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Frederick W. de Klerk y Nelson Mandela Premio Príncipe de Asturias Cooperación Internacional 1992
Intervención de D. Frederich G. Conradie, embajador de la República Sudafricana en España, en nombre del Sr. De Klerk
Majestad,
Alteza Real,
Excmo. Señor Presidente del Principado,
Excmo. Sr. Ministro de Trabajo,
Excmo. Señor Presidente de la Fundación Príncipe de Asturias,
Excmos. señores,
Señoras y Señores,
Deseo transmitir a Su Alteza, en nombre del Presidente del Estado de la República de Sudáfrica, Frederik Willem de Klerk, su más sincero agradecimiento por el privilegio que representa el recibir el tan prestigioso "Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional" de 1992. Como copartícipe del Premio, el Presidente del Estado De Klerk considera este galardón como un gran honor y reconocimiento de las iniciativas emprendidas por el Gobierno sudafricano para llevar a cabo importantes cambios políticos en el país. El Presidente del Estado acepta el Premio en nombre de todos los que, en Sudáfrica, le han ayudado y respaldado en su empeño y que continúan esforzándose por alcanzar los nobles objetivos que van implícitos en el "Premio Príncipe de Asturias", entre ellos el de lograr un sistema político justo y democrático para Sudáfrica.
Desde sus comienzos, la historia de Sudáfrica se ha caracterizado por una búsqueda, por parte de los diferentes pueblos que viven en esta parte meridional del continente africano, de una solución justa y duradera para el problema de la convivencia pacífica. Por esta razón, entre períodos de intensos conflictos bélicos, se han sucedido otros en los que se adoptaron diferentes fórmulas políticas, con la esperanza de traer la paz y la prosperidad duradera a este perturbado país. Sin embargo, ni la unificación, ni el colonialismo, ni otras soluciones utilizadas alcanzaron el éxito, principalmente porque todas ellas tenían un defecto esencial: ninguna logró establecer una democracia para todos los sudafricanos. Este es el fallo que el Gobierno sudafricano intenta corregir desde 1990. El camino del éxito es duro, como ha quedado claramente demostrado durante los tres últimos años. No obstante, el Presidente De Klerk está absolutamente determinado a continuar en el camino de la reforma y confía en que alcanzará el triunfo, porque él y otros dirigentes cuentan en este empeño con el apoyo de la mayoría del pueblo de su país.
España mantiene desde hace mucho tiempo una relación amistosa y un intenso interés en Sudáfrica y esta actitud por parte de un miembro tan importante de la Comunidad Europea es de gran valor y constituye un estímulo para Sudáfrica. En nuestros esfuerzos por encontrar una solución política para el país, este interés es muy apreciado. El Gobierno de Sudáfrica agradece el apoyo recibido de España en este respecto.
Desde esta tribuna española tan prestigiosa, unida por tan fuertes lazos con todo el mundo hispánico, el Presidente De Klerk desea manifestar su agradecimiento por la cooperación internacional que su Gobierno y el pueblo de Sudáfrica han recibido en su empeño por conseguir una Sudáfrica justa.
Para concluir, en nombre del Presidente del Estado De Klerk, deseo transmitir su más sincero agradecimiento a los rectores de las Universidades de Sevilla, Madrid y Barcelona, que propusieron su nombre para el Premio, y a la Fundación Príncipe de Asturias, por la fe que han mostrado en Sudáfrica y en sus dirigentes, al otorgarle el Premio Príncipe de Asturias en la categoría de Cooperación Internacional. El reconocimiento de su compromiso de lograr la paz, la estabilidad, la prosperidad económica y un sistema político justo en una Sudáfrica nueva y democrática, tal como se refleja en este prestigioso galardón, le infundirá una inspiración aún mayor.
Muchas gracias.
Majestad,
Alteza Real,
Excelentísimos Sres.,
Sr. Presidente de la Fundación Príncipe de Asturias,
Sras. y Sres.:
Constituye para mi un gran honor recibir de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias,Don Felipe de Borbón, el Premio de Cooperación Internacional que lleva Su nombre. Es esta mi tercera visita a España y cada una de ellas ha constituido un motivo de alegría.
En julio, el mundo festejó con ustedes la celebración en su País de los Juegos Olímpicos, una espectacular reunión del mundo en paz consigo mismo. En distintas ceremonias, España es capaz de reunir lo nuevo y lo viejo, y forjar una identidad común a partir de la riqueza, cultura y civilización de sus diversas regiones.
El mundo necesita la paz, de manera que el objetivo de la Carta de las Naciones Unidas referente al desarrollo, seguridad y buena vecindad pueda ser renovado y actualizado para acoplarse a retos del futuro. Todos debemos apoyar nuestra era.
El principio de la descolonización y la aceptación de los derechos de todas las naciones para pertenecer y participar equitativamente en la vida de la comunidad mundial, no deben estar basados en la opresión a otras naciones.
Es más, la aceptación de los derechos humanos, universalmente aplicables, el disfrute de los cuales es un derecho de todo ser humano y cuya protección constituye una responsabilidad de todos los estados, debe ser reforzado por medidas colectivas bajo los auspicios del Consejo de Seguridad de la O.N.U., para evitar graves violaciones de los derechos humanos y el mayor de todos los crímenes, el genocidio.
Finalmente, la comunidad internacional debe, como prioridad urgente, establecer mecanismos para asegurar que los recursos limitados de nuestro planeta no sean agotados. La aceptación de la responsabilidad global en la conservación de nuestro planeta y sus recursos y la exaltación de un medio ambiente sano para todos es un derecho humano.
La herencia africana de beneficiosas relaciones culturales, políticas y sociales, con las gentes de otros continentes es un orgulloso y creativo logro de la sensibilidad humana. Seguimos intentando emular sus valores. En particular, nuestras relaciones con España, que datan de tiempos antiguos, nos llevan a pensar lo que hubiera ocurrido o lo que hubiera podido ser la cultura Euroafricana, si los elefantes de Aníbal no se hubieran agotado en su camino hacia Roma.
La situación de muchas partes del continente africano no puede describirse más que como calamitosa. El espectro del hambre, la inanición, la violencia y las enfermedades como el sida, se cierne sobre nosotros en un momento en el que, la ciencia y la moderna tecnología alcanzan las alturas de mayor logro. La comunidad internacional responde con diferentes formas de ayuda. Agradecemos y necesitamos esta solidaridad, pero con la matización de que nuestro continente necesita, por encima de todo, ser desarrollado para promocionar y realizar nuestro potencial humano al máximo.
El desarrollo es del interés de toda la raza humana. La inmensa desigualdad de nuestro planeta es peligrosa, injusta y desestabilizadora de igual manera que las desigualdades dentro de un país. El debate Norte-Sur debe renovarse, y las estructuras internacionales de cooperación se deben reforzar.
Los viejos esquemas de comercio, de soberanía absoluta unida a una egoista y total irresponsabilidad, deben dar paso a nuevas relaciones de interdependencia y desarrollo. Este es el camino de la paz basado en la justicia.
Sudáfrica está preparándose para ocupar el lugar que le corresponde en la comunidad internacional, no ya como paria internacional, sino como un país que está a punto de aceptar el reto de la tolerancia racial y la democracia. Debemos, por lo tanto, rendir nuestro tributo a la comunidad internacional por su contribución a la lucha contra el racismo y el apartheid y, especialmente, por los sacrificios realizados por muchos países de Africa. Sin esa solidaridad, no estaríamos recorriendo ahora nuestra última milla hacia la libertad.
La política extranjera del apartheid a la región fue una extensión de su naturaleza agresiva y violenta. Aislada por la comunidad internacional, perseguía todos los medios a su alcance para evitar su aislamiento. Donde podía, buscaba explotar el interés propio y la hegemonía de otros países sobre los demás para minar ese aislamiento. Cuando no lo conseguía, recurría a la coacción, la desestabilización y la agresión militar.
Una Sudáfrica libre debe eliminar para siempre el espectro de la fuerza bruta de sus relaciones con otros estados.
La política de una Sudáfrica libre, por tanto, contribuirá a la democratización de las relaciones políticas y económicas internacionales. En un mundo cambiante, apoyaremos la propuesta de declarar a Sudáfrica una zona no nuclear y el Océano Índico como Mar de la Paz. En lo que se refiere al negocio de las armas, debemos evitar que nuestra economía caiga irremediablemente en este tráfico inmoral de destrucción.
Y lo que es más importante, desempeñaremos un papel completo y dinámico en las organizaciones regionales e internacionales para ayudar a superar los destrozos del apartheid y la desestabilización de nuestros países vecinos, y a construir un mundo donde todos sean respetables y queridos por igual. Pido a España que se una a esta ilusionada tarea.
Es para mí un gran placer aceptar este prestigioso e importante galardón.
Gracias.
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