Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

8 O viedo | T eatro C ampoamor | 26 de octubre de 2007 heredado, ese tesoro que es nuestra Tierra, solo si evitamos que nuestro hermoso planeta, nues- tro verdadero hogar, se degrade hasta extremos irreversibles, habremos cumplido uno de los ma- yores deberes como seres humanos. Nuestro premiado ha sabido subrayar que es imposible encontrar soluciones a este problema si no somos capaces de pensar globalmente; pues ningún pueblo, cultura, raza o país está libre de sus devastadores efectos. Si aprendemos a trabajar con esa visión, entenderemos cuán relacionado está con otros graves males de nuestro tiempo y será más viable aproximarnos a soluciones compatibles con el progreso y con la vida. Se ha concedido el Premio de las Artes al músico, cantante y poeta Robert Allen Zimmerman, que todos conocemos como Bob Dylan, un símbolo para millones de personas, que cantan sus hermosos y sugerentes temas con el convencimiento de que unidos a su grito soñador algo podrán cambiar para mejor en el mundo. The answer is blowing in the wind , la respuesta está en el viento, nos ha dicho una y mil veces con su guitarra y su voz inconfun- dible. La respuesta a tantos males que amenazan a los seres hu- manos flota en el viento para que todos y cada uno de nosotros podamos atraparla y sentir la fuerza de la unión, de la voluntad compartida, del coraje de cambiar. Aunque hoy le ha sido imposible acompañarnos en este acto, queremos recordar y reconocer la insobornable esperanza de este músico austero, su sensibilidad y su fortaleza en sus sueños. Señoras y señores: La entrega a los demás, el servicio a las causas más justas como forma de vivir cobra un mayor valor cuando lo que está en juego afecta tan directamente a la vida humana, y, en parti- cular, al conocimiento de sus fundamentos biológicos como vía para solucionar los grandes pro- blemas que generan las enfermedades más graves. Los dos eminentes biólogos que hoy reciben el Premio de Investigación Científica y Técnica, el británico Peter Lawrence y el español Ginés Morata, encarnan la actitud del científico de nuestros días, ilusionado y comprometido con la ampliación de los límites del conocimiento de la realidad por el ser humano. Si para Albert Einstein el verdadero arte y la verdadera ciencia brotaban del misterio, al concederles este galardón, el jurado ha resaltado que ambos científicos no han hecho otra cosa que trabajar sobre el último misterio de la vida, convencidos de las posibilidades actuales para llegar a entender la programación de lo vivo y, desde ahí, las alteraciones que separan la salud de la enfermedad, la vida de la muerte. Hay una unidad de base en el soporte físico de todos los vivientes, en los fenómenos que les caracterizan. Esa constatación fue fundamental para el espectacular progreso de las ciencias de la vida en las últimas seis décadas. Por eso tiene sentido estudiar seres vivos sencillos que sirvan como modelos de experimentación, obteniendo resultados de valor general. Las posibi- lidades de esta forma de conocer nos seguirán asombrando, como ha sucedido con el hecho de que un ser vivo de pequeño tamaño, que, sin embargo, está dotado de los atributos de los organismos más complejos, con su simetría y sus órganos diferenciados, haya sido la base para construir toda una teoría genética del diseño animal. Entender bien ese programa de desarrollo permite, entre otras muchas tareas, extrapolar los hallazgos a los seres humanos, analizar el cre- cimiento controlado de los órganos del cuerpo, encontrar por qué de una célula única pueden surgir cientos de tipos de células diferenciadas y abordar también el descontrol que causan los tumores. Los dos científicos hoy premiados ilustran el valor del esfuerzo, inteligente y lúcido, para incor- porar al patrimonio del conocimiento los detalles de la formación y regeneración de los organis- mos complejos, el por qué algunas células están programadas para morir al servicio del desarrollo de los seres vivos, o también la forma en que estos envejecen. «Científicos, ecologistas, instituciones y personas sensibles nos han alertado sobre la necesidad de conjugar el progreso industrial con la conservación del medio ambiente y la biodiversidad.»

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