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Joaquín Rodrigo Premio Príncipe de Asturias de las Artes 1996
Intervención de Dña. Cecilia Rodrigo,
en representación de D. Joaquín Rodrigo
Señora,
Alteza,
Excelentísimos e Ilustrísimos Señores,
Señoras y Señores:
Siento una profunda emoción al tiempo que constituye un altísimo honor recibir en nombre de mi padre, Joaquín Rodrigo, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Próximo a cumplir sus 95 años, el día 22, y temiendo que el viaje y la emotividad de la ceremonia pudiesen afectarle, me veo obligada a anteponer la razón, que nos dicta prudencia, al corazón que nos habría hecho gozar de su presencia aquí.
Aunque físicamente no se encuentre entre nosotros, mientras suena en nuestra imaginación la belleza de su música, sus palabras dicen así:
"Este prestigioso galardón, que viene a coronar mi ya larga vida, me resulta particularmente significativo por el alto nombre que lleva, ligando a Su Alteza el Príncipe, en la devoción que siempre he sentido hacia la Familia Real, con la región de Asturias, especialmente querida por mí desde los tempranos inicios de mi carrera.
Hace muchísimos años, Ángel Muñiz Toca y yo pasábamos momentos agradabílisimos deambulando por las calles de Oviedo Gijón y Avilés y por la entonces solitaria playa de Salinas, sorteando las olas. Así, de su brazo, empecé a conocer y a amar a Asturias. Pasé un feliz verano en el pintoresco y poético pueblo de La Isla, donde compuse mi obra para piano 'A la sombra de Torre bermeja' dedicada al gran pianista español y amigo Ricardo Viñes y me sentí rodeado del cariño de sus gentes. Allí han quedado tantos amigos de gran valía como la familia Álvarez Buylla, el crítico musical que firmaba 'Florestán' y tantos otros tan queridos. Es la misma sensación la que me invade ahora, al recibir este Premio.
La mejor recompensa es quedar satisfecho por lo que se hace, y analizándolo, resulta bien difícil. El artista, el creador, es un eterno descontento porque se reconoce incapaz de expresar lo que quisiera. Lo que más me satisface es la popularidad que tiene acento humano.
La música es mi ilusión, mi encanto y mi alegría, soy un enamorado de la música, que definiría como la máxima poesía de la que dispone el mundo.
Es muy difícil la vida de un músico, como difícil es el arte en sí. Todas las carreras artísticas van por caminos difíciles, pero cuando se tiene verdadera vocación, ser músico es bonito, mejor dicho, divino. Hay que ser por encima de todo leal y auténtico con uno mismo.
Creo que, en efecto, lo que sobrevive de nosotros es aquello que es superior. No importa ponerle nombre de añadidura, para los que nos dedicamos a una labor de creación, resultaría especialmente amargo, especialmente triste, admitir lo contrario, admitir que todo acaba con la muerte. A menudo componiendo música he tenido la sensación de que todo lo bello, y el espíritu lo es, ha de perdurar. Creando influimos sobre la inmortalidad, colaboramos con ella.
Por último, mi mayor deseo es compartir este preciado galardón con mi esposa Victoria, mi fiel compañera y colaboradora a lo largo de sesenta y tres años de feliz matrimonio. Ella ha sido mi inspiración, me ha dado impulso, fe en mi mismo e inmenso amor, ha dedicado toda su existencia a la mía y ha sido la luz para mis ojos. Lamentando no poder estar presente en esta solemne ceremonia, a través de mi querida hija Cecilia deseo expresar otra vez más mi más sincero agradecimiento por el honor recibido".
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