Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos
4 O viedo | T eatro C ampoamor | 21 de octubre de 2005 Desde la Segunda Guerra Mundial en adelante, la democracia, la liberal democracia, ha estado en expansión; y la caída del régimen soviético y de su ideología le ha abierto nuevos espacios de conquista. Pero, mientras que la economía se ha hecho verdaderamente global (en el sentido de que la economía de mercado ha desbaratado realmente la planificación económica colectivista de tipo soviético), los sistemas políticos permanecen divididos, en el mundo, entre democracias y no democracias. Y esta constatación abre el interrogante sobre la exportabilidad de la democracia (en qué medida y en qué condiciones). Está claro que este interrogante presupone que la democracia nace desde y en la civilización occidental, y que las denominadas «democracias de los otros» son imaginarias (tal y como era imaginaria y estafadora la noción de democracia comunista). Dicho esto, en lo que se refiere a la exportabilidad-difusión de la democracia existen (estoy simplificando, está claro) dos teorías básicas. La primera teoría es economicista y es que la democracia se ve obstaculizada por la pobreza y está relacionada con el bienestar. Históricamente no ha sido así: la liberal democracia como demo– protección, o sea, como sistema de libertad y de protección constitucional, nació en sociedades pobrísimas; y el liberalismo instituye el estado limitado, el control del poder y la libertad desde el estado; nada más y solo esto. Pero hoy ya no es así. Hoy a la demo-protección se añade un demo– poder que exige demo-distribuciones (de riqueza). Y en este contexto la tesis de los economistas llega a ser que, si produces riqueza, al final produces democracia. La tesis de los sociólogos es más prudente. En la versión clásica de S. M. Lipset, «cuanto más próspero es un país, es más probable que sostenga la democracia». Sí, es verdad. O sea, es verdad que el bienestar facilita la democracia. La duda, actualmente, es si el bienestar continuará creciendo y si la guerra a la pobreza (en el mundo) podrá ser vencida. Personalmente lo dudo. En menos de un siglo la población mundial se ha triplicado. Hoy somos más de seis mil millones y continuamos aumentando en 70 millones al año: todos en países pobres y probablemente destinados a seguir siéndolo. De lo cual me limito a deducir, aquí, que la teoría economicista no nos debe hacer olvidar que la democracia como sistema político de demo– protección es un bien en sí mismo y que es siempre mejor ser pobres «libres», en libertad, que no pobres en esclavitud. La segunda teoría es cultural y de «visiones del mundo». Si es verdad —como lo es— que la democracia liberal nace del seno de la cultura occidental y en función de su laicización, entonces tenemos que esperar que, de vuelta por el mundo, se encuentre con resistencias, incluso reacciones de rechazo, culturales. Sí y no. La democracia se ha exportado al Japón por la fuerza de las armas, pero después ha arraigado. En India la democracia es una herencia inglesa, pero ha sido plenamente adoptada. Así pues, se dan casos de exportaciones culturalmente improbables que sin embargo han sido un éxito. Giovanni Sartori — Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2005 Fragmento del discurso ofrecido con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales el 21/10/2005.
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