Discursos
Contenido principal
Discurso de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias durante la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias 2001
Cuando en los valles de esta querida tierra asturiana los milenarios bosques presienten -como dice nuestro poeta- "las lunas anchas y los pequeños días del invierno", celebramos en esta acogedora y culta ciudad de Oviedo la primera entrega de nuestros Premios en el siglo XXI. Nos satisface decir que, tras haber realizado un largo camino, lleno de autenticidad, se han convertido en un luminoso y universal faro de convivencia y cultura.
Asturias conmemora este año el vigésimo aniversario de su Estatuto de Autonomía, y también los centenarios de la muerte de dos escritores, Ramón de Campoamor y Leopoldo Alas, "Clarín", y el bicentenario del nacimiento de Alejandro Mon, economista y hacendista ilustre. Los tres nos han dejado una obra que el transcurso del tiempo no ha hecho sino engrandecer. Campoamor, que da nombre a este hermoso teatro que nos acoge, con su poesía cercana y transparente; Clarín, inteligente e irónico, autor de una de las cumbres de nuestra literatura, la novela La Regenta, y Alejandro Mon, reformador de la España de su época, representante de la Asturias rigurosa y emprendedora, entregada al servicio de la patria.
Pero muy a nuestro pesar el recuerdo agradecido a estos grandes españoles y la alegría de este encuentro, de tanta trascendencia internacional, se ven ensombrecidos por quienes quieren llevar a la Humanidad, como tantas otras veces a lo largo de la Historia, hacia un mundo sin libertad, de silencio y miedo. Mientras somos testigos de un desarrollo de las ciencias y de las artes nunca antes tan acelerado, seguimos conviviendo con las más tenebrosas oscuridades, en ocasiones tan viejas como la Historia misma.
Todos nosotros hemos sido testigos también del espanto producido por los atentados terroristas del pasado 11 de septiembre en Estados Unidos, y de sus trascendentales consecuencias que nos afectan de tantas maneras. Antes que atemorizarnos, nos deben impulsar a la búsqueda de lo que nos une y nos salva; es decir, el amparo y la generalización universal de los derechos humanos, el respeto a las diferencias entre culturas y civilizaciones y el convencimiento de que el sentimiento religioso constituye una honda actitud ética y espiritual que nos ayuda a ir al encuentro de los demás. Evitaremos así que triunfen las interpretaciones fundamentalistas, tan injustas con la razón humana y con la propia religión a la que dicen defender.
No queremos que la historia de los hombres sea una vez más la de sus guerras, sino la que se guíe por la voluntad de construir una comunidad universal en paz y libertad; un mundo donde no exista el terrorismo, cuya brutalidad y fanatismo, por desgracia, son bien conocidos para los españoles. Por eso reiteramos nuestro pensamiento de que su erradicación debe ser una máxima prioridad de la comunidad internacional de naciones libres y democráticas, pues ninguna causa, ningún proyecto, ninguna aspiración colectiva puede servir de argumento para practicar, alentar o justificar ninguna forma de violencia terrorista. Queremos un Mundo, en definitiva, que se deje guiar por la tolerancia y la solidaridad. Nos lo ha dicho con bellas y sentidas palabras uno de nuestros premiados, el profesor Steiner: "Todos los seres humanos deben aprender a vivir unos y otros como invitados de la vida. No hay sociedad, religión, ciudad o pueblo que no sean dignos de mejorar. Por la misma razón no hay ninguno que merezca ser abandonado cuando se imponen la injusticia o la barbarie".
Pero volvamos la mirada hacia este escenario, que nos convoca hoy, porque la vida y la obra de nuestros galardonados en la presente edición constituyen una hermosa ofrenda a los altos valores que alentamos desde nuestra Fundación; una vida y una obra entregadas a la libertad, la pasión creadora y la esperanza.
Ejemplo de ello es George Steiner, a quien le ha sido concedido el Premio de Comunicación y Humanidades.
Su obra representa muy bien esa armónica fusión de pueblos, etnias y culturas diferentes que tan enriquecedora puede ser. Ha llevado a cabo un grandioso esfuerzo por abarcar distintas formas del saber, como la literatura, la historia, la ciencia, la teología y la antropología. Las ha abordado desde la responsabilidad, la hondura y el conocimiento de distintas lenguas y culturas, lo que ha proporcionado a su voz una autoridad ejemplar.
En páginas fascinantes ha hablado de cuestiones tales como el preocupante abandono de la excelencia por parte de las democracias populistas, la creciente tendencia de los medios de comunicación al simple mercado, la base de violencia que late en la sociedad desarrollada, el mal uso y el abuso de las ciencias y de las técnicas, cierto cansancio espiritual, el hambre o la enfermedad generalizadas, el incesante desequilibrio que suponen las guerras o los particulares padecimientos de las mujeres y de los niños.
George Steiner nos brinda inteligentes reflexiones, útiles para abordar y resolver estos males, encontrando a veces su causa en la insuficiencia de la educación para evitar que la sinrazón triunfe sobre la sensibilidad y el conocimiento, y en los riesgos de que junto a un elitismo artístico y cultural puedan convivir aún las viejas lacras de la humanidad, "lóbrega paradoja", como él define a este hecho, a cuyo estudio ha dedicado gran parte de su vida.
Agradecemos a George Steiner la lucidez de su pensamiento y la honradez intelectual con que nos lo ha transmitido, como agradecemos y honramos el trabajo silencioso y paciente que, desde los laboratorios y centros de investigación de Estados Unidos, Francia e Inglaterra, realizan los galardonados con el Premio de Investigación Científica y Técnica, los líderes mundiales de la investigación sobre el genoma humano.
Representados aquí en las personas de Francis Collins, Hamilton Smith, John Sulston, Craig Venter y Jean Weissenbach, los equipos que dirigen atestiguan el carácter multidisciplinar y al mismo tiempo solidario de las investigaciones científicas. Su esfuerzo y su constancia dignifican a la humanidad, y los resultados de su trabajo abren nuevas vías al conocimiento, pues los pasos dados en el estudio del genoma humano sólo son un punto de partida hacia un nuevo y prometedor horizonte de la ciencia.
Además de la importancia científica que la lectura del mapa genético tiene, el acceso al que se ha dado en llamar el "libro de la vida" ha quitado definitivamente la razón a quienes defendían la existencia de diferencias cualitativas entre los seres humanos y basaban en ese argumento sus teorías discriminatorias y racistas.
Es muy esperanzador comprobar, una vez más, que los afanes más nobles de los científicos producen tan importantes avances en el conocimiento de la estructura básica de los seres vivos y en la lucha contra las enfermedades. Estamos convencidos, además, de que redundarán en beneficio de la humanidad entera.
El Premio de Ciencias Sociales ha sido concedido al Colegio de México y al jurista español Juan Iglesias. Se funden de nuevo, por medio de estos premios, las culturas de nuestros dos países, México y España.
El lamentable éxodo de una gran parte de los escritores, intelectuales y profesores españoles provocado por nuestra guerra civil dio lugar a la Casa de España, nombre original del hoy llamado Colegio de México. Pero aquel éxodo supuso un ejemplo de dignidad, pues la dolorosa partida de la patria pronto se transformó en una serena actividad de difusión del saber y la cultura, gracias a la cual España se convertía en pródiga y generosa semilla cultural. Aquellos intelectuales españoles de primerísima importancia, mujeres y hombres, supieron sembrar, cultivar y recoger frutos para el pueblo hermano que los acogía con generosidad, y demostraron que el desarraigo, por muy triste que sea, no es un impedimento definitivo para el florecimiento cultural, y que la integración supera el sufrimiento y las tragedias de la historia.
Pero no olvidemos que la dura prueba de elevarse sobre un tiempo de enfrentamiento y dolor también se produjo dentro de España. Sería igualmente interminable la lista de intelectuales que lucharon aquí por salvar la cultura española, en medio de condiciones muy adversas y con intensa dignidad. El catedrático de Derecho Romano Juan Iglesias lo hizo, en años muy difíciles, en la Universidad española; primero desde Oviedo, Salamanca y Barcelona y más tarde desde la Complutense de Madrid, alcanzando su obra una importante proyección internacional.
Juan Iglesias ha llevado a cabo una intensa y ejemplar tarea de docencia e investigación, enseñando durante más de sesenta años a generaciones de juristas españoles e iberoamericanos, deudores de su sólida formación moral y jurídica, y felizmente contagiados por él para siempre de su amor a la justicia. Sus estudios sobre el Derecho Romano, profundamente enraizados en su hondo sentido de la moralidad, el respeto y la educación, dejan patente el substrato romano de la cultura occidental; esa misma cultura que, llevada por el afán civilizador de España y mantenida por instituciones como El Colegio de México, fructificó en un nuevo continente.
Este Premio de Ciencias Sociales compartido nos invita a seguir cultivando el encuentro y el diálogo entre culturas diversas. María Zambrano -exiliada en México y que en 1981 fue reconocida con el primero de nuestros Premios a las Letras- nos dejó una frase que puede resumir el desvelo de sesenta años de El Colegio de México y el de Juan Iglesias al decir: "Habéis dejado en el silencio lo que más importa de cualquier vida personal: el sacrificio".
Cada año contamos con la presencia y el testimonio del arte y de los artistas, compensación maravillosa a los penosos excesos que en ocasiones cometemos los humanos. El músico polaco Krzysztof Penderecki, artista de excepción y gran amigo de España, recibe este año el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
En pocos creadores contemporáneos se funden a la vez, como en él, el talento innovador y el gusto por la tradición, la maestría técnica y el aliento espiritual, el testimonio social y el lirismo. Es Krzysztof Penderecki uno de los más grandes compositores del siglo XX, pero además es profesor, intérprete y director de orquesta sobresaliente.
Su testimonio ha tenido que enfrentarse a situaciones sociales adversas y su música ha sido un clamor de sinceridad y dignidad en unos años en los que los artistas sufrieron opresión y persecución, bien por sus ideas, bien por su condición de intelectuales fieles a la creación en libertad. Sus composiciones están ya para siempre entrañablemente unidas a la realidad y al espíritu de la segunda mitad del siglo XX, marcada por el más impresionante progreso humano y también por el más doloroso enfrentamiento entre pueblos.
En las obras de nuestro premiado se conjugan en todo momento la peor realidad con las aspiraciones del espíritu, la presencia de su país y la de una fraternidad universalizada. Su sinceridad, su inteligente utilización de las formas románticas, su espiritualidad integradora, han hecho de este músico un excepcional comunicador. Es precisamente en ese carácter de comunicar la música de manera conmovedora donde residen su grandeza y originalidad.
Krzysztof Penderecki permite a nuestro tiempo hablar a través de la música. Por eso, de sus notas se alzan la protesta y la aceptación, el pesar y la religiosidad encendida, lo divino y lo humano. Le animamos a que lo siga haciendo.
Se ha concedido este año el Premio de las Letras a la escritora británica Doris Lessing. Nacida en la antigua Persia, bien podemos decir que la geografía de su alma -más que la de los sucesivos países en los que ha vivido- ha sido trazada con el conocimiento de la injusticia y el dolor ajenos. Viajera de un país a otro a causa del destino laboral de su padre, ha hecho uso de su compasión y de su rebeldía para luchar por una sociedad más humana y más justa. A través de su obra ha ido dando forma a su compromiso contra el racismo, contra las desigualdades y en defensa de la mujer. Con insobornable independencia se ha opuesto asimismo al enfrentamiento entre culturas y a los desastres de la emigración.
Doris Lessing ha sido una adelantada en el tratamiento de muchos temas espinosos de nuestro tiempo. Pero quizá sea su preocupación por los problemas de la condición femenina la que la distingue de manera especial, hasta el punto de que su persona y su obra constituyen una referencia ineludible para todas las mujeres comprometidas con la lucha por su dignidad.
Por haberlos padecido en su propia carne, Doris Lessing también nos ha prevenido contra las utopías de los idealismos políticos y contra la barbarie del terrorismo, máxima aberración de las ideologías, que ella analiza de forma magistral en sus novelas.
Por todo ello, por tanta singularidad ética y creadora, por su conciencia extremadamente independiente, por el reclamo de la memoria como un grito de su escritura, es tan admirada y leída en todo el mundo. Nos unimos a ese sentimiento y le agradecemos su valioso legado, moral e intelectual.
Una nueva estrella brilla en las noches de la Tierra; una obra de la creación, en este caso, humana. Es la Estación Espacial Internacional, que ha recibido el Premio de Cooperación Internacional, resultado de un gigantesco esfuerzo liderado por las agencias espaciales de Estados Unidos, Europa, Rusia, Japón y Canadá.
Este ambicioso proyecto, en el que intervienen más de veinte mil técnicos de veinte países, no tiene como fin buscar en el espacio utópicas y costosas aventuras, sino mejorar el conocimiento de nuestro planeta para lograr su conservación, tan amenazada, y aumentar en él la calidad de vida. Laboratorios de técnicas muy avanzadas situados en la Estación nos proporcionarán un conocimiento más exacto de nuestro clima, de plantas y animales, del medio en que se desarrolla la vida, que tantas señales de cambio y riesgo nos transmite en nuestros días.
Hacer frente a los peligros que amenazan la vida en la Tierra es, pues, como señaló el Jurado que concedió este Premio, el primer fin de esta aventura científica, sin duda el más importante proyecto civil de todos los emprendidos por el hombre en el espacio que, además, proporcionará una trascendental fuente de información en los campos de la física y la biología y, en general, sobre todas las grandes cuestiones que atañen al conocimiento del espacio interplanetario.
Decía Bertrand Russell que lo único que redimirá a la Humanidad es la cooperación, pues es inútil desear el bien para uno mismo sin que a la vez se busque el bien para todos. La Estación Espacial Internacional, tan espléndidamente representada en este escenario, es un modelo excepcional de cooperación y fraternidad entre los seres humanos. Contra los peligros de destrucción que nos acechan por una errónea utilización de técnicas y tecnologías, esta aventura espacial se abre en nuestro horizonte como un contrapeso muy firme a esos excesos, como una solución para sanar las múltiples heridas que le hemos causado a nuestro hermoso planeta.
No menos importante para esa defensa de la vida y la diversidad en la Tierra es la actividad de la Red Mundial de Reservas de la Biosfera de la Unesco, galardonada con el Premio de la Concordia.
La Red Mundial de Reservas de la Biosfera viene haciendo realidad, desde hace treinta años, la anhelada búsqueda de equilibrio entre el desarrollo social y económico y el respeto a la Naturaleza. El programa "Hombre y Biosfera" está lleno de planteamientos y de soluciones no sólo de carácter medioambiental, sino también cultural y humano. Preservar grandes zonas naturales aún indemnes, verdaderos tesoros de la Humanidad, es un reto que no admite demoras, en el que hay que seguir profundizando y que debe seguir expandiéndose.
Más de 400 Reservas de la Biosfera conforman esta red, de la que España participa con veinte. Ordesa y Sierra Nevada, las islas de Lanzarote y Menorca, o Muniellos, Somiedo y, ahora también el parque natural de Redes, aquí, en Asturias, son sólo algunos de esos privilegiados espacios que debemos seguir protegiendo y ampliando. En este sentido, la idea de incluir otros espacios de la bellísima Cornisa Cantábrica en la Red de Reservas de la Biosfera, puede convertir a esta zona en un riquísimo patrimonio natural de insospechadas y muy positivas consecuencias para sus tierras y sus habitantes.
Estamos, pues, ante un organismo que toma grandes y sabias medidas, como la de propagar lo que solemos entender por "desarrollo sostenible", una práctica que propone un uso racional de los recursos naturales y que concilia los términos conservación y desarrollo. Es esta una actitud basada en una idea del progreso equilibrada y preservadora que dirige modélicamente la interacción entre el territorio y el hombre, con profunda visión de futuro.
Manuel Estiarte, jugador español de waterpolo, recibe el Premio de los Deportes. Una vez más, en un mundo convulso por muchos y graves problemas -algunos de los cuales amenazan a nuestra juventud- resaltamos el carácter saludable y ejemplar de la práctica deportiva así como las grandes virtudes que la competición aporta al desarrollo humano.
No es raro, por ello, que habiendo coincidido el fallo de este galardón con los gravísimos atentados ocurridos en Nueva York y Washington, el jurado haya subrayado en el acta la importancia del deporte como símbolo ideal de unión y de paz entre los pueblos, como una nobilísima actividad que es radicalmente contraria a tanta crueldad.
En la figura de Manuel Estiarte coinciden muchos valores y éxitos deportivos que conviene resaltar aquí. Ha participado en seis juegos olímpicos, siendo el máximo goleador en cinco de ellos, y ha jugado más de 300 partidos como internacional con la selección española. Medallas de oro y de plata, campeonatos y subcampeonatos del mundo, copas de España, Italia y Europa y supercopas están presentes en su amplio currículum como deportista.
Pero Manuel Estiarte ha destacado a lo largo de su carrera también por sus excelentes cualidades humanas, que ya brillan desde su temprana labor como jugador juvenil, o en su comportamiento como capitán y como líder indiscutible. Esas mismas virtudes y su sentido social del deporte le han movido no sólo a rehuir cualquier tipo de protagonismo sino también a comprometerse en actividades paralelas, como la de ser miembro de la Comisión Internacional de Atletas y del Comité Olímpico Internacional, o abanderado español en Sidney 2000.
No hay que olvidar tampoco que Manuel Estiarte ha triunfado en un deporte minoritario y que, en consecuencia, no cuenta con la ventaja y difusión de otros. Pero no por ello brilla menos su ejemplo. Con el galardón que hoy se le concede reconocemos también los méritos de la selección nacional de waterpolo, y los de todos aquellos que practican o aman este deporte, especialmente humilde y esforzado.
Antes de finalizar mis palabras deseo expresar mi gratitud hacia quienes nos entregan tanta generosidad: a los Jurados de los Premios, a los Patronos y a los Protectores de la Fundación, y a todos aquellos que hacen posible, con muchas horas intensas y muchos días sin apenas noche, este gran día. A Asturias y a la ciudad de Oviedo les agradezco también de corazón su siempre cálida acogida y su ayuda inestimable para el engrandecimiento de esta institución y de los valores que pretende proyectar. Asimismo quiero dar las gracias a nuestros galardonados por haber acudido a este inolvidable y solemne encuentro, en el que también están presentes muy altas representaciones culturales, sociales y políticas a las que expreso mi reconocimiento.
Cuando todavía los heroicos bomberos de Nueva York trabajan sin horas entre hierros, escombros y fuego, desde esta Asturias, desde la España llena de vida y de nobles metas que se manifiesta en este acto, queremos ir al encuentro solidario con el pueblo de Estados Unidos, con las víctimas inocentes del brutal acto terrorista sufrido por ese querido país, entre las que se encuentran ciudadanos españoles, a quienes recordamos con especial emoción. Tampoco queremos olvidar a todas aquellas personas que, en cualquier país del mundo, han pagado con sus vidas y su sangre la locura de la violencia terrorista. Enviamos nuestra gratitud y todo nuestro apoyo a quienes lejos de sus hogares están defendiendo el más sublime bien, la libertad de todos.
Que las llamas pacíficas que hemos visto temblar en las manos de los habitantes de Manhattan venzan a las llamas del horror y de la muerte. Que las conciencias y las voluntades encuentren en Oriente Medio su cauce de concordia. Que sean las palabras vibrantes y emocionadas de los poetas las que nos iluminen en esta hora difícil del mundo. Hoy más que nunca, soñamos con una Humanidad para la que no exista el desaliento, en la que sea realidad la hondura expresada en estos versos:
Que no se quiebre todavía el hilo
sin fin de la esperanza y la memoria dure
bajo la luz tendida de la tarde.
Muchas gracias.
Fin del contenido principal