Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

6 O viedo | T eatro C ampoamor | 24 de octubre de 2014 Hoy, la mujer congoleña víctima de los conflictos armados, violentada y violada, ha perdido toda su dignidad y vive en la deshonra. Ella, cuyos órganos genitales fueron sometidos a los ultrajes más viles, condenada a la esclavitud sexual y rechazada por su propia comunidad, lleva 18 años sufriendo: 18 años de tortura, 18 años de destrucción, 18 años de huida errante y desplazamiento, 18 años de pobreza extrema. Los niños nacidos de esta atrocidad que es la esclavitud sexual en tiempos de guerra, son a su vez víctimas de violaciones cuando son niñas y reclutados a la fuerza en las bandas armadas cuando son niños: un círculo vicioso de sufrimiento y desolación que pone directamente en peligro el futuro de la nación congoleña, a causa de los miles de niños sin educación y traumatizados por los horrores de la guerra. No es secreto para nadie. Varios informes de Organizaciones No Gubernamentales internacio- nales y de expertos de las Naciones Unidas han denunciado la masacre organizada y planificada en el este de la República Democrática del Congo. Los diversos encuentros de paz y acuerdos firmados por el gobierno congoleño y los beligerantes nos llevaron a confiar en un final inminente del conflicto. Pero, lamentablemente, las mujeres siguen siendo violadas, los niños siguen siendo reclutados a la fuerza en los grupos armados, las familias siguen errando por los caminos del exilio, aldeas enteras siguen siendo incendiadas, los bienes de la población siguen siendo saqueados. No, nuestra guerra no ha terminado. Estamos en guerra. Una guerra que, intencionadamente, se ha relegado en el olvido. Ante esta situación, nos tenemos que preguntar: ¿Por qué esta guerra? ¿Por qué tanto sufrimiento para las mujeres violadas? La paz y la dignidad humana, ¿son un lujo para las mujeres pobres? ¿Están condenadas a sufrir los horrores de una guerra que no han planificado? (…) Permítanme pedir cuentas a ciertas empresas multinacionales que, en busca de sus propios inte- reses, han contribuido a asolar a sangre y fuego este gran y hermoso país de Congo, arrebatándoles la vida a más de 6 millones de personas y su dignidad y su honor a más de 500.000 mujeres violadas. (…) ¿Durante cuánto tiempo vamos a seguir insensibles al dolor de las mujeres violadas en la República Democrática del Congo? Las mujeres congoleñas heridas en cuerpo y alma reclaman justicia y reparación; que se persiga tanto a los autores indirectos y ocultos en la sombra, como a los autores materiales. Es justo y necesario que todos aquellos que financian y alimentan este horror por razones económicas respondan de sus actos. España, uno de los pocos países europeos que ha vivido los horrores de la dictadura en un pasado reciente y que ha logrado construir en tan poco tiempo un país de derechos humanos, en el que los derechos de las mujeres son respetados a escala nacional e internacional, un remanso de paz, un país de justicia… España —decía— sabrá intervenir con todo su peso ante la comunidad internacional en favor de esas mujeres congoleñas que solo piden poder vivir en paz en su país y satisfacer las necesidades de sus hijos. Esta justicia requiere instituciones fuertes y competentes. Por ello sugerimos que se cree un Tribunal Penal Internacional (TPI) para la República Democrática del Congo como el que se creó para Ruanda. De manera que los crímenes cometidos contra las mujeres congoleñas en estos últimos dieciocho años no queden impunes y para reforzar al mismo tiempo el mandato de la Corte Penal Internacional. Caddy Adzuba — Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014 Fragmento del discurso ofrecido con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia el 24/10/2014.

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