Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

9 P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos Discípulo directo de la llamada «teoría crítica» de la Escuela de Frankfurt, en la que creció y se desarrolló intelectualmente, ha creado una obra amplia y trascendente que nos ha presentado como el discurso filosófico de la modernidad. En ese discurso, Habermas ha explicado las raíces y estruc- turas del conocimiento social, los fenómenos de la ciencia y la tecnología, las teorías de la acción comunicativa o las llamadas patologías de nuestro tiempo. Influido por la visión sobre la guerra y el nazismo de su generación, ha prestado una atención especial a la teoría y reflexión políticas, y especialmente al estado de derecho y sus categorías, así como a las relaciones entre derecho y poder. Además de teórico, Jürgen Habermas ha destacado también como intelectual, en la mejor tra- dición de los grandes hombres de letras europeos, interviniendo de manera decisiva en los más im- portantes debates públicos, como el europeísmo y la construcción europea, cada vez que su criterio o su conciencia así se lo han exigido. Se ha mostrado como agudo observador y a veces crítico con el ejercicio del poder y sus actuaciones, buscando siempre la defensa de la ley, la razón y la moral. Pero de muy poco servirían los derechos humanos si no protegiéramos al mismo tiempo el medio natural en el que estos se ejercen y se disfrutan, si no apoyáramos y preserváramos la di- versidad de formas de vida que se dan en nuestro planeta. En este sentido se inscribe este año el Premio de Investigación Científica y Técnica, concedido a la etóloga británica Jane Goodall. Su amor hacia la observación y el estudio del comportamiento de los animales —especialmente de los chimpancés—, tiene su origen en otro amor: el que, desde niña, le inculcó su madre hacia los libros, procurándole todos los estímulos para que, con esfuerzo y oportunidad, se dedicase a aquello que más amaba, la vida animal. Esa ocasión decisiva surgió cuando, a los veintitrés años, viajó a África por vez primera. Desde entonces, y a lo largo de más de cuarenta años, vive entregada al estudio de la vida de los chimpancés, particularmente de los de la reserva de Gombe Stream, en Tanzania —aunque se ha preocupado también de Burundi, Sierra Leona o Gambia—, trabajando muchas veces en las condiciones más adversas. El resultado de su apasionado trabajo de muchos años ha sido recom- pensado con numerosos premios y distinciones, entre otros, los veinte doctorados honoris causa que se le han concedido. El estudio de las conductas de los primates ha llevado a Jane Goodall —así como a la escuela de investigadores que ella ha formado y al Instituto que lleva su nombre— a esos niveles de conoci- miento científico en los que no solo está implicado el comportamiento de la especie humana sino el de toda la naturaleza, de cuya conservación y protección es una apasionada defensora. Además, se ha dedicado con ahínco a fomentar entre la juventud el amor, la compasión y el respeto hacia todos los seres vivos y el entorno en el que se desenvuelven, demasiadas veces amenazado por la ignorancia y la codicia humanas. Por eso, y uniéndonos a su hermosa dedicación, parece conveniente llamar la atención sobre las graves consecuencias de las alteraciones medioambientales que sufre nuestro planeta y sus causas, que producen honda preocupación en todos los ámbitos, sin distinción de razas, pueblos o fronteras. La humanidad tiene ante sí uno de los mayores desafíos que se le ha planteado a lo largo de su maravillosa y excepcional aventura en el planeta, pues solo acciones de todos y para todos, única- mente soluciones globales, pueden hacer frente a este riesgo de creciente gravedad. Es preciso afrontar esta misión con esperanza y con el mismo optimismo y la misma fe en el género humano que manifiesta Jane Goodall, para quien cada vez somos más las personas empe- ñadas en unir manos y corazones en un esfuerzo conjunto encaminado a hacer de nuestro mundo un lugar mejor. En España hemos sido testigos este año de cómo miles de voluntarios, en las costas del Atlántico y del Cantábrico, daban a todos ejemplo, de manera espontánea y generosa, de esa actitud realmente admirable, de la que nos sentimos solidarios y orgullosos. Se ha concedido el Premio de los Deportes al Tour de Francia, la más prestigiosa competición ci- clista del mundo, que celebra este año su centenario. Una vez más, el esfuerzo individual llevado has- ta la abnegación y la labor de equipo de los deportistas, junto a una excelente organización, se funden para dar lugar a una de las competiciones seguidas y admiradas con más fervor en todo el mundo.

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