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Discurso de Su Majestad el Rey Felipe VI durante la ceremonia de los Premios Princesa de Asturias 2018
Celebramos hoy la 38 ceremonia de entrega de nuestros premios. Y así, el paso del tiempo nos permite comprobar cómo los grandes principios, los grandes ideales y valores, siguen vivos entre nosotros; y cómo, gracias a los galardonados ─a quienes damos la enhorabuena y la bienvenida a Asturias─, continúan proyectándose sobre este escenario. Desde aquí, iluminan nuestro camino, nuestras conciencias y nuestro saber, como un faro de esperanza y libertad. Una libertad que, en palabras del gran poeta José Hierro en aquella primera ceremonia, es el aire que necesitan respirar los creadores.
Un año más tenemos el privilegio de compartir con los premiados no solo su extraordinaria obra, sino también todo lo que ella simboliza: El valor del conocimiento, el altruismo, la superación personal, la voluntad y la determinación de alcanzar una existencia mejor.
Nuestros Premios, —siempre gracias al acierto y compromiso de sus jurados y al apoyo y generosidad de nuestro Patronato—, siguen apostando por defender y destacar en cada edición a quienes trabajan con convicciones firmes, con una vocación verdadera. Y en un día como hoy, ponemos de relieve qué es lo que deseamos que se asiente y fructifique en nuestra sociedad.
Pero permítanme, señoras y señores, dar la bienvenida a este acto, de una manera especial −y por primera vez como nuevo Presidente de la Fundación− al doctor Luis Fernández-Vega. Cuando el pasado mes de abril asumió la Presidencia, afirmó que deseaba devolverle a Asturias algo de lo mucho que él ha recibido de ella, y de inmediato ha dado buena prueba del amor y del conocimiento profundo que tiene de esta tierra, de sus gentes y de nuestra Fundación. Gracias, Luis, por aceptar este compromiso de tanta responsabilidad.
Y al recordar también lo que él dijo no hace mucho, sobre dar continuidad a la labor de su predecesor Matías Rodríguez Inciarte, me uno esta tarde al sentimiento de profunda gratitud que todos tenemos en la Fundación por quien la ha presidido estos años con eficacia, sensibilidad e inteligencia. Muchas gracias, Matías, por tu magnífica labor.
Volvamos ahora la vista a los galardonados, pues son ellos los protagonistas de esta ceremonia.
El cineasta Martin Scorsese, Premio de las Artes, hace explotar la pantalla con emociones puras y extremas. Los instantes que sobreviven, los que nos dejan marcados, las imágenes que conmueven nuestra retina para siempre. Scorsese es uno de los más grandes maestros vivos —recordemos películas como Taxi Driver, Toro Salvaje, Uno de los nuestros, Silencio—, y es precisamente en ese magisterio, alimentado por la autoexigencia y el ojo insobornable del poeta, la búsqueda constante de la verdad y la redención, donde reside la grandeza de su obra, que hoy reconocemos.
“Haber podido dedicar mi vida a contar cuanto ansiaba contar −ha afirmado alguna vez− ha sido mi bendición”. He ahí, quizá, una de las claves de la insuperable calidad de su obra: La exploración constante de la forma, el hambre por narrar, la urgencia de mostrar la verdad humana, por descarnada que sea.
Scorsese nos transmite con su cámara y su verbo la pasión profunda que siente por la vida, por el arte, su capacidad asombrosa para plasmar la ambivalencia de los sentimientos humanos, que anidan en lo más escondido del alma. Su cine —lleno de recodos— abraza el claroscuro, la contradicción, renuncia al juicio trivial y nos sumerge en una experiencia, dolorosa a veces, intensa siempre y hondamente regeneradora. Ese amor profundo por su oficio se extiende además a la preservación activa del patrimonio cinematográfico mundial como tributo agradecido a la obra de los grandes maestros —también los autores olvidados—, que Scorsese vivifica para el disfrute de todos.
La verdad y su defensa a ultranza son también las armas incruentas con las que trabaja Alma Guillermoprieto, Premio de Comunicación y Humanidades. Llegada casi por casualidad al periodismo, y gracias a su trabajo, sólido y coherente, se ha convertido en una de las mejores reporteras del mundo. Curiosidad, capacidad de asombro, empatía, dominio lingüístico, son algunas de las muchas cualidades que han convertido a nuestra premiada en una periodista imprescindible para entender la historia de los últimos decenios, sobre todo de Iberoamérica.
Alma Guillermoprieto ha llevado a cabo su trabajo en lugares en los que no hay apenas resquicio para la esperanza. Ha visto y nos ha contado cómo es la vida de los seres humanos cuando ya no les queda casi nada que perder: El “heroísmo de la gente que no tiene nada”, según sus palabras. Y ha puesto de relieve, sobre todo, la grandeza de vivir con absoluta dignidad incluso en medio de las mayores desgracias.
En esa capacidad para narrar con lenguaje luminoso y ágil los acontecimientos más crueles, reside la potencia y la fuerza de su trabajo. Por eso no duda al afirmar que el mejor periodismo es el que reflexiona, el periodismo que indaga y verifica, que investiga y pone el foco en la realidad. Y por eso, también, asegura sin ambages que el periodismo es indispensable para la democracia. Una tarea, en fin, que ella califica, con admirable humildad, como sencilla y emocionante.
El Premio de Cooperación Internacional ha sido concedido a la ONG Amref Health Africa y a su oficina en España, Amref Salud África. Desde hace 60 años, la magnífica labor de esta organización ha logrado mejorar notablemente la sanidad y la salud de millones de personas en el continente africano.
Nació de la dedicación y la solidaridad de los doctores Michael Wood, Archibald McIndoe y Tom Rees, y de su increíble idea de crear los flying doctors, que ha logrado llevar a miles de cirujanos y médicos en avioneta hasta los lugares más recónditos del continente, solo accesibles por vía aérea. Así ha crecido Amref, extendiendo su benéfica labor y estrechando los confines del continente, surcando su cielo con alas de esperanza hasta convertirse en una de las organizaciones más activas en 38 países africanos.
Su principal objetivo y ambición es conseguir la cobertura sanitaria universal en el África subsahariana para el año 2030, y para ello se centra en trabajar a nivel local, con las comunidades y sus gobiernos. Pero resulta especialmente admirable su lucha contra la ablación, en la que ha logrado ya resultados esperanzadores, gracias a la implicación de personas como Nice Nailantei Leng’ete, que hoy nos acompaña. Nice lleva luchando desde los ocho años, y con su valentía y su esfuerzo miles de niñas han conseguido escapar de un destino tan injusto como terrible, sustituyendo la mutilación genital por ritos de paso alternativos.
La labor de personas como Nice y la de los cientos de voluntarios de esta ONG vuelve a poner ante nuestros ojos la injusticia que muchos seres humanos viven a diario, solo por haber nacido en algún rincón olvidado del planeta. Una situación para cuya solución definitiva es preciso encontrar y emplear todos los medios a nuestro alcance. Amref Health Africa nos recuerda, en definitiva, que nuestra indiferencia, nuestro desánimo o nuestro pesimismo no ayudan nada. Que quedan muchas cosas por hacer para mejorar la vida de tantos seres humanos. Sigamos su brillante ejemplo.
Los alpinistas Reinhold Messner y Krzysztof Wielicki han recibido el Premio de los Deportes. Practican un deporte mítico, que se enfrenta a retos casi imposibles. Un deporte difícil, que exige disciplina, valor y espíritu de sacrificio, destreza y precisión. Es quizá mucho más que un deporte.
Todas estas cualidades, que ellos han puesto a prueba a lo largo de su destacada trayectoria una y otra vez, forman parte de un conjunto de valores que en el himalayismo adquieren un carácter casi mágico, heroico: esa antiquísima lucha entre el ser humano y los elementos, ese deseo de conquista, de superación absoluta y entrega total que Messner y Wielicki conocen bien, es la quintaesencia de uno de los deportes más esforzados.
Reinhold Messner ha vivido desde niño rodeado de montañas impactantes que le retaban y le llamaban. A lo largo de su vida han sido muchas las ocasiones en que ha logrado el triunfo, coronando las cumbres más elevadas del planeta y también atravesando los desiertos más crudos, en dificilísimas condiciones. Ha vivido también experiencias muy tristes, y auténticos renacimientos, como él mismo ha contado en sus libros. Toda esa historia llena de éxitos deportivos lo ha transformado además en una persona seriamente comprometida con el planeta y su conservación. Tras ser el primero en coronar sin ayuda de oxígeno los 14 ochomiles −una gesta única−, Messner ha dedicado su vida a la protección de esa naturaleza, en la que tantas cosas inolvidables ha encontrado y a la que regresa, como él dice, “para seguir buscando la verdadera esencia del hombre”.
Krzysztof Wielicki es también uno de los más grandes himalayistas, emblema de la escuela polaca de los 80 y el primero que acometió la ascensión de los ochomiles en invierno. Quienes conocen bien sus hazañas hablan de que sus especialidades son la soledad, la rapidez y el frío. Tres elementos que, a priori, nos resultan especialmente difíciles y de extrema dureza. Pero que han definido una trayectoria deportiva asombrosa, completa, que le convierte en un símbolo de lo que significa ser alpinista; de lo que es ser uno de los más grandes alpinistas de la historia.
Ambos, Messner y Wielicki, representan, pues, ese ejemplo de todo lo que, con coraje y pasión, el ser humano es capaz de alcanzar.
La novelista Fred Vargas, Premio de las Letras, ha revitalizado el género de la “novela enigma” —como ella misma califica su obra— con textos en los que destacan el humor, la ironía, el reflejo en cada palabra y cada detalle de su extensa e intensa cultura y un lenguaje preciso y certero.
Fred Vargas asume de forma natural y con humildad su capacidad para crear un mundo extravagante y seductor. Es una maestra en el arte de sumergir al lector en historias cruzadas, llenas de diálogos vivos e inteligentes, que convierten la lectura de sus obras en un auténtico placer. Para Vargas la literatura, como todo el arte, nos ayuda a vivir y la creación artística nos sirve para entrar y salir de la realidad y, también para mirarla a los ojos. Esta reflexión de Fred Vargas compendia su extraordinaria obra, su originalidad y calidad.
Desde aquí le enviamos nuestro afecto y nuestros mejores deseos.
El Premio de Ciencias Sociales ha sido otorgado al filósofo Michael Sandel. El diálogo, el debate público, la justicia, el bien común, todo son cuestiones sobre las que el profesor Sandel reflexiona una y otra vez. Con una extraordinaria capacidad para divulgar sus teorías y con voluntad de que su pensamiento sea, sobre todo, útil a la sociedad, Michael Sandel ha logrado que cuestiones a menudo alejadas de la vida cotidiana se hagan presentes en ella. La reflexión, el pensamiento crítico e informado, ajeno a las modas pasajeras y a la superficialidad, son algunas de las claves de su planteamiento.
Para Sandel es vital que los ciudadanos se cuestionen una y otra vez cuál es el camino hacia el equilibrio; cómo abordar la preponderancia de las sociedades de mercado; de qué manera asegurar que el debate público servirá para resolver algunas de las cuestiones más acuciantes; en definitiva, cómo trabajar unidos por una sociedad más racional, más informada y más dichosa.
Con una envidiable energía, con un entusiasmo contagioso, Sandel hace realidad aquella afirmación de nuestro inolvidable premiado, el filósofo Julián Marías: “Filosofar es estar renaciendo a la verdad. Es no poder dormir”.
Nuestro Premio de Investigación Científica y Técnica, Svante Pääbo, es uno de los fundadores de la paleogenética. Pääbo reflexiona también continuamente y viaja a menudo al pasado más remoto para devolvernos nuestra más ancestral historia. Lo hace con su sabiduría y su capacidad exquisita para imaginar y poner en práctica distintos métodos y técnicas de investigación genética. Al describir y analizar la vida y las relaciones de los homínidos ─sobre todo de los extintos, como el Neanderthal─ nos muestra cómo la ciencia, que siempre mira al futuro, lo hace en muchas ocasiones sumergiéndose en el pasado, interpretándolo y aprendiendo de él.
Lo vimos cuando en la pasada edición de nuestros premios entregamos el galardón a los científicos que habían detectado por vez primera las ondas gravitacionales. Los ecos del más lejano pasado nos devuelven todo lo trascendente, nos hacen entender mejor qué somos, por qué y para qué estamos aquí. Y al hacernos conscientes de la importancia de este ciclo de vida, aprendemos también a respetar más la naturaleza, a todos los seres vivos y a nuestros semejantes.
El trabajo inteligente y definitivo de Svante Pääbo es, pues, fundamental en la consolidación de esa necesaria reflexión que debemos hacer para afrontar el futuro. Hoy damos las gracias a Pääbo por su trabajo y le agradecemos, sobre todo, que sus pensamientos sobre la evolución de nuestra especie nos lleven a ser más humanos cada día, un poco más sabios y más comprensivos.
Este maravilloso planeta azul en el que vivimos es el que ama, defiende y conoce bien nuestra Premio de la Concordia, la doctora Sylvia Earle. Nadie como ella ha estudiado los mares de la Tierra y la vida marina. Lleva toda su vida defendiéndolos, luchando para que se protejan, para que se salven de la desgracia de la contaminación.
El mar, las aguas, son la vida, son el origen de la vida, y su situación empieza a ser peligrosamente grave. “Nada en la Tierra ─nos advierte─ puede vivir sin el océano, y lo estamos matando”. Lo matan la sobreexplotación, la falta de oxígeno en las llamadas “zonas muertas”, el calentamiento de las aguas a causa del CO², los 8 millones de toneladas de plástico que arrojamos cada año al mar. Son señales alarmantes de una situación que es preciso revertir, que tenemos que cambiar sin dilación.
Con perseverancia y absoluta entrega, Sylvia Earle ─líder del proyecto Mission Blue─, ha conseguido aunar los esfuerzos de más de 200 interlocutores con el fin de aumentar las áreas marinas protegidas, los llamados hope spots o puntos de esperanza, y la catalogación de otras que necesitan protección urgente. Una labor tenaz que le ha valido a Sylvia Earle el calificativo de “héroe del planeta” y que hoy, al reconocerla con este Premio, nos gustaría que diera, lo más rápido y lo más eficazmente posible, los mejores frutos.
Señoras y señores:
Desde que nacieron nuestros Premios, su objetivo ha sido rendir homenaje a las personas e instituciones que trabajan por construir un mundo más justo, más humano, más digno.
Año tras año he señalado que siempre hemos ido al encuentro de vidas ejemplares en la ciencia y las humanidades; en la literatura, las artes y el deporte; en la cooperación, la paz y la concordia entre los seres humanos y los pueblos. Las necesitamos como referencias, como inspiración para los tiempos que vivimos. Cuando tantas veces prima lo efímero y lo superficial, triunfan en la historia de la Fundación los valores que permanecen, a la vez que reconocemos a quienes nos sugieren senderos nuevos y renovados.
En la historia de la Fundación hay autenticidad, respeto a la verdad y proyectos asentados en el tiempo sobre principios sólidos y convicciones profundas. Aquí hemos escuchado poemas que nos han llevado del dolor a la esperanza. Hemos sido testigos admirados de la fuerza de las ideas avaladas por las acciones más nobles. Hemos aprendido que, al cultivar la generosidad, el talento, la bondad y la palabra, se engrandece nuestro concepto de humanidad por encima de culturas, ideologías, intereses y visiones del mundo.
Queridos Premiados,
Como le sucedía a Stefan Zweig cuando recordaba a sus amigos poetas, nosotros hoy sabemos que estamos en compañía de personas que -aun venidas de distintos países a veces alejados unos de otros- compartís, sin embargo, una misma patria: la patria del conocimiento, de la cultura, de la ciencia y de la solidaridad. Una patria de fronteras trazadas por la sabiduría, la entrega a unos ideales, el esfuerzo y la inteligencia.
Vuestra sensibilidad y la vocación de trascender os acompañan en vuestra tarea y os hacen excepcionales. Sois, por todo ello, un símbolo de nuestros anhelos, de las mejores ambiciones y aspiraciones. Y lo sois por vuestra profundidad de pensamiento y de acción, por vuestro esfuerzo cotidiano y vuestra constante reflexión.
Deseamos que recordéis siempre estas horas de otoño en Asturias, en esta tierra de acogida y de cultura, de gentes cordiales, como un tiempo de alegría y gratitud.
Eso mismo, alegría y gratitud es lo que también la Reina y yo guardamos por lo que vivimos el pasado 8 de septiembre en Covadonga, ante un pueblo unido por sus sentimientos y por tantos siglos de historia; por la historia de todos, raíz de España.
Se ha dicho, con razón, que para que un sentimiento emocione y perdure ha de estar grabado en el alma. Pues bien, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía tendrán para siempre ese día grabado en su corazón: La emotiva visita a la Santina, la acogida tan cariñosa de los asturianos, la grandeza de aquella naturaleza hermosa y sobrecogedora que rodea Covadonga y se eleva en los Picos de Europa. Gracias Asturias; sinceramente, muchas gracias.
Señoras y señores, el próximo mes de diciembre, celebraremos una fecha verdaderamente inolvidable en nuestra historia: El 6 de diciembre de 1978, día en el que el pueblo español ratificó en referéndum nuestra Constitución.
Una Constitución fruto de la concordia entre españoles, unidos por un profundo deseo de reconciliación y de paz; unidos por la firme voluntad de vivir en democracia. Una Constitución que recuperó para el pueblo español la soberanía nacional y que devolvió a los españoles su libertad y su condición de ciudadanos; que reconoció también la diversidad de sus orígenes, culturas, lenguas y territorios.
El próximo 6 de diciembre celebraremos este 40 aniversario como corresponde y en justicia se merece: Como un gran ejemplo del que podemos sentirnos profundamente orgullosos; como una lección de convivencia que dignifica la política y engrandece nuestra Historia; como la mejor muestra de la generosidad, la madurez, y la responsabilidad de todo un pueblo que ganó la democracia y la libertad. Porque democracia y libertad es lo que representa y significa para España, para el pueblo español, nuestra Constitución.
Muchas gracias.
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