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Discurso de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias durante la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias 2003
Un año más, cuando en nuestras tierras los días se acortan en busca del invierno, volvemos a vivir, con ilusiones y esperanzas renovadas, la prometedora jornada de la entrega de nuestros Premios.
Culminan en estos emotivos y solemnes momentos muchas horas entregadas a la idea de que nuestros galardones sean foro de encuentro y de diálogo entre culturas, sueño de una humanidad más fraternal y sean también fortaleza moral para que nunca habite en nosotros lo que el poeta llamó la desierta, la infinita llanura de la ingratitud y del olvido.
Con estos arraigados pensamientos y desde esta querida Asturias, acogemos a los galardonados, a los componentes de los jurados, a los patronos y protectores de la Fundación, a los medios de comunicación de tantas partes del mundo, a miles de gentes anónimas y a personas excepcionales por la alta representación que ostentan, que se unen a nosotros para vivir este día inolvidable. Les expreso a todos mi más profunda gratitud, pues a ellos y a quienes les precedieron les debemos el hecho de que nuestros Premios sean muy queridos, valorados y reconocidos en España y en todo el mundo.
Inolvidable es la obra de todos los premiados que, año tras año, nos han honrado con su presencia en este Teatro; e inolvidable es también la emoción y el impulso que se experimenta al observar el mundo y nuestras propias vidas desde esta atalaya del buen hacer, del ejemplo y del compromiso que supone la obra de mujeres y hombres como los que hoy reciben nuestros galardones. Ellos son, como nos sugirió Cervantes, quienes nos enseñan el buen camino porque antes tuvieron que llorar para aprenderlo.
De lágrimas propias y de llantos ajenos saben mucho el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez y el periodista polaco Ryszard Kapuściński, galardonados con el Premio de Comunicación y Humanidades.
Gustavo Gutiérrez ha centrado su vida en la Teología, que él -manteniendo la naturaleza de ésta en cuanto reflexión sobre la fe y desde la fe-entiende, con una gran riqueza de matices, como un diálogo, nos ha dicho, "con la cultura contemporánea", como una "aproximación desde la libertad al Evangelio", "como una manera de hablar de Dios en el mundo de hoy". Desde esta perspectiva, mantiene viva la fe en los seres humanos, a pesar de los graves problemas de injusticia y desigualdad que tan profundamente conoce. Fundamenta su pensamiento en el convencimiento de que la esperanza transmitida por el mensaje cristiano pervive hoy con toda su grandeza y es esencial para hacer frente a las situaciones más penosas del mundo en que vivimos.
Con su itinerario humano y espiritual, el teólogo peruano ha dado testimonio de que esta esperanza cristiana no debilita el compromiso en orden al progreso de los hombres de nuestro tiempo, sino por el contrario le da sentido y fuerza. Nos ha mostrado que la búsqueda de la libertad y la aspiración a la liberación, que están entre los principales afanes del mundo contemporáneo, tienen raíz en la herencia del cristianismo.
El padre Gutiérrez se ha distinguido además por haber sabido fundamentar su verdad en una amplia cultura y en una sólida formación que tiene hondas raíces en su pueblo peruano.
Ryszard Kapuściński es tal vez uno de los periodistas más prestigiosos del mundo y un testigo fundamental para reconstruir la historia del último tercio del siglo XX. Como el Padre Gutiérrez, entiende su trabajo como un esfuerzo por defender a los más débiles y contar su historia, pues -en palabras suyas- "alguien tiene que hablar en nombre de la pobreza". Su compromiso ético lo ha convertido en un profesional muy admirado sobre todo por las jóvenes generaciones de periodistas, que ven en él una máxima referencia moral.
Extraordinario observador, dotado como pocos para captar los detalles más reveladores y significativos de una realidad compleja, nuestro galardonado se ha dedicado también, con gran calidad estética, a narrar sus experiencias, convirtiéndose en un escritor reconocido y respetado. Porque sus libros no sólo recogen de manera honrada y transparente lo visto y lo vivido en sus viajes, sino que dan lecciones grandiosas sobre la pobreza y sobre lo que es aún más injusto que la misma pobreza: la desesperanza en que viven los marginados por la falta de perspectivas y de oportunidades para salir de ella.
Celebramos la concesión del Premio de las Letras a las escritoras Fatema Mernissi y Susan Sontag, pues conforta comprobar cómo dos mujeres de culturas tan diferentes construyen sus obras sobre unos mismos cimientos de diálogo y entendimiento, en esta hora marcada por tantas tensiones y enfrentamientos, cuando tristemente habla con frecuencia el terror, cuando crece el afán por anular y destruir violentamente las ideas ajenas.
La necesidad de entender sus mundos y la búsqueda de una comunicación completa son la esencia de la actitud de ambas ante la vida. Así lo ha afirmado Fatema Mernissi, que ve en la palabra el medio principal para lograr la concordia. Esta idea suya nos permite comprender mejor ese camino -no exento de dolorosas pruebas y de dificultades personales- por el que esta escritora marroquí ha ido avanzando con sutil inteligencia, sin abrir heridas, para que las mujeres de su cultura puedan encontrar el lugar que les corresponde en este tiempo.
Dentro de su cultura, participa e impulsa el cambio de su país, Marruecos, un pueblo de extraordinaria vitalidad, que se transforma y se abre con esperanza a un futuro mejor, que le deseamos fervorosamente.
Por otra parte, desde su mirada diferente, Fatema Mernissi ha desvelado con ironía, conocimiento y sentido del humor, muchas de las contradicciones que ha observado en Occidente, al mostrarnos las carencias que ella ve en una cultura como la nuestra que, en ocasiones, impone a las mujeres, merced a modas y formas de conducta interesadas, comportamientos que degradan su dignidad.
Susan Sontag es autora de una frase muy lúcida, que nos sirve para destacar el sentido que posee su trayectoria: "Yo creo que vale la pena seguir resistiendo", ha dicho. Ha vivido, en efecto, resistiendo, anclada firmemente en sus convicciones más profundas, mostrándose contraria a toda clase de fanatismos, siendo sensible a los problemas cotidianos, manteniéndose, en definitiva, libre, con gran independencia intelectual. Así lo ha demostrado escribiendo numerosos libros en los que transita por varios géneros literarios, como el ensayo, la novela y el periodismo, admirables por su originalidad y riqueza de ideas, pues, como se ha dicho, cuantos más puntos de vista tengamos a nuestro alcance más cerca nos hallaremos de captar la esencia de las cosas, de la verdad que tanto buscamos.
Las autoras que comparten este Premio son mujeres luchadoras en un tiempo conflictivo y en el que existen sociedades extremadas que aún dudan en aceptar como igualitaria y plena la condición de la mujer. Por ello, el esfuerzo por defender sus ideas ha sido doblemente difícil y ha requerido un tesón especial, pero supone un motivo de alegría comprobar que galardones como el que hoy les concedemos reconocen que su constancia vale la pena y que su tenacidad se premia con la dignidad que merecen. Nosotros, afirmándolo con las palabras de un poeta árabe-español, creemos que llegan "como el mejor de los enviados".
Desde siempre, nuestros Premios han querido estar muy próximos a los problemas más vivos de nuestros días. Nos alegra por ello la distinción otorgada a la gigantesca obra de Jürgen Habermas la cual ha dejado -como se ha dicho- una profunda huella en campos tan diversos como la filosofía, la sociología, la ciencia política, la teoría del derecho, la historia, la pedagogía o la teología. Por ello, su pensamiento ha discurrido por cauces muy cercanos a las cuestiones que más nos apremian. Él recibe este año el Premio de Ciencias Sociales.
Habermas es un hijo insigne de la lengua y la cultura alemanas, especialmente ricas y creadoras, que nos han legado los más grandes frutos en las ciencias, las letras, las artes o el pensamiento. Discípulo directo de la llamada Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, en la que creció y se desarrolló intelectualmente, ha creado una obra amplia y trascendente que nos ha presentado como el discurso filosófico de la modernidad. En ese discurso, Habermas ha explicado las raíces y estructuras del conocimiento social, los fenómenos de la ciencia y de la tecnología, las teorías de la acción comunicativa o las llamadas patologías de nuestro tiempo.
Influido por la visión sobre la guerra y el nazismo de su generación, ha prestado una atención especial a la teoría y la reflexión políticas, y especialmente al estado de derecho y sus categorías, así como a las relaciones entre derecho y poder.
Además de teórico, Jürgen Habermas ha destacado también como intelectual, en la mejor tradición de los grandes hombres de letras europeos, interviniendo de manera decisiva en los más importantes debates públicos, como el europeismo y la construcción europea, cada vez que su criterio o su conciencia así se lo han exigido. Se ha mostrado como agudo observador y a veces crítico con el ejercicio del poder y sus actuaciones, buscando siempre la defensa de la ley, la razón y la moral.
De muy poco servirían los derechos humanos si no protegiéramos al mismo tiempo el medio natural en el que estos se ejercen y se disfrutan, si no apoyáramos y preserváramos la diversidad de formas de vida que se dan en nuestro planeta. En este sentido se inscribe el Premio de Investigación Científica y Técnica, concedido a la etóloga británica Jane Goodall.
Su amor hacia la observación y el estudio del comportamiento de los animales -especialmente el de los chimpancés-, tiene su origen en otro amor: el que, desde niña, le inculcó su madre hacia los libros, procurándole todos los estímulos para que, con esfuerzo y oportunidad, se dedicase a aquello que más amaba, la vida animal. Esa ocasión decisiva surgió cuando, a los veintitrés años, viajó a África por vez primera.
Desde entonces, y a lo largo de más de cuarenta años, vive entregada al estudio de la vida de los chimpancés, particularmente los de la reserva de Gombe Stream, en Tanzania -aunque se ha preocupado también de Burundi, Sierra Leona o Gambia-, trabajando muchas veces en las condiciones más adversas. El resultado de su apasionado trabajo de muchos años ha sido recompensado con numerosos premios y distinciones, entre otros, los veinte doctorados honoris causa que se le han concedido.
El estudio de las conductas de los primates ha llevado a Jane Goodall -así como a la escuela de investigadores que ella ha formado y al Instituto que lleva su nombre- a esos niveles de conocimiento científico en los que no sólo está implicado el comportamiento de la especie humana sino el de toda la naturaleza, de cuya conservación y protección es una gran defensora. Además, se ha dedicado con ahínco a fomentar entre la juventud el amor, la compasión y el respeto hacia todos los seres vivos y el entorno en que se desenvuelven, demasiadas veces amenazado por la ignorancia y la codicia humanas.
Por eso, y uniéndonos a su hermosa dedicación, parece conveniente llamar la atención sobre las graves consecuencias de las alteraciones medioambientales que sufre nuestro planeta y sus causas, que producen honda preocupación en todos los ámbitos, sin distinción de razas, pueblos o fronteras.
La humanidad tiene ante sí uno de los mayores desafíos que se le ha planteado a lo largo de su maravillosa y excepcional aventura en el planeta, pues sólo acciones de todos y para todos, únicamente soluciones globales, pueden hacer frente a este riesgo de creciente gravedad.
Es preciso afrontar esta misión con esperanza y con el mismo optimismo y la misma fe en el género humano que manifiesta Jane Goodall, para quien cada vez somos más las personas empeñadas en unir manos y corazones en un esfuerzo conjunto encaminado a hacer de nuestro mundo un lugar mejor. En España hemos sido testigos este año de cómo miles de voluntarios, en las costas del Atlántico y del Cantábrico, daban a todos ejemplo, de manera espontánea y generosa, de esa actitud realmente admirable, de la que nos sentimos solidarios y orgullosos.
Se ha concedido el Premio de los Deportes al Tour de Francia, la más prestigiosa competición ciclista del mundo, que celebra este año su centenario. Una vez más, el esfuerzo individual llevado hasta la abnegación y la labor de equipo de los deportistas, junto a una excelente organización, se funden para dar lugar a una de las competiciones seguidas y admiradas con más fervor en todo el mundo.
El mítico Tour de Francia ha sido, sobre todo para nosotros los españoles, de gran importancia social, pues en años difíciles significó una ventana abierta a Europa, un medio de contacto con otras gentes, con otra geografía y con otras culturas. Esa importancia que el Tour ha tenido para nuestro país se ha debido, también y en buena medida, a los grandes ciclistas españoles que en él han participado.
A lo largo de los años, varios de ellos nos han regalado la belleza de su esfuerzo, su talento deportivo y su ilusión. Y también la inteligencia de su trabajo de equipo, porque el deporte correctamente ejercido significa sentido de la amistad, colaboración y solidaridad entre los pueblos y, particularmente, entre los deportistas de todos los países.
Siempre nos conmueve la presencia de los ganadores de nuestros Premios en este escenario, pero la de los ciclistas que hoy nos acompañan nos parece parte entrañable de nuestras propias ilusiones, nos emociona de manera especial. Por eso deseamos que su esfuerzo y su tesón sigan siendo un ejemplo para el deporte que practican los más jóvenes.
También la juventud es un valor prioritario que debemos destacar en el Premio de las Artes de este año, concedido al pintor mallorquín Miquel Barceló. Juventud, trabajo infatigable e incuestionable originalidad creadora son las bases sobre las que se asienta la actividad de esta figura de nuestras artes, que ha brillado con luz propia ya desde sus comienzos.
Nos alegra que nuestros Premios no sólo reconozcan las obras que son fruto de una vida dilatada, sino que también se arriesguen a poner de relieve las que brotan del impulso creador de la juventud; y que un artista de la talla de Barceló haya merecido la fama y los honores no en función de sus muchos años de trabajo, sino por el valor estético de sus obras. La actividad creadora de Miquel Barceló nace en unos momentos muy críticos para el arte internacional, en los que es difícil conjugar la vanguardia con la tradición, lo permanente y lo efímero.
En esta encrucijada, Barceló, infatigable, ha buscado múltiples caminos para desplegar su talento: la pintura, la escultura, el dibujo, la cerámica o el vidrio. Como han dicho los más agudos expertos, su obra participa de todos estos medios con unos trazos siempre en los límites, llenos de riesgos e inspiración, con una materia en continua metamorfosis y, al mismo tiempo, con colores muy nuevos. El resultado es una obra personalísima, ajena a los postulados de grupo o generacionales y en continuo proceso de investigación. A Barceló el trabajo tenaz le conduce a hallazgos incesantes porque sabe que el verdadero artista siempre se encuentra, a la hora de la creación, y así nos lo ha dicho, "en continuo aprendizaje", "en los orígenes".
Es esta fidelidad al origen, a unas raíces que en él tienen nombre propio -el de su isla de Mallorca y, por extensión, el de todo el mundo mediterráneo-, la que hace germinar su pintura con una gran fertilidad.
La escritora británica Joanne Kathleen Rowling ha sido galardonada con el Premio de la Concordia. Alguien dijo una vez que el que escribe en el alma de un niño escribe para siempre. Rowling lo ha conseguido con las aventuras del personaje nacido de su genialidad creadora, del mágico Harry Potter, leídas sobre todo por millones de niños, en los que hemos visto despertarse la hermosa pasión por la lectura, olvidada con penosa frecuencia. Niños de etnias y culturas distintas que, a través de sus páginas, han quedado unidos por los lazos invisibles y perdurables de la afición común, la fantasía y el deseo de saber.
Sin más compañía que la de sus sueños, esos sueños sin los cuales la mente y el alma humanas no podrían subsistir, y dotada de una poderosa imaginación, Rowling entremezcla en sus libros, con fascinante eficacia narrativa, la mejor tradición de la literatura infantil y de aventuras con el aliento a valores imprescindibles, como los de la solidaridad, el compañerismo y la lealtad.
Harry Potter, un héroe solitario y sensible, ha devuelto a muchos niños y jóvenes la alegría de vivir en el mundo de la imaginación, les ha proporcionado un medio infalible para huir del aburrimiento y la rutina y los ha alejado de la violencia y la desesperanza que tantas veces emergen de la sociedad. La obra de Rowling se ha convertido de este modo en un fenómeno sociológico y humano sin precedentes en la cultura de nuestro tiempo, con el que vemos hecha realidad la máxima del clásico: "Con la concordia crecen las cosas pequeñas, con la discordia se hunden las más grandes".
El Premio de Cooperación Internacional ha sido concedido al Excmo. Sr. Presidente de la República Federativa de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, por el ejemplo de su propia vida, por la forma pacífica y dialogante con que lleva a cabo sus ideales políticos, por su empeño comprometido en que la ética y la política sean inseparables de su actividad pública.
El programa urgente contra el hambre en su país, su idea de un mundo en el que los modelos de desarrollo vayan orientados de modo preferente en beneficio de los más necesitados, la valentía y la prudencia de sus propuestas, constituyen una gran esperanza, pues, como ha afirmado Kapuściński, la historia nos enseña con claridad que "no podemos ir hacia el futuro tomando atajos".
En un tiempo en que la búsqueda del éxito fácil e inmediato tienta a la juventud, la biografía de Lula da Silva supone un altísimo ejemplo para todos, con sus primeros años vividos en el arrabal de la miseria y de la desesperanza, a las que no sucumbió por su valerosa resistencia contra la adversidad, por su energía vital, por su gran corazón y por el optimismo y la fuerza de sus sueños.
Señor presidente:
A mediados del siglo pasado, su gran país deslumbró, como a todos los que lo hemos visto por primera vez, al gran escritor judío Stefan Zweig, que buscaba refugio en América cuando Europa estaba a punto de sucumbir a la vieja barbarie de la guerra. Brasil le arrebató el ánimo por su grandiosidad y hermosura, y sobre todo por la armoniosa convivencia entre las diferentes razas que lo pueblan. "Allí -escribió Zweig admirado-, el hombre no ha sido separado del hombre por absurdas teorías de sangre, raza y origen". Y agregó: "con ojos felices ante las mil formas de la belleza de aquella nueva naturaleza, vi el futuro".
Hoy, Señor Presidente, Brasil ha alcanzado un nivel de desarrollo muy apreciable que confirma el pronóstico de quien lo observó entonces con tanta emoción, pero aún no ha podido resolver enormes problemas causados por los desequilibrios sociales. Ahora, con su inspiración y con el apoyo de su pueblo, ese admirado país se empeña en proseguir por el ilusionante camino del progreso, bajo el signo de la justicia y contra la exclusión social.
Este programa no puede sino conmover a las personas de buena voluntad. Por ello, puede estar seguro de que encontrará siempre en nosotros solidaridad y ayuda para que el futuro que intuyó aquel gran escritor, y que todos anhelamos para Brasil, sea una feliz realidad lo antes posible.
Finaliza ahora este acto solemne de la entrega de nuestros Premios con los que España expresa su hospitalidad, su alma generosa, su admiración por la extraordinaria obra de los premiados; y ello es así porque sabe, desde el alba de su historia, que donde habita el amor por la cultura están rotas para siempre las cadenas de la ignorancia, de la oscuridad y del miedo.
Celebramos esta edición en el mismo año en que conmemoramos también el vigésimoquinto aniversario de nuestra Constitución, que nació para que España fuera un lugar entrañable para la convivencia pacífica de nuestra enriquecedora pluralidad de culturas y sentimientos, y nunca espacio para la división, la insolidaridad o la discordia.
Bajo su amparo y guía, España ha liberado lo mejor de sí misma y ha desplegado, con extraordinaria vitalidad, muchas de sus grandes posibilidades y lo más esencial de sus recursos humanos, entre los que destaca, por su importancia, la integración de la mujer en todos los ámbitos de la vida social, de los que tan injustamente había estado excluida.
Nos enorgullece ver a nuestra patria abierta y moderna, europea, situada de nuevo a la altura de su tiempo, capaz de adaptarse a los insoslayables cambios del vivir humano, de afrontar con serena fortaleza los problemas que inevitablemente irrumpen en la existencia de toda comunidad y aprovechar las oportunidades de progreso que se le ofrecen.
Nos ilusiona también contemplarla en vanguardia de la creación cultural y de la defensa de los derechos humanos, acogedora y fraterna, y reconocerla, conmovidos, como el hogar donde sentimos la cálida cercanía de la compasión y de la esperanza.
Nunca antes España ha sido más libre, más próspera, más capaz y admirada que en esta época iluminada por nuestra ley de leyes. Ha vuelto a ser ante el mundo una gran nación cuya historia es imprescindible para entender la historia de la humanidad.
Por eso, en este día tan querido para mí, quiero tener un recuerdo, impregnado de honda gratitud, para quienes hicieron posible nuestra Carta Magna y para los que sacrificada y lealmente la han desarrollado y aplicado. Para aquellos que, tras heredar una sociedad marcada por la guerra, tuvieron la nobleza de ánimo y la generosidad necesarias para hacer, de las Españas que helaban el corazón del gran poeta, la España democrática en que vivimos; Todos ellos contribuyeron con lucidez y altura de miras a esa hermosa y noble tarea de la reconciliación. Con esos mismos sentimientos recuerdo también, con especial emoción, a quienes, víctimas de la intolerancia y del terrorismo, han perdido sus vidas defendiendo su libertad y la libertad de todos.
De ese espíritu de concordia nació esta Fundación y, con ella, la maravillosa aventura de sus Premios. Una aventura que renovamos cada año, y que es más hermosa aún por tener su origen en Asturias, en estas tierras de cimas tan altas como los vuelos de su espíritu.
Muchas gracias.
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