Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

4 O viedo | T eatro C ampoamor | 22 de octubre de 1999 Una buena parte de la literatura que yo puedo escribir surge de las pérdidas. Cuando los sistemas, como recientemente el soviético, se rompen contra su propia historia; cuando las estructuras de poder se convierten en nada; cuando la estupidez de los vencedores clama al cielo; cuando con la libertad viene la miseria y se añaden las oleadas de refugiados de la más reciente emigración de los pueblos; cuando la historia, nuevamente, zozobra de una forma catastrófica y el capitalismo, como única ideología restante, se desvanece en un irracionalismo mundial; cuando solo la Bolsa tiene sentido y, con ella, todo puede resbalar; y cuando, finalmente, el gremio de los historiadores, cansados de pelearse por notas de pie de página, se extravía en la incertidumbre de la posthistoria, la literatura se cotiza mucho. Vive de las crisis. Florece entre los escombros. Oye el ruidito de la carcoma. Su función es profanar cadáveres. Por un precio, o por nada, vela a los difuntos y cuenta a los supervivientes, siempre de nuevo, las viejas historias. Sin embargo, si se hojean los suplementos literarios o se escucha el runruneo del mundo de la cultura, siempre que lo secundario desplaza impertinentemente a lo primario, la literatura, según el curso de monedas, queda desplazada. En el mejor de los casos, sirve como acontecimiento, una vez acicalada, o para alimentar la internet. Según dice la publicidad, incluso fomenta el consumo entre los grupos marginados. Sin embargo, yome niego a creerlo. Soy un ignorante confeso. Ese progreso que quiere meterme prisa no me dice nada. De forma pasada de moda, practico una profesión también pasada de moda, no tengo ordenador, no doy tumbos por la internet, escribo aún mis manuscritos a mano, mecanografío la segunda y la tercera versión con ayuda de una máquina de escribir traqueteante y lo hago a diario, de pie junto a un pupitre; mientras voy de un lado a otro, murmuro para mis adentros y mastico las frases hasta que, tanto habladas como escritas, adelgazan a fondo o se redondean en los extremos. Sin embargo, estoy seguro de que la historia prosigue epiléptica y, siempre en contradicción con ella, la literatura tiene futuro. Empujado a un lado, el libro volverá a ser subversivo. Y se encontrarán lectores para los que los libros sean un medio de supervivencia. Veo ya niños, hartos de televisión y aburridos de juegos informáticos, que se aíslan con un libro y se abandonan a la atracción de la historia narrada, se imaginan más de cien páginas y leen algo muy distinto de lo que aparece en letras de imprenta. Porque eso es lo que caracteriza al ser humano. No hay espectáculo más hermoso que la mirada de un niño que lee. Totalmente perdido en ese contramundo metido entre dos tapas, sigue estando presente, pero no quiere que lo molesten. Y si un día próximo o lejano la especie humana, porque entre tanto todo es posible, se aniquilara a sí misma de alguna forma sofisticada, estoy seguro —distinguidas damas y caballeros, querido Príncipe de Asturias— de que será el libro quien tenga la última palabra; aunque solo sea en forma de octavilla. Günter Grass — Premio Príncipe de Asturias de las Letras 1999 Fragmento del discurso ofrecido con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras el 22/10/1999.

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