Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos
10 O viedo | T eatro C ampoamor | 20 de octubre de 2006 todo el mundo. Su trabajo también recorre el eje de la justicia, de la fraternidad y de la generosidad como elementos clave del equilibrio en las relaciones internacionales. Mary Robinson representa también a tantos hombres y mujeres que han sabido unir la moder- nidad a los valores depurados por los siglos, contribuyendo a hacer de nuestro mundo un espacio más abierto y humano. Seguramente no son ajenos a su condición femenina ni su gran sensibilidad social, ni su ex- traordinario sentido práctico. Una mujer de nuestro tiempo que se duele por el dolor de los demás, por tantas personas que sufren el horror de la violencia. Necesitamos personas que, como Mary Robinson, conjuguen un profundo conocimiento de la realidad contemporánea, con una indecli- nable aspiración a la paz y una capacidad real para buscar soluciones a los problemas concretos en cada momento. A lo largo de estos años, he recordado siempre el gran estímulo que para los jóvenes supone el deporte noblemente practicado y el gran ejemplo que representa para el conjunto de la sociedad. La fuerza de voluntad, el sacrificio personal, el juego limpio y la sana competitividad forman parte inseparable de la trayectoria de los deportistas más destacados. Unas virtudes que se ma- nifiestan, además, de manera especial cuando se practican en equipo. Por ello ha sido una gran alegría que este año el Premio de los Deportes se haya concedido a nuestra Selección nacional de baloncesto. Este equipo ha sido capaz de aunar, durante largo tiempo, mucho tesón, una admirable unidad con su entrenador y una gran cohesión, fruto de la generosidad en el trabajo y del com- pañerismo, que sin duda son los pilares de su éxito. Sus frecuentes triunfos, la forma en que han ido ascendiendo peldaño a peldaño hasta alcanzar la cima nos recuerdan la idea de Unamuno acerca de ese rasgo que hace aún más grandes a los que luchan por la victoria: ir hacia ella con brío y fe, encontrando consuelo en la derrota y moderación en el triunfo, pues es sabido que nada importante se alcanza en la vida sin calidad humana, sin fraternal compañerismo. Por ello, el alto ejemplo que nos ha dado a todos la Selección nacional de baloncesto permane- cerá imborrable en la historia del deporte y especialmente entre quienes lo amamos y practicamos. En palabras de su entrenador, Pepu Hernández, la Selección representa a un grupo de buena gente, que se reúne para hacer buenas cosas y cuyo objetivo es hacer feliz a todo un país. Hoy damos fe de ello y les animamos a continuar con tan buen propósito. Por todas esas virtudes, hoy son premiados. Y, gracias también a ellas, ganaron, de forma tan brillante como merecida, el Campeonato del Mundo del pasado mes de septiembre en Japón e hicieron vibrar al unísono a España entera. Con la concesión este año del Premio de la Concordia a Unicef, este galardón adquiere su di- mensión más entrañable y más plena, pues ninguno de los problemas que padece la humanidad nos conmueve tanto como aquellos que afectan a la infancia, a tantos niños y niñas que en todo el mun- do requieren una atención especial y urgente a sus derechos, a sus necesidades o a sus sufrimientos. Unicef ha sido desde su fundación en 1946 una organización pionera en atacar estos males que revuelven nuestras conciencias y provocan un clamor rotundo, porque sus víctimas son los seres humanos más indefensos y porque una infancia abandonada, amenazada o agredida no solo es un mal perverso y dañino en sí mismo, sino la fuente de muchos males futuros. El hecho de que ocho de cada diez niños del planeta no disfruten de sus derechos más elemen- tales, constituye una señal de alarma permanente, a la que Unicef ha sabido responder con gran eficacia en casi doscientos países del mundo. Reconocemos, pues, con este premio, el esfuerzo que Unicef hace a diario para lograr una infancia mejor, para paliar la triste realidad de los niños enfermos, para erradicar la dolorosa situación que aún viven, en pleno siglo xxi, tantos niños maltratados, explotados y hambrientos. «En este cuarto de siglo y en la personalidad de nuestros premiados hemos tenido la oportunidad de admirar y subrayar la fuerza de la inteligencia, del sacrificio y de la excelencia.»
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