Discursos
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Discurso de Su Majestad el Rey Felipe VI durante la ceremonia de los Premios Princesa de Asturias 2019
Majestades, Altezas,
Vicepresidenta del Gobierno, Presidenta del Congreso de los Diputados, Presidente del Tribunal Constitucional, Presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Presidente del Principado de Asturias, Ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Presidente de la Junta General del Principado de Asturias, Delegada del Gobierno, Alcalde de Oviedo, Presidente de la Fundación Princesa de Asturias, Autoridades, queridos Patronos y Premiados, señoras y señores,
Estos Premios –y la Fundación que los otorga– van a cumplir pronto cuatro décadas de existencia. Un tiempo en el que nos han acompañado a los españoles en el devenir de nuestra vida democrática, iluminándonos en cada edición con ejemplos admirables de cultura, de humanismo y de apertura al mundo.
Un tiempo que ha sido también para mí personalmente de enorme valor; porque he crecido y aprendido con ellos; también con el vínculo a esta tierra, Asturias ─tan querida para todos los españoles─, simbolizado en el título que llevé orgulloso durante todos esos años y que ahora lleva, como heredera de la Corona desde 2014, mi hija, la Princesa Leonor.
Como bien saben los que han seguido de cerca cada otoño esta ceremonia, son innumerables los momentos emotivos, trascendentes e inolvidables que hemos vivido; las palabras y mensajes que hemos escuchado; las obras, hechos y creaciones tan valiosas para la Humanidad que hemos conocido.
Pero también hubo momentos que viví de una manera muy personal −además de aquella 1a edición, allá por 1981−, como hace 15 años cuando, sobre este mismo escenario y en una ceremonia similar a la de esta tarde, asistí por vez primera acompañado de mi esposa, la entonces Princesa Letizia.
Pues hoy, una nueva emoción nos llena a los dos de alegría y se suma a tantos recuerdos vividos aquí juntos: nuestra hija Leonor, la Princesa de Asturias y Presidenta de Honor de la Fundación, asiste a este acto también por primera vez, y acompañada de su hermana la Infanta Sofía. Con su presencia, ambas transforman este día en algo muy especial y cargado de simbolismo.
Regresar a Asturias es siempre para nosotros, por tanto, una ocasión para vivir y revivir cosas extraordinarias, pues al placer de visitar de nuevo esta querida tierra se suma el significado de unos galardones que, desde España, trascienden todas las fronteras y llegan a todos los rincones del conocimiento. Asturias hace posible esa trascendencia con su amor a la cultura, con su sentido de la solidaridad y con su compromiso con la justicia, la igualdad y la libertad.
Recuerdo con admiración a los que idearon y fundaron este proyecto, algunos aquí presentes, cuya visión y convicción nos siguen impulsando con fuerza. Felicito a los patronos de la Fundación, que con su fundamental apoyo consiguen que todo ello sea una realidad fructífera. Y reconozco, como se merece, la difícil labor de los jurados y el trabajo lleno de entusiasmo de tantas personas que contribuyen a estos Premios, a esta Fundación, a esta noble causa, desde dentro y desde fuera... A todos ellos...siempre GRACIAS.
Pero son hoy los premiados los protagonistas. Ellos compendian todo lo que queremos realzar y reconocer, todo lo que queremos que brille con intensidad en esta ceremonia. Les damos nuestra profunda enhorabuena. Nos honran con su presencia. Y permítanme ahora referirme a cada uno de ellos.
Jugando y soñando con el espacio vacío, llenándolo de belleza y de vida, trabaja Peter Brook, nuestro Premio de las Artes. Parece seguir aquellos versos del Tao: “Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa y es el vacío lo que permite habitarla”. Sentimiento, imaginación, alegría e intensidad son términos que sirven para comprender un poco mejor la trayectoria de este maestro del teatro, de este hombre genial. Su larga experiencia le sirve sobre todo para confirmar y reafirmar su convicción sobre el valor del arte escénico, sobre sus beneficios para el espectador, al que siempre ha considerado el único y verdadero protagonista.
Así, con pasión, trabaja Peter Brook. Y nos entrega una trayectoria llena de éxito, de emoción y de arte; llena de vida y, como ha afirmado nuestra querida y admirada Nuria Espert, de “bondad y paz”. En sus propias palabras, “Él ha logrado que lo que piensa de la vida, de los seres humanos y del mundo se convierta en arte teatral”.
El Museo del Prado ha sido galardonado con el Premio de Comunicación y Humanidades. La belleza es su rasgo distintivo, lo que mejor define a esta institución, nacida hace 200 años. El Prado forma parte indisoluble de la historia de España y, claro está, de nuestra herencia cultural, que las pinceladas magistrales de tantos artistas han ido dejando para siempre sobre los lienzos, para que todos podamos admirarlos, disfrutarlos y, también, reflexionar.
En este bicentenario felicitamos desde aquí a todas las personas que cuidan, protegen, conservan e incluso miman al Museo del Prado; y a los millones de personas que lo visitan y, al hacerlo, lo revitalizan. Recordamos con gratitud a todos los que, a lo largo de los años, han ido haciendo de él la gloria que es en la actualidad, un símbolo excelso de nuestra identidad y el mejor ejemplo de cómo el amor al arte y a la cultura nos ayuda a ser mejores ciudadanos y mejores personas.
Especialmente, felicitamos a Javier Solana, que ha sido recientemente elegido presidente del Real Patronato del Museo. Estoy seguro, de que, con tu dedicación, visión y experiencia en tantas facetas ─sumados a la dirección de Miguel Falomir y su equipo─, El Prado seguirá acrecentando su grandeza y su belleza. Te doy la enhorabuena al tiempo que agradezco y felicito también a quienes, como Plácido Arango y Miguel Zugaza ─que hoy nos acompañan─, han desempeñado con eficacia, responsabilidad y brillantez las más altas funciones al frente de esta insigne institución.
También es justo recordar hoy a tu antecesor, José Pedro Pérez-Llorca, tristemente fallecido este mismo año. Su dedicación al Museo y su trayectoria como servidor público, como uno de los “padres” de nuestra Constitución y como hombre ilustrado, serán siempre recordados con admiración y gratitud.
El Premio de Cooperación Internacional fija este año su mirada en la educación, en su imprescindible extensión y mejora. Ha sido otorgado al ingeniero estadounidense Salman Khan y a su creación la plataforma Khan Academy. Con su inteligente, novedosa y colaborativa visión, Salman Khan ayuda a millones de personas en todo el mundo a acceder al conocimiento universal, utilizando las infinitas posibilidades que nos otorga la tecnología.
Su método se apoya además en la figura imprescindible de los maestros que, como él ha afirmado, son “la parte más importante de la escuela”. Desde aquí les recordamos a todos ellos con respeto, agradecidos por su noble y hermosa tarea. Ellos nos abren todo un mundo de conocimiento que nos proporciona criterios firmes, opiniones informadas, seguridad y rigor. Y que, al comprender más y mejor todo lo que nos rodea, lo que somos, lo que hemos hecho y la esencia de las cosas, nos permite anhelar una vida mejor, más solidaria, libre y pacífica para todos. Salman Khan y la Khan Academy ayudan, a construir ese futuro mejor con altruismo, con visión global y con espíritu innovador y creativo, insistiendo en el valor de la comprensión y en la capacidad igualitaria del conocimiento.
La esquiadora estadounidense Lindsey Vonn ha recibido el Premio de los Deportes. Rasgos de su carácter como la resistencia, la valentía, la tenacidad o la fortaleza son inherentes al éxito de su carrera deportiva. Lindsey es paradigma no solo de todo lo que se puede alcanzar con fuerza de voluntad y con determinación, superando las dificultades; lo es, también, de todo lo positivo que la práctica deportiva aporta al ser humano.
Ahora, después de lograr tantas copas, medallas y metas ─un palmarés de vértigo─, L.Vonn está ya retirada de la competición, y centra sus esfuerzos en nuevos retos como en ayudar a las mujeres más jóvenes. De ese modo trabaja a favor de la igualdad, tratando de que superen los obstáculos injustos y ajenos a sus capacidades y preparación, a los que a menudo tienen que hacer frente, y generando para ellas verdaderas oportunidades de futuro. Gran ejemplo —y un incentivo— para millones de niñas en todo el mundo, que desean, necesitan y tienen que llevar adelante sus proyectos y sus sueños.
Nuestra premiada de las Letras, Siri Hustvedt, es una autora aclamada por la calidad de su escritura, por esa forma tan especial de adentrarse en la vida y la historia de los seres humanos, por su capacidad de observación y la fuerza de su mirada, algo fundamental para ella. “Escribir –ha dicho– es recordar lo que nunca pasó”.
En su obra, que sustenta además en los conocimientos que tiene de neurociencia y psicoanálisis, insiste en el hecho de que las mujeres no siempre encuentran el reconocimiento que merecen. Basándose en su propia experiencia, afirma que en muchos casos son olvidadas y relegadas simplemente por el hecho de serlo.
Siri Hustvedt escribe y trabaja para que esta situación tan injusta cambie definitivamente. Lo hace con tenacidad, profundamente convencida y con una intensa capacidad para reflejar todas sus inquietudes a través de la vida de sus personajes. Todo ello conforma una obra muy sólida y la convierte en una escritora imprescindible por sus novelas y también por sus ensayos, tan lúcidos y tan interesantes.
Uno de los más destacados sociólogos del mundo, el profesor Alejandro Portes, ha recibido el Premio de Ciencias Sociales. Sus investigaciones y estudios se han centrado sobre todo en la inmigración —que conoce bien personalmente— y en la integración y convivencia de los hijos de los emigrantes en los países de acogida; esas personas que se consideran ─porque lo son─ ciudadanos del país en el que sus padres o sus abuelos encontraron un día un trabajo digno y una vida alejada de la guerra, de la violencia o la pobreza.
Portes nos explica cómo el proceso de integración nos lleva a la construcción de una sociedad mejor, en la que se fortalecen y se asientan las mejores virtudes sociales y cívicas. Todo ello lo hace con rigor, después de analizar, concluir y aportar su caudal de conocimientos y la trascendencia de su visión globalizadora.
Nos anima saber que, para Portes, España —país donde ha liderado destacados equipos de investigación— es una referencia para la gestión de esa emigración sostenida, diversificada y ordenada, imprescindible en el mundo actual.
Los estudios e investigaciones de nuestras premiadas en Investigación Científica y Técnica, la bióloga estadounidense Joanne Chory y la ecóloga argentina Sandra Myrna Díaz, ponen de nuevo ante nuestros ojos la amenazante crisis climática, el calentamiento global, el grave problema medioambiental al que tenemos que enfrentarnos sin dilación.
Estamos hablando de una “encrucijada fundamental”, como la ha calificado Chory. Pero estamos también hablando de botánica, de las plantas, del trabajo riguroso y pionero de estas brillantes investigadoras. Para las dos aún hay esperanza, aún subsiste una posibilidad de construir un futuro mejor para las generaciones venideras gracias a la ciencia y a la investigación.
Una esperanza de la que también nos habló Patricia Espinosa en 2016, cuando al recoger el Premio otorgado a la Convención Marco de NNUU contra el Cambio Climático afirmó: “Hoy tenemos en nuestras manos las herramientas para trabajar juntos y crear, no solo un futuro sino un presente seguro y sostenible para nuestros hijos y los hijos de todos”.
Desde aquí, reiteramos nuestra voluntad de contribuir a que ese futuro sea posible y la necesidad de comprometernos y responsabilizarnos con este rumbo ineludible. Con esperanza en el futuro; sin excusas.
Por último, el Premio de la Concordia ha sido concedido a la ciudad polaca de Gdansk, representada esta tarde en la persona de su alcaldesa, Aleksandra Dulkiewicz. Gdansk —hoy una urbe vibrante, llena de vida y de luz— ha estado marcada por su tragedia y su resistencia, por su lucha en favor de la democracia y la libertad y por su dolorosa pérdida. Ha sido siempre punto de encuentro, pero también origen de litigios políticos de todo género, que la han ido transformando en lo que es en la actualidad: un ejemplo de solidaridad, de integración y de convivencia pacífica. Quizá porque es en los momentos más difíciles cuando la voluntad de certidumbre se acrecienta. Es así como sus habitantes han conseguido transformar, con grandeza de espíritu, todo el sufrimiento de su lucha y de su resistencia en fuerza y valor, en convivencia pacífica y concordia.
Y Gdansk es hoy, dicho con los versos de nuestro admirado Adam Zagajewski, “una ciudad justa / donde no se castiga a los extraños, / ciudad de memoria veloz / de olvido lento”. Por eso estamos tan orgullosos de entregarles este premio.
Señora alcaldesa: deseamos que todos y cada uno de sus habitantes sepan que admiramos su vitalidad, su civismo y su unidad. Le ruego que les transmita que su afán de superación, su voluntad de reconciliación y el deseo de una vida libre, serena y pacífica, que ellos tan vivamente han demostrado, son un verdadero ejemplo.
Queridos premiados, Señoras y señores,
La concesión de estos premios nos ofrece la oportunidad de homenajear a personas, instituciones y entidades que han marcado la historia de los últimos decenios y cuyo legado será fundamental en el futuro. Personas que abren nuestra cultura y trazan nuestro rumbo hacia nuevos horizontes. Por eso, esta ceremonia, tan llena de emoción y de sentimientos nobles que reviven cada año, es, sobre todo, un homenaje y tributo a la ejemplaridad. Movidos por ella, nuestra gratitud se reafirma y surge en nosotros una fortaleza que nos mueve a llevar a cabo las acciones más elevadas, a afrontar las empresas más arduas.
Todo ello es, además, una referencia fundamental para los más jóvenes, para las generaciones que han de sucedernos. Nosotros tenemos el deber de guiar sus pasos y la obligación moral de alentar sus sueños y proyectos. Tenemos el deber de proporcionarles las herramientas que les ayuden a enfrentarse a los retos y dificultades de la vida. Tenemos la obligación de dejarles un mundo mejor y de ayudarles a construirlo. Y también tenemos, en fin, la responsabilidad de fomentar en ellos el espíritu crítico, el deseo de verdad, y la capacidad de preservar los valores profundos y perennes de la cultura y el humanismo.
Por eso, querida Leonor, creo que es tan importante que pienses sobre todo lo que representa esta ceremonia y que aprecies e interiorices el mensaje que estos premios lanzan al mundo.
Sé bien que deseabas hace tiempo venir a Asturias con nosotros, para poder vivir de cerca —junto a Sofía— todo lo que sucede cada año con motivo de la entrega de nuestros premios. Pues bien, ese día ha llegado.
Hace 38 años –como recordaba al iniciar mis palabras− y en un día como el de hoy, yo estaba en el mismo lugar en el que ahora estás tú. Por eso, sé muy bien lo que sientes en este momento, porque estoy seguro de que es lo mismo que yo sentí: Responsabilidad, emoción y también nervios, muchos nervios. Pero, sobre todo, mucha, muchísima ilusión. Tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti y felices por acompañarte y ser testigos de este día, tan especial y único.
Tu presidencia de honor de la Fundación Princesa de Asturias corresponde al compromiso personal e institucional que tienes con España como Heredera de la Corona. Y esta celebración solemne es muestra de ese compromiso con los españoles que deberás renovar permanentemente con dedicación, espíritu de servicio, lealtad y responsabilidad; siempre con humildad, y consciente de tu posición institucional, haciendo de la Corona día a día una referencia de servicio a nuestro país, porque eso es lo que de ella esperan nuestros ciudadanos.
El año pasado, cuando te entregué el Toisón de Oro, recordarás que te dije que deberías amar la cultura, las artes y las ciencias, pues ellas nos dan la dimensión humana para ser mejores y para ayudar a progresar a nuestra sociedad.
Nuestro deseo –el de la Reina y el mío– es que todo lo que vivas esta tarde —y muchas más tardes a partir de ahora— te ayude a ello; que todos estos sentimientos e ideas te acompañen a lo largo de los años, a lo largo de la vida; que las obras y sus protagonistas premiados cada año por la Fundación, jalonen tu vida con referencias profundas y duraderas de cultura, conocimiento, valores e inspiración intelectual, en un mundo en el que inevitablemente tendrás que vivir desencuentros e incertidumbres.
La obligación de servir a España y a los españoles debe ser el mayor orgullo y el máximo honor que puedas alcanzar. Tu deber será actuar siempre con el ánimo esperanzado, con coraje y con valentía; creciendo en responsabilidad, en bondad, y en ejemplaridad.
Y hoy, cuando por primera vez nos acompañas en este acto, me gustaría terminar mis palabras transmitiéndote a ti, a tu hermana y a toda vuestra generación, un mensaje de confianza. Esa confianza tan necesaria que cada año sentimos renacer en este Teatro gracias a nuestros galardonados, a su gran ejemplo y a su extraordinaria obra, a su entrega a las causas más nobles, a su amor por la solidaridad y por la libertad. Gracias, en definitiva, a su nobleza de espíritu, que tanto deseo que se fortalezca día a día en tu corazón.
Muchas gracias a todos.
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