariño a mis padres, Sus Majestades los Reyes, por- que Ellos han alentado de manera decisiva, a lo largo de estos veinte años, las tareas de nuestra Fundación, que rinde tributo a los más elevados valores morales, con los que está firmemente comprometida la España constitucional y democrática. Sin esos valores, la humanidad sería espi- ritualmente más pobre, menos solidaria y aún más injusta. Por ello, es motivo de enorme orgullo para nosotros poder contribuir desde aquí a fomentarlos, con modestia, pero con la convicción y firmeza necesarias. El eco de nuestros galardones resuena internacionalmente cada vez más. Este éxito es la con- secuencia de un trabajo ilusionado y del profundo compromiso con los principios éticos más in- sobornables. Porque sin altura de miras, sin autenticidad, sin elevación espiritual, no es posible construir nada creíble ni perdurable. A lo largo de este tiempo, Asturias ha contribuido de manera relevante al progreso de estos premios, que ya son, desde aquí, de todos los españoles. Agradezco a los asturianos esta inolvidable actitud, tan en sintonía con su histórica y generosa entrega a España. Un reconocimiento que tam- bién expreso de manera especial a los patronos de la Fundación, a los jurados y a todas las personas que discreta y apasionadamente han hecho posible lo alcanza- do. Pero en este aniversario quisiera destacar expresamente la visión y el trabajo eficaz de Sabino Fernández Campo, de nues- tros presidentes Pedro Masaveu, Plácido Arango y José Ramón Álvarez Rendueles y del equipo de la Fundación, tan generosa y acertadamente dirigido por Graciano García. Muchas gracias. En el umbral de un nuevo siglo y confortado por todos estos sentimientos de gozo, me satisface señalar ante esta audiencia internacional que España continúa por la senda de la libertad y del progreso; una andadura que nuestra nación hace esperanzada, con vigor, liberada de viejos pesimismos que tanto ensombrecie- ron otras épocas de su caminar por la historia. Existen problemas que resolver, ciertamente, como los que se viven en el País Vasco, en donde todos tenemos, como Unamuno, el «corazón del alma». Porque creemos que solo se puede cons- truir un futuro digno ensalzando lo que une y no ensanchando lo que falsamente separa, integran- do y no excluyendo, mantenemos la firme esperanza de que el final de tanto dolor no puede estar lejos. Siempre hay un lugar para el encuentro y el entendimiento entre los que anteponen el valor supremo de la vida al fanatismo y al crimen. Esta tarde nos permitimos recordar con la más profunda gratitud y emoción a quienes allí, arriesgando sus vidas, defienden heroicamente nuestra convivencia en libertad y en democracia, conseguida con tantos sacrificios. Su compromiso y su valor ejemplares nos hacen a todos más «Sin altura de miras, sin autenticidad, sin elevación espiritual, no es posible construir nada creíble ni perdurable.» Ver vídeo

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