Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

10 O viedo | T eatro C ampoamor | 21 de octubre de 2011 El gran atleta Haile Gebrselassie, que ha recibido el Premio de los Deportes, es un ídolo para millones de personas en todo el mundo y muy querido, especialmente en su país natal, Etiopía. En él, la fuerza de voluntad y el espíritu de sacrificio son la norma. Norma para alcanzar el éxito deportivo y para demostrar que se pueden superar los retos más difíciles cuando se persiguen con tenacidad y grandeza de ánimo. A lo largo de su trayectoria a todos nos han emocionado sus triunfos. Nos lo imaginamos cuan- do era apenas un niño y corría a diario 20 km para ir y volver de la escuela, con los pies descalzos, los libros de texto bien sujetos con el brazo izquierdo —lo que determinó su estilo al correr— y toda la ilusión del mundo en su corazón, hasta llegar a convertirse en uno de los mejores corredo- res de larga distancia de todos los tiempos. Como hemos recordado en este mismo escenario en anteriores ocasiones, es mayor el éxito deportivo de quienes como él se engrandecen al esforzarse por conseguir contagiar sus sueños más ambiciosos ayudando a los demás, sobre todo a los más desfavorecidos. Gebrselassie es muy sensible a las carencias y dificultades que sufren a diario sus compatriotas y por ello ha impulsado la iniciativa The Great Ethiopian Run, cuyo objetivo es promover la par- ticipación masiva de los etíopes en competiciones atléticas. Además, ha construido escuelas para los más pequeños y es embajador de Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo del Milenio y del pnud. Por ello, estoy seguro de que a Halie Gebrselassie le gustaría hacernos a todos una llamada de atención. En su país, Etiopía, y en Kenia y Yibuti, centenares de miles de refugiados somalíes buscan desesperadamente ayuda. Se mueren de hambre. Y estas palabras pronunciadas aquí, en esta tarde de cultura y de con- cordia, resultan aún más dramáticas. No podemos irnos una vez más a nuestras casas sin reflexio- nar sobre esta tragedia, injusta y cruel. No podemos permanecer impasibles e indiferentes ante tanto sufrimiento. Las personas que mueren de hambre en Somalia y en los países limítrofes no se merecen este destino. Y todos nosotros debemos responsabilizarnos y ayudar a que acabe esta crisis humanitaria. Así lo hacen tantos cooperantes y voluntarios con esfuerzo generoso y gran riesgo, entre los que se encuentran dos españolas cuyo regreso a casa deseamos todos. El Premio de la Concordia ha sido concedido a las personas que desde el pasado mes de marzo trabajan de sol a sol en la central nuclear de Fukushima en Japón para controlar las fugas ra- diactivas y que, tan justamente, han sido llamados «héroes de Fukushima». Como ha afirmado el jurado, con este premio nuestra Fundación quiere asimismo poner de relieve «la respuesta serena y abnegada del conjunto de la sociedad japonesa» tras el terremoto y el posterior tsunami que asoló la costa noreste del país. Los héroes de Fukushima representan, con su actitud valiente y entregada, toda la grandeza de espíritu que nos mueve a hacer el bien, a renunciar a todo por los demás —incluso a la propia vida—, y que desearíamos ver multiplicada allí donde fuera precisa para terminar con el dolor y la injusticia. Sobreponiéndose a la pérdida de familiares y de sus bienes, al sufrimiento producido por una situación desesperada y dramática, hicieron frente de inmediato a la amenaza de la central nuclear siniestrada con generosidad, sentido del deber y conciencia cívica. Esta tarde, una vez más, damos nuestro apoyo y cariño al pueblo de Japón, cuyas enormes pér- didas —humanas y materiales— y comportamiento ejemplar ante la adversidad nos han conmovi- do a todos. España se siente unida con su dolor y solidaria con su pueblo, que ha sabido enfrentarse a esta desgracia con templanza, disciplina y serenidad. Nos conmueve el comportamiento de los «héroes de Fukushima». Nos emociona su coraje y nos admira su fortaleza. Y por ello, rendimos hoy tributo a su inmenso espíritu de sacrificio y al ejemplo que han dado al mundo. Señoras y señores, queridos premiados: Este año conmemoramos el bicentenario del fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos, «Nuestra Fundación mantiene vivos, en estos tiempos difíciles, los valores y los objetivos para los que nació hace ya más de treinta años.»

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