Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

10 O viedo | T eatro C ampoamor | 24 de octubre de 2014 su país —también en otros muchos países—; porque solo a través de la verdad se pueden hallar respuestas y soluciones para prevenir, parar o reparar esos males. Por eso Caddy Adzuba habla, pregunta por qué, cuenta lo que sucede, repite una y otra vez lo que ha vivido y sufrido, los abusos que tantas mujeres, niñas y niños viven y sufren; y al hacerlo, abre caminos para la esperanza. Trabaja, además, para que todo el mundo comprenda que hay que iluminar las zonas más oscuras de la realidad; que es preciso alertar sobre la violación de los derechos humanos, sobre la injusticia. La labor valerosa, sacrificada y arriesgada de Caddy Adzuba nos hace pensar en todas las víctimas inocentes a las que esta mujer quiere dar voz. Viven un horror que no quisiéramos que existiera, que incluso nos parece imposible que exista. Hoy, aquí, nos atrevemos a mirar a los ojos de Caddy Adzuba para darle las gracias por su entrega a una causa tan noble y para reconocer su heroico comportamiento, que admiramos, respetamos y apoyamos sin fisuras. Pero en su mirada, llena de fortaleza y esperanza, no podemos olvidar el dolor y la angustia que está generando, sobre todo en África, la reciente epidemia de ébola. Una crisis severa, que tanto nos obliga a la comunidad internacional a concertar y comprometer más esfuerzos —y más eficaces— en la lucha contra el virus y contra su propagación mundial, así como en el tratamiento de los afectados. Y es en esa lucha, donde también brillan las historias ejemplares de entrega, de generosidad y de profesionalidad protagonizadas por médicos, sanitarios y científicos, por religiosos, cooperantes y militares. Gracias a todos ellos y, particularmente, a nuestros compatriotas, por hacernos confiar en su competencia y capacidad; son —sois— todo un orgullo para España. Señoras y señores: Aquel 24 de Septiembre de 1980—y en una época bien difícil—nació enAsturias una esperanza. Esa esperanza sigue viva, porque nuestros premios son hoy una realidad admirada y respetada en todo el mundo. Y hoy, más que nunca, los seguimos necesitando como estímulo e inspiración en estos tiempos cruciales, tiempos intensos y de renovación. Pues la sociedad necesita referencias morales a las que admirar y respetar; principios éticos que reconocer y observar; valores cívicos que preservar y fomentar. Y esa conciencia social es con la que debemos fortalecer nuestra vida en común. Es con ese necesario impulso moral colectivo con el que se puede y se debe hacer de España una nación ilusionada, llena de vida y de pensamiento; llena de ideas quemerezcan la confianza de los ciudadanos; de proyectos que atraigan la mente y la voluntad de todos y conquisten sus corazones. A partir de esas convicciones alejaremos el pesimismo, la desconfianza y el desencanto de muchos ciudadanos que demuestran, admirablemente, una capacidad de esfuerzo y de sacrificio digna de todo respeto. Queremos también una España alejada de la división y de la discordia. Por eso, ante las Cortes Generales el pasado 19 de junio señalé el deber y la necesidad de garantizar y —al mismo tiempo— de revitalizar nuestra convivencia. Nuestra democracia —desde hace ya más de 35 años— no es fruto de la improvisación, sino de la voluntad decidida del pueblo español de constituir España en un Estado Social y Democrático de Derecho, inspirado en los principios de libertad e igualdad, de justicia y pluralismo; y en el que todos, ciudadanos e instituciones, estamos sometidos, por igual, al mandato de la Ley. Respetar y observar esemarco constitucional y democrático es la garantía de nuestra convivencia en libertad. Es la garantía necesaria para que todos los españoles puedan ejercer sus derechos, para que las instituciones y los ciudadanos cumplan con sus deberes y asuman sus responsabilidades, y para que funcione ordenadamente nuestra vida colectiva. Pero debemos también cuidar y favorecer nuestra vida en común. Miremos a nuestra historia con serenidad, objetividad y sabiduría. Reconozcamos sus luces y sus sombras y aprendamos de todas ellas para no cometer —para no repetir— los errores del «Respetar y observar ese marco constitucional y democrático es la garantía de nuestra convivencia en libertad.»

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