Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

8 O viedo | T eatro C ampoamor | 22 de octubre de 2010 escultura . Quien se adentra en el interior de sus obras, siente el abrazo de sus paredes de metal, grandiosas, a la vez en su tamaño y en su sencillez. Armoniza la rudeza del material con la finura de sus curvas hasta provocar la sensación de estar en un laberinto, en un espacio propio, distinto y maravilloso. De ahí su magisterio. Y ser maestro es ser, como Richard Serra, un gran artista, creador de una obra inconfundible y solemne, generosa y honrada, enraizada en la verdad, que nos invita a formar parte de ella, a vivirla con emoción. Volvemos ahora la mirada hacia Asia Oriental, hacia una civilización milenaria de un gran es- plendor artístico. Los arqueólogos que trabajan en el Mausoleo de Qinshihuang, en la ciudad china de Xi’an, han recibido el Premio de Ciencias Sociales. En el esfuerzo del equipo que ha llevado a cabo ese gran trabajo de rescate e investigación reconocemos la tradicional y minuciosa tenacidad del pueblo chino, su pujanza y esplendor, expresados en su cada vez mayor apertura al mundo e influencia en él, y en su espectacular desarrollo económico actual. El mausoleo, con sus miles de guerreros, objetos y otras figuras de terracota, es una metáfora de la eternidad que, sin pretenderlo originariamente, establece también un diálogo mágico con los vi- sitantes. Desde 1979 millones de personas han podido revivir, asombrados, la historia personal, mi- lenaria y misteriosa de un emperador que anhelaba un refugio, un lugar seguro para su viaje eterno. El trabajo de los arqueólogos de Xi’an es de una delicadeza y de una perfección extremas, con un resultado emocionante y revelador que nos proporciona una preciosa información histórica y cultural de la China de hace más de 2.000 años, un tiempo fundamental para la civilización humana. Sabemos que en las excavaciones arqueológicas los especia- listas trabajan siempre con infinita paciencia, con precisión y esmero; y también que con cada descubrimiento late en ellos una emoción profunda. Admiramos y reconocemos esa entrega al conocimiento que se origina a veces en una mínima pieza de cerámica, vidrio o metal, con la que se confirman hipótesis y que permite reconstruir, como en un inmenso rompecabezas, la historia de la humanidad. Alain Touraine y Zygmunt Bauman han recibido el Premio de Comunicación y Humanidades. Agradecemos con admira- ción el rigor y la profundidad de estos pensadores de gran altura. Dos sabios para tiempos vacilan- tes que han dedicado toda su larga trayectoria científica a la noble causa de explorar el mundo y hacer de él un lugar mejor para la vida humana. Representantes —como afirma el acta del jurado— de la tradición intelectual europea más bri- llante, sus investigaciones y trabajos abarcan campos muy diversos. Analizan y explican la extraor- dinaria complejidad de la sociedad contemporánea, sus grandes transformaciones, sus errores, así como las posibilidades y modos de elevar y dignificar sus estructuras sociales, económicas y culturales. Nos alertan, al tiempo, de que muchas de las viejas palabras ya no sirven para entender el presente. El francés Alain Touraine ha trabajado sobre la sociedad postindustrial y ha reflexionado so- bre los movimientos y conflictos sociales y económicos más importantes del siglo xx. Se ha in- teresado asimismo por Iberoamérica. Ha denunciado las dictaduras con la fuerza de las ideas. Y también ha dirigido su análisis hacia los procesos de transformación generados por la economía y la globalización, para defender los derechos humanos, la dignidad y la democracia en el mundo. Ha abordado estos temas a menudo en soledad y con una gran independencia —aunque nunca aislado— y por encima de las corrientes dominantes, lo que engrandece aún más su obra. El polaco Zygmunt Bauman, superviviente y perseguido por el nazismo primero y el comu- nismo soviético más tarde, ha acuñado la expresión «modernidad líquida» —uno de los ejes de su vida intelectual— para descubrirnos un escenario totalmente desconocido, el paso de una so- ciedad previsible y fiable a otra indescifrable, donde el poder se diluye en el espacio global. Un tiempo que nos obliga a caminar —como ha escrito— sobre hielo fino. El hábitat natural de la vida «Es en los momentos difíciles cuando los pueblos deben expresar más claramente la altura de sus ideales, su lucidez y su grandeza de ánimo.»

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