Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

2 O viedo | T eatro C ampoamor | 24 de octubre de 2008 La escritura de obras de ficción es un arte del tiempo: a través de ella los acontecimientos se suceden, se ponen en marcha cambios; en otras palabras, la ficción cuenta historias. Y, a través de esas historias, nos conocemos a nosotros mismos y a los demás. Un país sin historias sería un país sin espejo: no proyectaría ningún reflejo y ello llevaría, en el mejor de los casos, a una existencia fantasmal, sombría. «¿Quién soy?», se preguntarían los ciudadanos. Y no habría respuesta. Un país así tampoco tendría corazón, pues la escritura es un arte de las emociones. En una era de especialización, solo el arte puede mostrarnos la totalidad del ser humano en sus muchas variantes. Todo, en nuestras sociedades, se ve influido no solo por la tierra que nos sustenta, sino por el mundo imaginativo que construimos, y en el que habitamos. Incluso nuestras instituciones aparentemente más sólidas se sostienen en las ideas que tenemos de ellas, en nuestra fe en su existencia. Los bancos se desmoronan cuando perdemos la confianza en ellos, tal como se ha visto recientemente. Y lo mismo sucede con las naciones. La función del arte, en cierto modo, consiste en imaginar lo real y, al hacerlo, dotarlo de ser. La ficcióndemi propiopaís contiene numerosasmaravillas: cocinas habitadas por osos, francoti- radores indios llegados de las selvas más remotas para luchar en la Primera Guerra Mundial, un monstruo helado, caníbal y con los pies en llamas… Pero, también, a muchas mujeres y hombres que pueden parecer menos excepcionales y que sin embargo viven sus vidas y se enfrentan a su tiempo y a su espacio —a menudo nevado— tal como su personaje, su circunstancia y su destino les dictan. Hoy nos hallamos inmersos en una crisis mundial. Financiera, pero también climática. Mucha gente teme el futuro, un futuro que casi con total seguridad traerá escasez de alimentos, suministros cada vez más menguados de energías fósiles y más pobreza e inestabilidad social. En estas condiciones, conviene recordar la humanidad que compartimos, una humanidad que muestra su mejor rostro a través de la inventiva y el valor, de la flexibilidad de pensamiento y la generosidad, y a través de la capacidad de sentir alegría allí donde amenaza el peligro. Una sociedad rica en artes también es rica en estas cualidades. Los economistas no pueden ponerles precio, pues no pueden cuantificarse. Sin embargo, sin ellas las cosas no nos irán nada bien. Es preciso que nos reimaginemos a nosotros mismos. Y no solo a nosotros mismos, sino nuestra relación con el planeta que nos sostiene. Margaret Atwood — Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008 Fragmento del discurso ofrecido con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras el 24/10/2008.

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