Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos
10 O viedo | T eatro C ampoamor | 22 de octubre de 2004 de los horizontes vitales de nuestros jóvenes tiene este intercambio de experiencias en un mundo cada vez más abierto. Una vez más, se constata que la educación y la cultura son insustituibles para la convivencia y el conocimiento mutuo como instrumentos de ampliación de las oportunidades individuales y a la vez como factores de integración y de paz social. La calidad y la autenticidad humanas garantizan desde siempre el valor excelso del arte y su carácter ejemplar. Así sucede con el músico y guitarrista español Paco de Lucía, a quien se le ha concedido el Premio de las Artes por la dimensión universal de su obra, por su creatividad y por lo genuino de su trabajo, a la vez innovador y respetuoso con lo esencial del flamenco, arte vital de la cultura andaluza, tan universal y tan nuestro. Los sones de la guitarra de Paco de Lucía, su fidelidad a una tradición y, al mismo tiempo, su ori- ginalidad y heterodoxia, han convertido sus versiones de la obra de Albéniz, Falla, Granados, Turina o Joaquín Rodrigo en una gloria de musicalidad y belleza, que ha combinado brillantemente con ritmos y temas de otros países, hasta el punto de que muchos de ellos pertenecen ya a la memoria colectiva. Decenas de volúmenes de guitarra solista e infinidad de grabaciones junto a otros grandes maestros del arte flamenco —con los que él ha sido un destacado y generoso colaborador— avalan su obra, en la que destaca asimismo el carácter formativo que ha tenido para intérpretes de otros países. Paco de Lucía se ha convertido en un maestro admirado por músicos del mundo entero y especialmente por los jóvenes mú- sicos españoles. Ellos y todos nosotros admiramos el carácter revolucionario de su interpretación, que expresa con una ener- gía, velocidad y brillo, con una inspiración y un virtuosismo únicos, nacidos de unas extraordinarias condiciones naturales que a todos maravillan y que un gran poeta ha descrito con bellas palabras al decir que es el primer artista que ha hecho sonar en la guitarra flamenca —a partir de él más difícil, más temible y hermosa— la protesta, la memoria insomne y la rabia. El Premio de la Concordia ha sido concedido al camino de todos los caminos, al Camino de Santiago, una ruta milenaria labrada por millones de peregrinos que, a lo largo de los siglos, han viajado a través de ella buscando trascendencia, comunicación y sentido a sus vidas, con un propó- sito hondamente espiritual: visitar el lugar donde las creencias más difundidas situaban la tumba del apóstol Santiago. Como símbolo de fraternidad entre los pueblos y personas del mundo entero, nos atrevemos a decir que el Camino fue el primer proyecto común europeo, la primera empresa en que gentes de muchas colectividades confluyeron por varias sendas en un destino único, enriqueciendo nuestras tierras con palabras, edificios, costumbres, alimentos, estilos de vida, leyendas y canciones que los peregrinos traían con ellos y dejaban entre nosotros como una semilla fecunda. Aquella mezcla incesante de culturas y lenguas, aquella convivencia solidaria y continua de viajeros de procedencia dispar, cuya peregrinación acrisolaba una misma voluntad de hermana- miento entre pueblos, constituye una muestra tempranísima de la concordia humana, de la rela- ción armoniosa que se sustenta en lo que nos une y relega a un segundo plano lo que nos separa. Porque quienes entonces salían al Camino y los que lo hacemos ahora, sabían y sabemos que se trata de un doble recorrido: el físico y el espiritual, cuyo resultado final es que en el Camino se experimenta y se conoce el compañerismo, la solidaridad, el sacrificio, el diálogo entre culturas y lenguas diversas y, sobre todo, ese descubrimiento interior que solo proporcionan las grandes empresas espirituales. En tiempos de desgarros y de insolidaridades, de egoísmos y de diferencias, el peregrino a Santiago no cree en las fronteras; sale al Camino no solo para reencontrarse consigo mismo sino para dialogar sin trabas, sin prejuicios con los demás peregrinos y con todos aquellos seres humanos con los que va a convivir a lo largo de una ruta llena de lecciones. Seguir atesorando este camino de diálogo y de conocimiento inagotables es un maravilloso regalo de la historia para España y para los ciudadanos de todo el mundo. «La educación y la cultura son insustituibles para la convivencia y el conocimiento mutuo como instrumentos de ampliación de las oportunidades individuales.»
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