Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

9 P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos Regresamos a Italia, a su sabiduría y cultura ancestrales, para exaltar y destacar al cardenal Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán, hijo preclaro de nuestro san Ignacio de Loyola, que ha sido distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. El cardenal Martini, doctor en Teología y en Sagrada Escritura, ha sido profesor en el Instituto Bíblico de Roma, rector de la Universidad Gregoriana —designado por Su Santidad el Papa Juan Pablo II— y presidente de las Conferencias Episcopales de Europa. Pero, al igual que sucede con los restantes galardonados, solo la muy extensa relación de sus méritos no nos muestra la verdadera dimensión de sus virtudes. Porque hay además en el cardenal Martini, y de manera muy especial, una magnitud ética que va mucho más allá de cualquier reco- nocimiento formal. Sacerdote de una gran diócesis como es la de Milán, el cardenal Martini ha convertido su ca- tedral en templo de la palabra revelada, de la oración y de la fraternidad. Su actitud de apertura y comprensión se sintetiza en un profundo deseo de encontrarse, como él mismo nos ha dicho, «con todas las personas que se interrogan sobre el misterio de la existencia humana». En su fe en la palabra, en su convencimiento de la necesidad continua de diálogo, debemos buscar el secreto de su magisterio, madurado en muchas horas de retiro y soledad. Autor de los comentarios bíblicos más leídos en la actualidad, la sugestiva y actualizada lectura que hace de los textos sagrados nos convoca al encuentro esperanzado con la vida tranquila y so- segada, con piedad y dignidad, que en ellos se nos promete. El cardenal Martini se preocupa por los desposeídos, los ancianos, los inmigrantes, los perse- guidos, las comunidades de base, los presos... Dialoga con personas de otras religiones y con los agnósticos para explorar la posibilidad de fundar una acción común en favor de un mundo más humano. Lo ha hecho de manera brillante y con ejemplar comprensión con Umberto Eco acerca de los fundamentos de la ética. Ambos, desde puntos de vista distintos, se han aproximado en sus fines, en su anhelo de alcanzar la perfección moral y hallar respuestas a los interrogantes del mundo actual. En la actitud y en el pensamiento del cardenal Martini brilla la capacidad de explicar con sabi- duría y bondad las más profundas contradicciones del hombre, sin ignorar jamás que el fin último de la vida humana es, como nos ha dicho, «la obediencia a un misterio más grande que nosotros». Una vez más, nuestros premios regresan a la América hispánica, pues se ha concedido el Pre- mio Príncipe de Asturias de las Letras a Augusto Monterroso, uno de los escritores que, en la otra orilla del Atlántico, más se ha esforzado por buscar nuevos caminos para la creación literaria. La historia de la literatura en lengua española se escribe, en gran medida, gracias al esfuerzo que un amplio grupo de escritores hispanoamericanos ha hecho. Entre otras muchas razones, por- que han sabido nutrir su lengua con peculiaridades de sus países de origen y con la mejor tradición castellana, haciéndolo con una originalidad y un vigor expresi- vo que los identifica de manera exclusiva. Esa originalidad está hoy aquí representada en la persona de Augusto Monterroso, escritor hondureño de nacimiento y guatemalteco de corazón, y de manera concreta por su magis- tral elaboración de relatos cortos y cuentos. Precisamente al premiar a Augusto Monterroso se premia también —como él ha dicho— el cuento como género del que él es, en lengua espa- ñola, uno de sus más egregios representantes. Realidad y fantasía, sátira y humor, concisión y agudeza, son las principales características de su obra. De su formación autodidacta y su necesidad continua de aprender proviene tal vez la «ori- ginalidad cervantina y melancólica» de su estilo, a la que se ha referido el jurado. Por último, y en su honor, podríamos decir que es imposible olvidar su apasionada y pacífica resistencia en busca de la democracia para su patria, lo que le ha supuesto un exilio que ha durado cincuenta y dos años y que lo ha ligado estrechamente a la cultura mexicana. La soprano Barbara Hendricks, galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, piensa, con acierto, que la música pertenece a todo el mundo y que ella canta para todo el mundo. «Siempre hay un lugar para el encuentro y el entendimiento entre los que anteponen el valor supremo de la vida al fanatismo y al crimen.»

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