Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos

11 P remios P ríncipe de A sturias 1981–2014. D iscursos más sólido —el activo de mayor valor con el que contamos— es precisamente nuestra gente, la sociedad española en su conjunto. Así lo está demostrando con su comportamiento durante estos años tan difíciles. Los hombres y mujeres de España han hecho frente con gran coraje a la adversidad y han mos- trado una capacidad de sacrificio fuera de toda duda. Son muchos, son millones los españoles que cada día batallan para salir adelante con honestidad, con esfuerzo, con valentía y con humildad; ellos son los que realmente hacen de España una gran nación que vale la pena vivir, y querer, y por la que merece la pena luchar. Así la sociedad española está dando, una vez más, un ejemplo de madurez, de responsabilidad y de conciencia cívica que es justo reconocer y necesario valorar en muy alto grado. No estamos, por otra parte, en la España que entristeció a Unamuno; en la que —como dijo— «vive cada cual solo entre los demás». La solidaridad está muy presente. Muchísimos españoles están dedicando una parte de su tiempo a ayudar a los demás; y son también muchos los jóvenes voluntarios que han hecho del compromiso social su bandera. Todas las instituciones sociales, públicas y privadas, se están volcando con los que más sufren y más necesitan. Y dentro de las familias, los más mayores están dando un gran ejemplo de genero- sidad, al compartir con los más jóvenes los esfuerzos de una vida llena de sacrificios. Tampoco, afortunadamente, vivimos en una sociedad en la que esté instalado un pesimismo insuperable, como en otras épocas de nuestra historia. En la sociedad civil se debaten los asuntos públicos; se crean instituciones y foros con voluntad de aportar —con espíritu constructivo— ideas y propuestas. No es una so- ciedad indiferente frente a la gestión de los intereses generales, frente a nuestro futuro. Tenemos una sociedad con vitalidad, con pulso. Creo firmemente, además, que entre nosotros están muy presentes los sentimientos fraternales generados a lo largo de muchos siglos de convivencia; de compartir profundos vínculos familiares e históricos, tantas emociones sufridas o disfrutadas colectivamente, juntos. Sentimien- tos, en fin, de respeto, de estima y afecto —de amistad—, que nos han dado forma y que debemos preservar y alimentar siempre, y en todo momento, por encima de las tensiones, de las discrepan- cias y los desencuentros. La sociedad española está firmemente instalada en la democracia y la libertad, rechaza la vio- lencia y la intolerancia y ha sido capaz de integrar en su seno a personas de diferentes religiones, lenguas y costumbres; muchos de las cuales sienten hoy el orgullo de haber alcanzado el sueño de ser ciudadanos españoles. Somos una sociedad fiel a nuestra vocación europea, orgullosa de nuestra dimensión iberoamericana, consciente de nuestro lugar y responsabilidad en el mundo y estamos abiertos a él. Vivimos también con un profundo deseo de avanzar y de adaptarnos a las exigencias de los nuevos tiempos. La sociedad exige una reflexión rigurosa para nunca más volver a caer en errores y excesos inadmisibles, con la firme aspiración de construir un futuro basado en el rigor, la seriedad, el esfuerzo y la honradez. Un futuro solidario y con principios éticos firmes, en el que la integridad inspire nuestra vida colectiva y la gestión de nuestros recursos. Tenemos, así pues, señoras y señores, muchas razones para sobreponernos a la adversidad. Contamos para ello con la entereza y la voluntad de superación de la sociedad española como la mejor garantía para nuestro futuro. Contamos con las aspiraciones e ilusiones de nuestros ciuda- danos como la mayor esperanza para España. Una nación que han construido millones y millones de ciudadanos a lo largo de los siglos y que hoy, todos juntos, en un proyecto compartido, tenemos la responsabilidad de continuar, en una gran tarea siempre inacabada. Una nación que nunca ha claudicado frente a la adversidad ni ha renunciado a ningún sueño. Una nación cuya historia es fundamental para entender y explicar la historia de la humanidad. «La sociedad exige una reflexión rigurosa para nunca más volver a caer en errores y excesos inadmisibles.»

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