Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos 7 Discurso XXXIII Este momento y lugar son cada otoño fuente de muchos recuerdos y enseñanzas. Recuerdos que nos hacen pensar, conocer, descubrir, crecer en ideales y valores; que nos emocionan y que refuer- zan nuestra fe en el ser humano. Son palabras, imágenes, obras y sentimientos que en la Fundación guardamos celosamente como lo más preciado y que quisiéramos mantener vivos para compartir sin límite alguno. Nuevamente nos reunimos para entregar nuestros premios; y son los premiados junto a sus obras nuestra motivación. Por ello es un gran privilegio contar con su compañía para esta celebra- ción tan importante para Asturias y tan valorada fuera de ella. Sean, pues, bienvenidos a esta tierra, acostumbrada a mantener con voluntad férrea los valores que la han hecho progresar y que, en situaciones críticas, siempre ha sabido conservar la esperanza. Reciben hoy nuestros premiados honores muy merecidos, por lo que ante todo les damos la enhorabuena; pero también las gracias, porque con su ejemplo nos recuerdan a cada uno que de- bemos trabajar en nuestras responsabilidades con sentido del deber. Nosotros, por otro lado, al reconocer en ellos lo mejor de la ciencia, de la cultura, de la solida- ridad y del deporte, enriquecemos nuestro acervo cultural y ofrecemos una imagen muy alejada del pesimismo, que tantas veces retarda nuestro mejor futuro. Damos igualmente las gracias de corazón a nuestros patro- nos y protectores, a los medios de comunicación y a las perso- nas que con su presencia en este acto contribuyen a su trascen- dencia y, en fin, a todos cuantos apoyan nuestros objetivos. Como ya afirmara hace más de 400 años el Inca Garcilaso desde el mágico Perú: «Mundo solo hay uno». Pues la labor de esta Fundación, que se resume en cada entrega de nuestros pre- mios es, quizá, la mejor muestra de nuestro deseo de abrirnos y unirnos a ese mundo, cuya diversidad es realmente una oportu- nidad —oportunidad para el reencuentro y la solidaridad, para el entendimiento, el diálogo y la cooperación—, nunca una dificultad o un obstáculo. De alguna manera este teatro se erige así, con orgullo esta tarde, en faro de conocimiento, sa- biduría y tolerancia; y nuestro mayor deseo es que todos, especialmente los jóvenes, se dejen guiar por la luz con la que este magnífico grupo de personas irradia excelencia. Conozcamos ahora un poco más los méritos de nuestros galardonados. El Premio de las Artes ha sido otorgado a Michael Haneke. Cineasta, guionista, dramaturgo, una persona, en fin, en la que convergen una aguda sensibilidad artística y la profundidad de su mirada sobre la realidad —y la complejidad— de la naturaleza humana. Por eso quizá, la crítica, además de aplaudirle unánimemente, le ha calificado como el poeta del desasosiego cinematográ- fico. Los adjetivos con los que se ensalza la intensidad ética y artística de su obra se acumulan: su visión es penetrante; sus análisis, implacables; su discurso, coherente; su dominio de la técnica, extraordinario; el ritmo narrativo y la creación del suspense, magistrales. Todo ello gracias a un talento innovador que, al representar de manera sugerente el lado más oscuro de la condición humana, ha creado una nueva forma de representar el mundo a través de la gran pantalla, con una hermosura que abruma y con una eficacia inquietante. Es una forma que nos hace reflexionar; nos conmueve y nos estremece; nos compromete a buscar respuestas; nos lleva a interrogarnos sobre cómo somos, cómo vivimos, qué hacemos día a día con nuestra existencia. En suma, dicho con Godard, el cine de Haneke es «un pensamiento que forma, una forma que piensa». «Nuestro mayor deseo es que todos, especialmente los jóvenes, se dejen guiar por la luz con la que este magnífico grupo de personas irradia excelencia.» Ver vídeo

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