Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

11 P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos Pocas capitales hay en el mundo con mayor contenido simbólico que Berlín. Jean Paul Richter dijo de ella que «es más un trozo del mundo que una ciudad». Pues queremos proclamar con todo respeto, humildad y orgullo que Berlín hoy está en Oviedo. Y aquí queremos festejar con alegría el xx aniversario de la caída del muro con la concesión de nuestro Premio de la Concordia. Ciudad desde siempre cercana al arte y a la inteligencia, padeció de manera terrible los tota- litarismos que azotaron el pasado siglo y fue protagonista de algunos de los acontecimientos más importantes de la historia europea. Devastada por la guerra, se convirtió en una ciudad fragmenta- da, dividida, repartida por los vencedores, seccionada en dos partes por un muro atroz que no solo dividió a Berlín y a los berlineses, sino también a todos los alemanes, a los europeos y al mundo. La caída de aquel muro, después de tantos años oscuros, de sacrificios y de dolor, fue uno de los momentos más emocionantes de los que hemos sido testigos, uno de los más importantes del siglo xx, con el que se abría la puerta a la reunificación alemana, algo que vivimos con especial júbilo. Mientras los ciudadanos de Berlín, conmovidos, se abrazaban al cruzar aquella frontera que había sido construida para ser insalvable, las dos mitades de Europa veían también empezar a derrumbarse los muros ideológicos que impedían mirar hacia un futuro de cooperación y de integración en paz. Hoy, Berlín celebra aquella fuerza imparable, hecha de esperanza y de valor, de perdón y de concordia, que consiguió abatir el muro; y ha recobrado vertiginosamente su antiguo esplendor y el brillo —realmente nunca del todo perdido— de su cultura y de su creatividad. Ha renacido en una ciudad otra vez llena de vida, amante del progreso y de la paz. El año en que se derrumbó el muro se inauguró una nueva época, tal vez más incierta e impre- visible, pero más humana y más libre. Hoy Berlín es una gran capital europea, símbolo sobre todo de esperanza: es amada por los jóvenes y es una referencia mundial para quienes apuestan por todo cuanto suponga cultura, creatividad y convivencia. Nuestra admiración y nuestro afecto sinceros se los dedicamos a los berlineses a través de sus alcaldes, Klaus Wowereit, Walter Momper y Eberhard Diepgen, pero también a todos los alemanes porque, además, celebran el lx aniversario de la creación de la República Federal de Alemania. Muchas felicidades. Y felicidades a todos nuestros premiados. Señoras y señores: Evoquemos ahora, en este momento de cambios tan ver- tiginosos y profundos que vive la humanidad y en esta tarde iluminada en el teatro Campoamor por la luz de la libertad y de la cultura, evoquemos la esperanza; la esperanza con la que nos abrimos a un mundo nuevo. Un mundo en constante transformación, en el que la socie- dad industrial que hemos conocido va dando paso a la sociedad de la comunicación y del conocimiento; en el que los avances científicos y tecnológicos se suceden continuamente, situándo- nos en una nueva era; un mundo en el que la educación ya no es solo un derecho fundamental de la persona sino también una exigencia imprescindible para acceder al mercado de trabajo y fundamento del éxito colectivo de las naciones. Seguimos asistiendo a un desarrollo imparable de la globalización, que afecta y condiciona aspectos sustanciales de nuestra vida, como nuestra salud, nuestra seguridad, nuestro entorno na- tural y nuestra convivencia en la diversidad de lenguas, culturas y religiones. Un mundo en trans- formación, en fin, en el que ya no es posible un orden económico internacional estable y próspero sin valores; sin valores que lo inspiren y en los que se fundamente y sin una decidida cooperación entre los estados. El paro, que es la consecuencia más dolorosa de la crisis económica que vivimos, hiere nuestra dignidad como seres humanos y constituye nuestra principal preocupación. Exige que los estados faciliten a quienes se encuentran en esa situación la necesaria protección social, al tiempo que poner en marcha todos los medios precisos para que los jóvenes puedan encontrar trabajo y los «Afortunadamente, cada día somos más conscientes de la necesidad de preservar el medio ambiente, de poner freno al deterioro y a los peligros que amenazan nuestro planeta.»

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