Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

8 O viedo | T eatro C ampoamor | 21 de octubre de 2005 inolvidables horas, les damos la bienvenida más cordial y les agradecemos su presencia en este acto que encierra tantas promesas y esperanzas. Ensalzar los méritos de los galardonados, recom- pensar su esfuerzo y reflexionar sobre su vida y su obra es para mí una tarea especialmente grata y enriquecedora. El Premio de Cooperación Internacional ha sido concedido a la magistrada francesa Simone Veil. Además de presidenta del primer Parlamento Europeo elegido por sufragio universal, ha desempeñado en él importantes misiones. Es también miembro del Consejo Constitucional de Francia y presidenta de la Fundación para la Memoria del Holocausto. Como tal, trabaja para conseguir que no se olviden las atroci- dades cometidas contra tantos millones de personas y que ella sufrió al ser deportada con su familia al campo de exterminio de Auschwitz. Porque informar al mundo de esos horrores es la mejor manera de combatirlos; porque, como se ha escrito, cuando los acontecimientos vividos por una persona son de tan profundo y dramático alcance, el recuerdo y el testimonio se convierten en un deber, pues si la vida ha sucumbido ante la muerte, resulta imperioso que la me- moria salga victoriosa en su combate contra el olvido. Simone Veil está convencida de que el futuro pertenece a quienes saben recordar y evitan, de ese modo, repetir los errores del pasado. Afirma que la educación en la tolerancia, enseñar a los niños de distintas culturas a vivir juntos y a los pueblos a cooperar entre sí, con sus diferentes re- ligiones y orígenes, son fundamentales para crear nuevas generaciones de mujeres y hombres que se nieguen a reproducir el horror. De estas nuevas generaciones depende alcanzar el ideal, según sus palabras, de que Europa sea «un lugar de libertad, de paz y de respeto a la dignidad humana». En una Unión Europea concebi- da como modelo de convivencia y de integración, la actitud esperanzada y el europeísmo lleno de fe de Simone Veil son un alentador ejemplo para todos. También Europa tiene mucho que ver en la concepción de la realidad del profesor, politólogo y escritor italiano Giovanni Sartori, Premio de Ciencias Sociales, que ha sabido responder con una mirada abierta y lúcida a los problemas y a los retos últimos que se le están planteando a la sociedad occidental. Giovanni Sartori ha tenido la fortuna de nacer en Florencia, en ese pequeño paraíso toscano de la belleza y de la inteligencia, a cuya tradición de pensadores pertenece de pleno derecho. Nuestro mundo se ha vuelto cada vez más complejo y diverso hasta hacerse a veces incompren- sible a nuestro entendimiento. Por eso necesitamos la ayuda de personas que, como Sartori, sean capaces de guiarnos entre tantas dudas y sombras hacia su comprensión, personas que pongan en nuestras manos el hilo de Ariadna que nos redima del desamparo en que las contradicciones y las limitaciones humanas, la diversidad cultural y los acuciantes problemas de un tiempo convulso nos han colocado. Pues, como él mismo ha dicho, «nadie se interesa por las cosas que no comprende». Giovanni Sartori es un pensador que explora el mundo con clarividencia, y a quien, como decía el clásico, nada de lo humano le es ajeno. Temas tan controvertidos como la superpoblación mundial, la inmigración, el multiculturalismo, las nuevas políticas, la democracia, los medios tec- nológicos, el homo videns —algunas de sus preocupaciones más sobresalientes— han sido ilumi- nados por su inteligencia y sus reflexiones. Las lenguas han sido y seguirán siendo un factor primordial de convivencia y de aproximación entre los seres humanos, un vehículo de comunicación y de difusión cultural entre los distintos pueblos del planeta. Se comprende así la excelencia de la obra de los seis institutos culturales euro- peos a los que este año se les ha concedido el Premio de Comunicación y Humanidades: la Alliance Française, el British Council, el Goethe-Institut, el Instituto Camões, el Instituto Cervantes y la Società Dante Alighieri. En pocas ocasiones los méritos de comunicar y de humanizar se funden de una manera tan certera y, a la vez, tan práctica. Las lenguas que hablamos los seres humanos están hechas, como «Agradecemos a la Unesco su declaración en la que reconoce la extraordinaria aportación de nuestros premios al patrimonio cultural de la humanidad.»

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