Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

2 O viedo | T eatro C ampoamor | 24 de octubre de 2003 En Shiraz, lugar de peregrinación del gran poeta Hafiz, tropecé, en la persona de mi guía, con una joven musulmana con velo en la cabeza que, según se demostró, era una voraz lectora. ¿Qué autores extranjeros podían haber llegado hasta una estudiante así bajo el dominio de los mulás? ¿A quién conocía por traducciones? Para mi sorpresa, su interés estaba consagrado a un español, del que quería saberlo todo: Miguel de Unamuno. Ella no podía sospechar el curioso paralelismo de nuestras experiencias vitales: Unamuno también fue para mí —hace ahora 55 años— el primero de los autores españoles. La filosofía existencialista constituyó entonces, terminada la Segunda Guerra Mundial, la caja de resonancia de la obra de Unamumo Vida de don Quijote y Sancho . Entretanto, el clima intelectual ha cambiado, pero los textos de Unamuno no han amarilleado. Aquel texto, por ejemplo, que trata la cuestión de cómo se hace una novela, ya es posmoderno en su construcción. Tiene su origen en los años 20, cuando Unamuno, emigrado a Francia, se detiene movido por la nostalgia en la frontera de su tierra vasca. En este esbozo de novela, Unamuno reflexiona sobre el trabajo del escritor y analiza el mecanismo de la producción de mundos ficticios observando su efecto sobre el lector. El personaje principal, el pobre Jugo de la Raza, se espanta de tal modo ante la lectura de una novela que quema el libro, pero luego, presa de la curiosidad, corre a buscar otro ejemplar, para volver a temer el final de la historia. En esta ambivalencia del lector se debe desvelar la verdadera naturaleza de la ficción: por una parte, el autor depende de la imaginación del lector, porque solo él despierta a la vida la literatura. Por otra parte, el lector solo podría llenar el abismo entre literatura y vida extinguiendo su existencia cotidiana. Al devorar la novela, tendría que dejarse consumir por la vida ficticia. Unamuno no aborda esta paradoja de forma juguetona —como Italo Calvino—, sino con la seriedad existencial de un catolicismo insondable, convertido en piedra en El Escorial. Tan solo un libro, la Biblia, estaría a la altura del abismo entre literatura y vida. El lector creyente, que se adapta a su mensaje, puede dejar atrás su existencia irreflexiva en la esperanza de una nueva vida. Tener que imitar en vano ese modelo del «libro de los libros» describe la tragedia del escritor. Jürgen Habermas — Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2003 Fragmento del discurso ofrecido con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales el 24/10/2003.

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