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#PremiosPrincesadeAsturias

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Unión Europea Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2017

Unión Europea
  • Discurso de Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea.

Majestades,
Señor Presidente, Mariano,
Autoridades,
Premiados,
Señoras y señores,

Es una gran emoción y alegría para mí el poder estar aquí y recibir el Premio Princesa de Asturias de la Concordia a la Unión Europea. Quiero dar las gracias a la Fundación. Este premio rinde homenaje a los méritos y a los principios fundamentales de la Unión Europea, méritos y principios que han permitido que Europa sea hoy, en todo el mundo, un símbolo de paz, de democracia y de libertades.

Soy como Europa: puedo hacer progresos en español y Europa puede progresar en todos los ámbitos.

Esta palabra concordia, es una palabra que me evoca muchas cosas. Es un término que hace referencia a la comunión entre los corazones y las mentes. En este sentido, la palabra concordia refleja exactamente la naturaleza de la construcción europea, ya que la Unión Europea no es solamente un asunto de espíritu, sino sobre todo un asunto de corazón.

Esta hermosa ciudad de Oviedo también le habla al corazón y al espíritu. Se trata de la segunda vez que tengo el honor de visitar esta ciudad, pero esta vez es algo diferente: veo banderas de España en todas partes y es algo bonito.

Sí, Europa, esta vieja Europa, siempre joven, activa, a veces con cara de preocupación pero a menudo sonriente, nos ha ayudado a dejar atrás las largas y trágicas noches del pasado.

Es necesario recordar en ocasiones — de hecho, siempre - que la paz, una paz continental que conocemos después de tantos martirios y desgarros en nuestro continente, no es algo evidente. El proceso de paz es una conquista de todos los días, y muy frecuentemente, con demasiada frecuencia, olvidamos las vidas rotas, interrumpidas momentáneamente, a veces definitivamente, de la generación de nuestros padres, madres y abuelos.

En las cárceles, en los campos de concentración, en los campos de batalla, en la miseria absoluta, en la desesperación más integral, nuestros padres y abuelos siempre han mantenido en el fondo de sus corazones este sueño eterno del «nunca más».

Rechazaron que nuestras generaciones — y es su mérito, no es el nuestro — puedan volver a ver la guerra, la división, las dictaduras, el sálvese quien pueda, el rechazo del otro.

Con mucha imaginación y una voluntad cada día renovada, quienes nos precedieron han transformado este sueño de postguerra, esta oración de la posguerra - «nunca más una guerra» - en un programa político con consecuencias positivas hasta hoy.

Frente a la absurda fuerza de las armas opusieron la fuerza del Derecho- la fuerza del Derecho y el mismo Derecho - que constituye un principio básico de una Unión Europea libremente consentida. La fortaleza de nuestra Unión, su poder, diría incluso, su "poder blando", se basa en el cumplimiento de la norma jurídica. Es el Estado de derecho quien nos ofrece el espacio que nos protege, que nos permite convivir, que nos permite trabajar juntos, de hecho, que nos permite respirar conjuntamente en una coexistencia armoniosa y en el respeto de nuestras diferencias.

España, ha conocido todos los sufrimientos que han afectado a los europeos a través del siglo XX. España es una fuerza motriz de Europa. Y el lugar de España está y seguirá estando en el corazón de Europa. Sin España, Europa sería mucho más pobre. 

Don Juan Carlos, el Rey emérito, Su padre, Majestad — ustedes conocen la admiración que tengo a Su padre —quien ha unido su destino a la consolidación de la democracia en España, ha hecho de la integración europea la primera de sus prioridades. En un mundo cambiante, incierto, imprevisible, Usted, Majestad, mantiene el rumbo y el legado de su padre. Sus distintas etapas en la Comisión Europea, primero como becario, y a continuación como Rey, muestran su singular compromiso con la causa europea y se lo agradezco.

Sí, porque nuestro mundo cambia a una velocidad increíble, muy a menudo imparable, sorprendente. Pese a que las cosas cambian rápidamente, no hay que olvidar lo esencial y recordar siempre que Europa sigue siendo la mejor defensa contra los dramas de nuestro pasado. Europa nos ofrece un hombro en el que apoyarnos. Y Europa abre grande los brazos para abrazarnos a todos, sin excepción, y ofrecer tranquilidad y serenidad.

Sí, sé que no todo es perfecto en Europa. Conocemos sus debilidades y sus lagunas, y sus caídas frecuentes, pero, por otro lado, Europa es capaz de lo mejor, de conseguir los mejores resultados cuando se presenta unida y cuando los europeos caminan codo con codo hacia el mismo horizonte.

No hay que perder la paciencia. Hay que saber que Europa necesita paciencia y determinación, la paciencia y la determinación que exigen los largos trayectos y las grandes ambiciones. 

¡Viva España! Y viva Europa! 

 

  • Discurso de Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo.

Majestades,
Premiados,
Autoridades,
Señoras y Señores:

Me alegra que, gracias a la decisión de la Fundación Princesa de Asturias, la Unión Europea reciba esta noche el Premio de la Concordia. Al mismo tiempo, me siento muy orgulloso de que el mismo galardón –el de las Letras– sea recibido también hoy por un polaco, un gran poeta, Adam Zagajewski.

Nos conocimos hace cuarenta años, aunque él no lo sabe. Todavía era estudiante cuando leí su brillante poema sobre la censura, en tiempos de la dictadura comunista en Polonia. Junto con mis amigos, imprimimos varios cientos de copias de ese poema en nuestra imprenta ilegal. Con el tiempo, Zagajewski se convirtió para mi generación en un símbolo de la libertad de expresión, de la independencia del pensamiento y de nuestro anhelo por Europa, no en el sentido geográfico, sino en los sentidos político, intelectual y axiológico.

Ambos participamos en el movimiento de masas “Solidaridad”, junto con millones de nuestros compatriotas. Nos golpearon, nos arrojaron a la cárcel y nos forzaron a ir al exilio. Pero nunca renunciamos a unos simples principios: que la violencia no resuelve nada, que el diálogo siempre es mejor que el conflicto, que la ley debe ser respetada por todos los actores de la vida pública y que la armonía es mejor que el caos.

Durante todos esos años, ambos soñamos con una Europa unida, donde prevalezcan la concordia y la verdad. Y hoy, de hecho, recibimos el Premio de la Concordia, teniendo en cuenta a la vez que no existe una concordia genuina sin la verdad. En muchas partes de nuestro mundo las personas sienten que están rodeadas de mentiras, manipulación y noticias falsas. Sin embargo, creo profundamente que la verdad es invencible. Y que esta ceremonia es también una expresión de esta invencibilidad.

De hecho, uno de los poemas más bellos de Adam Zagajewski habla sobre la verdad. Junto con mis amigos, hemos traducido un fragmento al español:

El territorio de la verdad es claramente reducido,
estrecho como un sendero al borde de un precipicio.
¿Eres capaz de no salirte de él?
Acaso ya lo has abandonado.


Traducido por Paul Barnes

 

  • Discurso de Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo.

Majestades,

Autoridades, Premiados, Señoras y Señores,

Es para mí un honor recibir el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, junto a los Presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión. Pienso también en las otras instituciones, organismos y agencias de la Unión. Este acto es un homenaje a todos los actores de la construcción europea.

Deseo especialmente agradecer el trabajo de todos los eurodiputados que han permitido que hoy recoja este Premio en su nombre. Recibimos este prestigioso reconocimiento coincidiendo con el sesenta aniversario del Tratado de Roma. Por ello, quiero agradecer la labor de los que me han precedido.

Como Presidente del Parlamento Europeo, me dirijo a Ustedes con humildad, con emoción y desde la admiración.

Con humildad porque soy consciente de que los premiados son también de algún modo los quinientos millones de ciudadanos europeos. Son Ustedes, quienes en su vida cotidiana hacen posible el éxito de paz, estabilidad y prosperidad que es la Unión Europea.

Lo recibo con emoción porque sé que personas e instituciones muy prestigiosas han sido premiadas antes. Mi maestro en el mundo del periodismo fue Indro Montanelli, quien recibió el Premio de Comunicación y Humanidades en 1996. Me emociona saber que él estuvo antes aquí.

Y lo recibo, por último, desde la admiración que tengo al pueblo español:

Su capacidad de superación y espíritu generoso;
Su amor por la libertad y la democracia;
Su profundo europeísmo y solidaridad.
Todos los atributos que, a mi entender, encarnan los Premios Princesa de Asturias.

Majestades,

Creo que en un momento solemne como hoy, es preciso reflexionar sobre qué supone la Unión Europea.
Los sesenta años desde de la firma del Tratado de Roma, son el más largo periodo de paz, democracia y prosperidad de la historia del continente.
Un esfuerzo titánico, que los padres fundadores de la Unión Europea, como los de la Constitución española, basaron en la concordia.

Soy hijo de un militar. A mediados del siglo pasado, los ejércitos combatían entre sí en Europa. Hoy, nuestros militares participan en misiones de paz y humanitarias en todo el planeta.
Cuando se firmó el Tratado de Roma había aduanas, cada Estado tenía su propia moneda y estudiar fuera de tu país o viajar en avión, era un lujo para muchos. Hoy sabemos que el mercado interior ha permitido un crecimiento económico extraordinario. El Euro es la moneda de la mayoría de los miembros de la Unión. Y la generación Erasmus y los vuelos de bajo coste, son la regla y no la excepción.

Pero quiero subrayar que la Unión Europea no es sólo hablar de bancos o del Euro. Es sobre todo la defensa de nuestros valores: la libertad, la democracia, la igualdad, el respeto al Estado de Derecho y la defensa de los derechos humanos entre otros.

Cuando algunos siembran la discordia ignorando voluntariamente las leyes, creo que es necesario recordar la importancia del respeto al Estado de Derecho.

La Unión Europea ha tenido éxito porque es el fruto de una Comunidad de Derecho. Ahora los europeos no discutimos con armas: lo hacemos en torno a una mesa en la que negociamos según unas reglas aprobadas entre todos. Dialogamos dentro del Derecho.
La Unión Europea no tiene una policía que tenga que ejecutar las decisiones judiciales. No es necesario. Cuando el Tribunal de Justicia dicta una sentencia, se aplica y punto.
A nadie se le ocurre en la UE saltarse las normas aprobadas entre todos. Y, por descontado, los Tratados se pueden cambiar. El Tratado de Roma fue modificado varias veces. Se ha convertido en el Tratado de Lisboa. Pero, mientras el Derecho no se cambie, su respeto no es una opción: es una obligación.

Los tratados de la Unión Europea y la Constitución forman un solo cuerpo legal y democrático que todos tenemos el deber de respetar.

La Unión es asimismo solidaridad. También hay contribuyentes netos en Europa. Pero la prosperidad de todos beneficia igualmente a los que más aportan.
No está de más que lo recordemos en estos tiempos en que los egoísmos nacionalistas salen a flote. El valor del consenso, constitucional y europeo, es un bien en sí mismo que no debemos poner en riesgo.

Majestades,

La concordia consiste en tender siempre la mano al entendimiento. En ponerse en disposición de encontrar el acuerdo. En buscar el bien común. En darse cuenta de que defender nuestra unidad dentro de la diversidad, nos hace más fuertes.

Ese es el camino europeo. Un camino que España empezó, con paso decidido, con la Constitución del setenta y ocho (78) y su solicitud de adhesión a la Unión Europea.
Esta es la gran aventura de la España moderna. Su reencuentro con la historia. La conquista definitiva de la libertad, de la democracia y de una vida mejor para todos.

Majestades,

Quisiera hablar del futuro.

La elección que tenemos ante nosotros no es Europa sí o Europa no. Es más bien, en qué medida contribuimos al futuro de la Unión Europea.

Y, a mi entender, todo debe basarse en tres pilares:

Primero: No levantar fronteras entre los europeos. Demasiadas veces se nos ha ofrecido el paraíso cambiando las fronteras, y se nos ha llevado con ello a los infiernos.
Segundo: Defendamos siempre los valores europeos. Hagámoslo sin timidez. Dentro y fuera de nuestras fronteras. Y no tengamos miedo de denunciar situaciones inaceptables como, por ejemplo, la que se vive actualmente en Venezuela.

Por último: Pongamos al ciudadano mucho más en el centro de toda acción política. La Unión Europea no es un proyecto de las élites, todo lo contrario. Nace y crece para asegurar el bienestar de todos los ciudadanos.

Salimos de una de las peores crisis a las que nos hemos enfrentado. Vendrán tal vez otras. Hay algunos en Europa, populistas y nacionalistas, que gastan esfuerzos y recursos en separarnos. Mejor harían en trabajar por la concordia.

Majestades,

En este Teatro Campoamor hay muchos asturianos. Es público que tengo un especial afecto por esta tierra, que es también mi patria querida. Tengo una calle con mi nombre en Gijón. Una multinacional americana había decidido cerrar una fábrica despidiendo a todos sus empleados. Conseguimos convencerla para que la volviera a abrir. Salvamos varios cientos de puestos de trabajo. Fue una labor de equipo entre autoridades locales, regionales, nacionales y europeas. Por tanto, no subestimen nunca la fuerza del trabajo en concordia.

Concluyo: mi madre era profesora de latín y griego. Me inculcó el amor por los clásicos. Un poeta dramático romano, Publio Siro, escribió hace mucho tiempo que:
“donde hay concordia, siempre hay victoria”.
Muchas gracias.

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