Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

4 O viedo | T eatro C ampoamor | 23 de octubre de 2009 Albania, mi país, y el vuestro, España, excepto una breve amistad en el siglo xv, no tuvieron nunca la menor relación. Aunque la ruptura completa se produjo el siglo pasado, cuando mi país comunista, distinguido en cuestión de ruptura de relaciones (esa fue, por así decirlo, su especialidad), cortó todo vínculo con España. Pero, como todo en este mundo, también el milagro de la literatura posee una tradición. En el tiempo glacial del que hablaba más arriba, cuando entre mi país y España no iba ni venía nadie, un caballero solitario, despreciando las leyes del mundo, cruzaba cuantas veces se le antojaba la frontera infranqueable. Ya imaginaréis a quien me refiero: a Don Quijote. Fue el único al que no consiguió detener aquel régimen comunista, para el que la cosa más fácil del mundo era precisamente detener, prohibir. Don Quijote, ya como libro, ya como personaje vivo, era tan popular en Albania como si lo hubiera engendrado ella misma. Alguno podría encontrar la siguiente explicación para esta paradoja: Don Quijote estaba loco, y no menos loco estaba el estado albanés, de modo que resulta lógico que los dos locos se entendieran. Al tiempo que pido excusas por comparar la noble enajenación de Don Quijote con la perversa insania de mi estado, permitidme que os diga que no fue así y que el paralelismo está relacionado con otro fenómeno. He hecho esta larga introducción para llegar al tema principal de mi breve discurso: la independencia de la literatura. Don Quijote traspasaba la frontera albanesa porque era, entre otras cosas, independiente. Cuando un escritor albanés, por una obra escrita principalmente en un territorio y un tiempo comunistas, viene a recoger un premio de un reino occidental, eso sucede porque la literatura es, por su propia naturaleza, independiente. El debate es antiguo. Ha sido y tal vez continúa siendo la principal inquietud de ese arte. A diferencia de la independencia de los estados, la de la literatura es global. De ahí que también su defensa lo sea: global. Eso no la torna más fácil. Por el contrario. La independencia de la literatura y las artes es un proceso en desarrollo. Resulta difícil que nuestra mente capte sus verdaderas proporciones. Acostumbrados a la independencia referida principalmente a los estados, las naciones e incluso los individuos humanos, encontramos dificultades para llegar más lejos. Llegar más lejos significa comprender que la no dependencia del arte no es cuestión de lujo, un deseo de perfeccionar el arte mismo. Es un condicionante objetivo, es decir obligado. De lo contrario, ese universo paralelo no se sostendría en pie. Hace tiempo que se hubiera derrumbado. Ismaíl Kadaré — Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2009 Fragmento del discurso ofrecido con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras el 23/10/2009.

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