Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos 7 Discurso XVIII Con emoción y lleno de gratitud regreso a este renovado teatro Campoamor, tan pleno para todos nosotros de hermosos recuerdos, para hacer entrega de los premios que llevan mi nombre. Vengo a Oviedo ilusionado, pues mi presencia, nuestra presencia en esta solemne ceremonia celebra los frutos de un año de esfuerzos, de trabajo sensible, de inteligencia puesta al servicio de la búsqueda de lo ejemplar, de ideas que orienten y fortalezcan nuestras conciencias. Alentar esos objetivos, impulsar la extensión de la cultura en el más amplio sentido de esa bella palabra y desarrollar el espíritu de concordia son tareas prioritarias de nuestra Fundación. Su obra merece un reconocimiento que quiero expresar aquí a nuestros patronos, protectores, colaborado- res, así como a los jurados responsables de fallar los galardones, por su admirable y cada vez más difícil tarea. Sin todos ellos este proyecto no sería posible. Año tras año, igual que los viejos robles de Asturias renuevan sus hojas y se hacen más fuer- tes, nuestros premios renuevan su bien ganado prestigio y nos congregan a la sombra de valores universales que nos refuerzan en nuestra vocación humanista. Son símbolos de un mundo sin fronteras para la cultura, la libertad y la concordia, con los que están comprometidos nuestros galardonados, en una forma de sentir y de creer que honra a sus países y nos honra a todos, a la humanidad entera. Les felicito por ello y agradezco su presencia hoy aquí. Varios de los premios que acabamos de entregar nos remi- ten directamente a Europa, con la que, a lo largo de su milenaria historia, España ha anudado un sinfín de relaciones y con la que hoy construimos nuestro futuro. Algunas de esas relaciones son recordadas precisamente en este año por las celebraciones en torno al 400 Aniversario de Felipe II, un rey tan mitificado por unos como incomprendido y denigrado por otros. En la idea de enlazar lo europeo con lo que nos es más propio y cercano, rememoramos tam- bién hoy aquí una figura culta y emprendedora, reformista y europea: Gaspar Melchor de Jovella- nos, cuyo recuerdo celebramos este año de manera muy especial. La inquietud intelectual y la finura de espíritu de este gijonés, el amor a su tierra, Asturias, y el amor a todas las tierras, su afán de saber y su sensibilidad, brillan de continuo. Su vida y su obra deben ser el mejor antídoto para combatir esa tendencia al pesimismo que a veces nos envuelve sin justificación. Su ejemplo debería ser también un estímulo y una luz para todos mientras exista entre nosotros un problema sin resolver o una injusticia sin borrar. A él, que fue tan español, la llamada de la cultura del resto de Europa no le resultó ajena. Esa revalorización de la cultura en la confluencia de lo español con lo europeo tiene en nues- tros días un ejemplo significativo en la obra de Reinhard Mohn, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Este empresario alemán, creador del grupo de comunicación Bertelsmann y presidente de la Fundación que lleva el mismo nombre, ha dedicado su vida al impulso de los medios que amplían el horizonte de los hombres y lo ha hecho mediante una trayectoria centrada en el fomento de li- bros y la apuesta por las nuevas tecnologías de la información y de la cultura. Trayectoria próspera de la que España es testigo privilegiado. En sintonía con las convicciones profundas de su pensamiento, sostiene la fe en el diálogo crítico y la cooperación como fundamentos del progreso y lo hace en la necesidad de superar ideas y costumbres caducas. Así, por ejemplo, insiste en que en el mundo de hoy no es imaginable una empresa regida principal y exclusivamente por el máximo beneficio económico. De ahí la «Varios de los premios que acabamos de entregar nos remiten directamente a Europa, con la que, a lo largo de su milenaria historia, España ha anudado un sinfín de relaciones.» Ver vídeo

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