Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

11 P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos mente este pasado verano, en nuestra querida Andalucía, una tierra hecha de la fusión de pueblos y culturas y tan sensible, por ello, a los valores de la concordia y la paz verdadera. Cuando en ella convivían cristianos, judíos y musulmanes, el más grande poeta sefardí de aquel tiempo escribió, en la luminosa Granada, unos no menos luminosos versos sobre la amistad y la fraternidad, sobre el desgarro de su ausencia: Si no esperaran los corazones que tú volvieras, la muerte nos habría llegado al separarnos. Desde el lirismo simbólico y conmovedor de este poema, celebramos que sea el arte, a través de una de sus expresiones más bellas, el que ha unido a Daniel Barenboim y Edward Said, pues creemos, como nuestro admirado y premiado el pasado año, George Steiner, que la música puede trasmutar el espacio, la densidad y hasta el curso del mundo. Les deseamos una fructífera continui- dad en su ambición de concordia —que todos compartimos— para una tierra dolida por la historia y tan herida en su presente. La selección brasileña de fútbol ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes. Este galardón, que nació con la intención de reconocer los beneficios que el deporte tiene para el ser humano y también para galardonar a aquellos que, además de practicarlo con excelencia, sean ejemplares por sus valores morales, ha querido resaltar en esta ocasión los méritos históricos de los futbolistas brasileños y la trascendencia social que el fútbol tiene en aquel querido país. El fútbol es en Brasil, en efecto, un fenómeno que va más allá de lo deportivo. Capaz de expresar de una manera singular emociones, ha hecho que su práctica forme parte de la identidad de los bra- sileños. Es además un sentimiento, una pasión compartida. Estas características, comunes a muchos otros países, son, sin embargo, especialmente intensas en Brasil, donde, como ha afirmado el pre- sidente Fernando Henrique Cardoso, el fútbol eleva la autoestima y la dignidad de todo el pueblo. Si siempre el deporte, debidamente encauzado, es especialmente beneficioso y eficaz, aún lo es más cuando se practica en comunidades con altos grados de marginación, en las que contribuye, de manera importante, a la inserción social y a la formación de los niños y de los más jóvenes, que en muchos casos encuentran en él la posibilidad de alejarse para siempre de un futuro amenazado por la enfermedad, la pobreza y el desarraigo. Los primeros pasos del siglo xxi nos han traído un mundo apasionante, testigo de vertiginosos cambios, imprevisible, lleno de incertidumbres y de riesgos, pero también de oportunidades. Vivimos conquistas insospechadas de la ciencia, actos sublimes de la creación artística y acciones heroicas de solidaridad que transcienden fronteras. Paralelamente, y con evidentes dimen- siones globales, se alzan la pobreza, el hambre, la emigración masiva e incontrolada, así como la ignorancia, el fanatismo y el terror, en formas nuevas, tan diversas y destructoras. Unos problemas a los que se enfrenta la humanidad y cuya solución constituye uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo. Sin embargo, como siempre ha sucedido, las puertas de la esperanza siguen abiertas, porque la historia nos enseña que todas las tragedias y fracasos, todas las dificultades, por extraordinarias que sean, no han impedido que la humanidad siga avanzando hacia un mundo mejor. Un mundo nuevo que inevitablemente tendrá que ser regido por una ética global que, respetando la diver- sidad de culturas, una a todos los pueblos en torno a valores universalmente compartidos que permitan una convivencia en paz y libertad. A lo largo de este discurso he utilizado varias veces una de las más hermosas palabras que ha acuñado nuestro idioma, la palabra esperanza. Quiero ahora invocarla de nuevo al agradecer a nues- tros premiados su presencia en este acto, pues con su vida y con su obra nos hacen sentirla desde lo más hondo. Ellos, también, simbolizan el anhelo de concordia, de cooperación y de solidaridad que «Los primeros pasos del siglo xxi nos han traído un mundo apasionante, testigo de vertiginosos cambios, imprevisible, lleno de incertidumbres y de riesgos, pero también de oportunidades.»

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