Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos
8 O viedo | T eatro C ampoamor | 16 de octubre de 1984 Trabajáis, lucháis, habéis conseguido en vuestras tareas los extraordinarios logros que han sido reconocidos por los excepcionales jurados, cuya difícil misión tan puntual y justamente se ha cum- plido y que, asimismo, merecen nuestro reconocimiento. Entendéis con generosidad el alma, la angustia, las aspiraciones a conseguir la supervivencia humana, histórica y moral de vuestros semejantes. Buscáis la paz y la unión entre los pueblos, el perfeccionamiento de las relaciones entre los hombres. Sois distinguidos en el saber, pero más hondamente todavía, sois personas que nos amáis, que hacéis entrega de una extraordinaria aportación a nuestra vida individual y social. Cuando reflexionamos sobre todo ello, sentimos la profunda sensación del reconocimiento y solo podemos expresarla con una palabra cordial, entrañable y sencilla: gracias. Asturias, que es decir España en su entidad fundamental, en su núcleo primario y eterno, sabe valorar esa entrega de vuestra vocación humanística y científica dirigida al bien común. El trabajo y su disciplina, sus fatigas, sus cualidades de misión divina, tienen aquí su asiento y su entendimiento cabales. Asturias es una comunidad que se llama trabajo, que canta y llora, vive y muere por el trabajo. Por esa razón todos los asturianos hoy representados en este acto, se sienten honrados por fundirse en la concesión de los premios que acabáis de recibir, y de disfrutar de vuestra compañía o de vuestro recuerdo, no solo en estos momentos sino en todos los demás de vuestras vidas. Porque donde quiera que estéis, Asturias os hará llegar una y otra vez el mensaje noble y claro del agradecimiento. Con vuestra labor, España marcha adelante y el mundo puede entrever horizontes de paz, de esa paz que tanto necesita. De una paz que buscamos para nuestra patria, para las naciones hermanas del continente americano, para todos los países del mundo. Detrás de vosotros, nuevas generaciones de investigadores, de escritores, de artistas, de téc- nicos, de hombres de buena fe que se preocupen de los problemas internacionales para tratar de resolverlos con justicia, seguirán la ejemplar biografía de vuestras vidas. Y no olvidemos la opinión de un escritor famoso cuando decía que «en realidad no hay historia. Todo se reduce a biografía». En este proceso de sustitución de generaciones, de acumulación de biografías de hombres des- tacados, hemos de colaborar todos estrechamente unidos para que España prosiga su andadura entre las naciones. Gracias de parte del Príncipe de Asturias. Gracias en nombre de Asturias, por la labor en que habéis sido justamente premiados. A la mate- rialidad del galardón, añadid el afecto y el reconocimiento de todos los asturianos y de España entera. Gracias también a la Fundación Principado de Asturias que ha creado estos premios y les pro- porciona relieve y categoría. Unos premios que al conseguir en poco tiempo extender por el mundo la siembra de su impor- tancia, de su fama y de su prestigio, permitirán, sin duda, recoger muy pronto una cosecha efectiva y abundante, en beneficio de Asturias y de los asturianos. De los asturianos, a quienes os pido que améis cada vez más a vuestra tierra; esta tierra por la que mi hijo, el Príncipe de Asturias, se siente siempre tan atraído. Pensad en ella y laborad por ella, unidos en el entusiasmo y la esperanza. Sentíos orgullosos de vuestros campos verdes; de vuestras imponentes montañas; de vuestro mar bravío; de vuestras neblinas que ponen como un filtro al paisaje para hacerlo más suave e impregnarlo de melancolía. Sentíos cada vez más asturianos por- que ese es el medio de ser cada vez mejores españoles. Os lo pido a vosotros, los hombres y mujeres del Principado de Asturias, y lo pido a todos los que a lo largo y a lo ancho del territorio de nuestra patria, se preocupan y se desviven por el solar que les vio nacer, por el mantenimiento de su historia, de sus costumbres y tradiciones; por la paz y el progreso de sus pueblos, por la cultura de sus habitantes. Porque al sumarse su amor al amor de los demás, en vez de disgregarse y diluirse, se acrecienta venturosamente la suma del amor a España.
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