Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

11 P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos de nuestras respectivas culturas, y sensibilizará a todos del grave e inaplazable problema de la con- servación del medio ambiente y de la necesidad de su protección. Porque las maravillosas condi- ciones naturales de Brasil, que el mundo entero reconoce como esenciales para la vida del planeta, necesitan ser protegidas con la ayuda de todos. Una ayuda que el presidente Cardoso ha pedido a los organismos internacionales, que deben aportar proyectos y recursos suficientes para lograr la definitiva salvación de estos espacios vitales. El Premio Príncipe de Asturias de los Deportes ha sido concedido por segunda vez a un ciclis- ta. Entonces fue nuestro Miguel Induráin y hoy es el estadounidense Lance Armstrong, que reúne, sin ninguna duda, todas las virtudes de los grandes deportistas. A sus triunfos deportivos Armstrong une los que alcanzó lejos de la competición, cuando, enfermo de cáncer, recorrió con extraordinario valor los caminos de la desesperanza y el miedo, del dolor y el sufrimiento. De ellos ha regresado engrandecido y transformado espiritualmente, dispuesto a infundir en otros seres humanos, enfermos como él, deseos de volver a la alegría de vivir. Con este propósito ha creado la Fundación que lleva su nombre, en la que trabaja apasiona- damente ayudando a muchas personas a enfrentarse al mal, a comprenderlo y a vencerlo. Define la Real Academia Española la palabra concordia como conformidad, ajuste, convenio, consenso, acuerdo, unión. Todos estos significados tiene también la meritoria labor de la propia Academia y de la Asociación de Academias de la Lengua Española, a las que este año les ha sido concedido el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Es hermoso ver el acuerdo y la sintonía tras los enfrentamientos sociales o bélicos, pero no lo es menos ver cómo la palabra —la que encarna la lengua española, la lengua que hablan en el mundo 400 millones de personas— es el fin de esa confluencia armónica. El idioma español es hoy uno de los grandes patrimonios de la humanidad, vehículo fértil de pacífico entendimiento e instrumento esencial para la creación cultural. Las insignes academias hoy aquí representadas lo protegen y estimulan con su abnegado trabajo para extenderlo, para conservarlo en todo su rigor y pureza. El consenso ya obtenido en la ortografía, la incesante labor en los campos léxico y gramatical, la preparación de un nuevo Diccionario de la Lengua y del Diccionario Académico de America- nismos —en los que cabrán las peculiaridades lingüísticas de cada país—, la adaptación de todas esas labores a los cambios tecnológicos, son todas ellas tareas que completan este planteamiento primero de diálogo, concordia y paz que hoy supone la lengua española. Todo esto nos hace volver a sus raíces, al solar donde nació, a las tierras de España, y seguir cre- yendo en que, precisamente aquí, la lengua española, la lengua de todos, puede ser también uno de sus más hermosos factores de reconciliación y de paz definitivas entre nosotros, jamás de enfrentamiento. Señoras, señores: Los sentimientos que esta ceremonia expresa y los trágicos acontecimientos vividos por los pueblos israelí y palestino en Tierra Santa en las últimas semanas, se unen, con emociones en- contradas, en nuestro ánimo, y nos recuerdan el acto de entrega de los galardones en el año 1994 en el que Isaac Rabin y Yaser Arafat recogieron el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, que compartían. El contenido de los esperanzadores discursos pronunciados en aquel inolvidable día por am- bas personalidades y sus expresivas y cálidas muestras de comprensión mutua deben perdurar. Sabemos que hay mucho que olvidar, pero estamos convencidos de que más son los frutos que se pueden recoger con el diálogo, la negociación y la generosidad. Anhelamos que Jerusalén, ciudad secularmente vinculada a la Corona, sea centro de paz, convivencia y esperanza, ejemplo para to- dos de fraternidad y concordia. Soñamos, como el poeta sefardí, la llegada de la hora en que sobre la noche del dolor arda radiante la llama de la paz. Permítanme ahora, antes de finalizar estas palabras, que recuerde públicamente —con la ale- gría y la naturalidad de los gestos verdaderos— la proximidad de un aniversario de especial sig- nificación para los españoles que apreciamos y agradecemos la obra conseguida de una España democrática en paz y libertad.

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